Embarazada Del Jefe Millonario

El repentino desmayo

Nos dirigimos al chalet con Laura.

 

El sol de la tarde se colaba a través de los altos árboles que rodeaban el chalet muy grande y amplio, creando un juego de luces y sombras sobre el camino de grava. Caminé con paso firme, disfrutando del crujido de las piedras bajo mis pies. Este chalet era el lugar perfecto para una escapada de la oficina, el lugar donde todos querían estar comiendo.

 

Al acercarme, escuché risas y conversaciones que provenían de la mesa. Mis amigos. Habían decidido sorprenderme. Mi corazón se llenó de una mezcla de alegría y ansiedad. Había estado tan absorta en mi vida con Alejandro y las complicaciones de mi embarazo que había descuidado a mis amigos, especialmente a Laura, mi mejor amiga, no podia decirle la verdad de mis alejamientos, según ellos era porque siempre trabajaba mucho.

 

Laura se adelantó.

 

Giré la vista y justo en la esquina los vi a la Isabel y Alejandro comiendo juntos, me daba rabia verlos, sentía que mi presión se bajaba de la molestia. Laura estaba de pie con una expresión decidida a no decir nada de lo que no quiera hablar.  rodeada por nuestro grupo de amigos. Todos se volvieron hacia mí al mismo tiempo, y una ola de gritos y risas me envolvió.

 

—¡Valeria! —Laura gritó, corriendo hacia mí y abrazándome con fuerza—. ¡Por fin! ¿Dónde te has metido? —Intento disimular para que mis demás amigas no supieran que yo había estado antes hablando con Laura.

 

—Lo siento, chicos —dije, sonriendo mientras abrazaba a Laura—. He estado... ocupada.

 

—¿Ocupada? —dijo Pablo, uno de nuestros amigos, con una ceja levantada—. Eso es subestimarlo. Has desaparecido del mapa.

 

—Es verdad —añadió Clara, cruzando los brazos—. ¿Qué ha pasado contigo? No respondes a los mensajes, no vienes a las reuniones... Es como si hubieras desaparecido, solo trabajando pasas.

 

Suspiré, sabiendo que tenían razón. Les debía una explicación.

 

—He tenido muchas cosas en la cabeza —comencé, pero Laura me interrumpió.

 

—Eso no es excusa, Valeria. ¡Somos tus amigos! Estamos aquí para ti, pero tienes que dejarnos entrar.

 

Nos sentamos en la silla, rodeados por la serenidad del chalet, mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas.

 

—Sé que he estado distante, y lo siento mucho. No fue intencional. Es solo que... mi vida ha sido un torbellino últimamente.

 

—¿Un torbellino? —preguntó Pedro, otro amigo, con curiosidad—. ¿Qué tipo de torbellino?

 

—Un torbellino llamado Alejandro Ferrer que no la deja descansar de tanto trabajo que la pone hacer —respondió Laura con un tono acusador, mirándome directamente a los ojos—. ¿Es eso, ¿verdad?

 

Asentí, sabiendo que no podía ocultar la verdad más tiempo.

 

—Sí. Alejandro y yo... estamos juntos haciendo miles de trabajos, llevando la empresa. Y no es solo eso, pasa que estaba pensando en mudarme —añado suspirando.

 

Hubo un momento de silencio absoluto. Podía ver la sorpresa en sus rostros, seguida por una mezcla de emociones.

 

—¡¿Mudarte?! —exclamó Clara, sus ojos abiertos de par en par—. ¿Desde cuándo?

 

—Desde hace unas semanas, lo estoy pensando, y creo que es mejor mudarme de casa —dije, sintiéndome repentinamente vulnerable—. Y no ha sido fácil. Hemos tenido que mantenerlo en secreto por razones que... bueno, ya sabéis cómo es el mundo corporativo, necesitas ver si mudarte para estar mas cerca del trabajo —dijo esas palabras para despistarlos.

 

Laura me miró con una mezcla de compasión y preocupación.

 

—Valeria, eso es costoso, buscar nueva casa, para eso que te aumenten más el sueldo, porque son casas caras, y necesitas plata. ¿Por qué no nos lo dijiste antes? Podríamos haberte apoyado.

 

—Lo sé, Laura. Y lamento haberles dejado fuera. Tenía miedo y no sabía cómo manejar todo esto. Es complicado, no sabemos si hacer home office con el trabajo, o venir todos los días a la empresa, no lo se chicos.

 

Pablo se acercó y me puso una mano en el hombro.

 

—Todos cometemos esa idea errónea de mudarnos y no pensamos en cuanto dinero tenemos, Valeria. Lo importante es que estamos aquí para ti. Pero tienes que prometer que no te alejarás de nosotros otra vez.

 

—Lo prometo —dije, sintiendo una oleada de alivio y gratitud—. De verdad. Gracias por estar aquí.

 

Laura me abrazó de nuevo, más fuerte esta vez.

 

—Estamos juntos en esto, Valeria. Y vamos a estar a tu lado, pase lo que pase.

 

—¡Sí, juntos! —dijo Pedro, levantando su copa—. A nuestra amiga Valeria y su nueva aventura.

 

—¿Quieres vino Valeria? —me dice Paco.

 

—No, prefiero jugo —añado suspirando,

 

Es obvio que no puedo tomar vino en mi condición me dije en mi mente, tratando de ver si no me preguntan algo fuera del lugar.

 

—Y bien, dinos, ¿Con el señor Alejandro hay algo como romance? —Pregunta Clara.

 

—No, es el jefe, no tengo nada con él —niego con la cabeza.

 

—mejor amiga, no te hagas ilusiones, ya viste a la nueva mujer esa, la tal Isabel, creída, y anda pensando que somos sirvientes, es insoportables y lo peor que quiere contraer matrimonio con ella —me dice Clara.

 

Solo de pensar en eso se me revuelve el estómago.

 

—Entiendo, iré a buscar comida, quiero espaguetis con todo —le digo sonriendo.

 

Me levanto de la silla y me dirijo donde están los cocineros.

 

—Hola, quiero espaguetis que lleve de todo por favor, porque tengo hambre, y me puede poner una manzana como fruta —le digo al cocinero, por un momento se me abrió el apetito.

 

—¿Qué tipo de salsa? —Pregunta el cocinero.




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