Embarazada Del Jefe Millonario

Entre Helados y Preocupaciones

—Entiendo —le digo con una sonrisa.

 

El reloj marca las 2:00 de la tarde y el calor invade todo mi ser.

 

—Veo que ya despertó la señorita dormilona —dice Isabel en tono burlón interrumpiendo mis pensamientos.

 

—No duermo porque yo quiera, es porque estoy enferma —le digo invitándole cualquier cosa, con cara de enojada.

 

—¿Te vas a morir?, Alejandro necesita hablar contigo, aunque despues del escándalo y drama que armaste de seguro te echan de la oficina —me pregunta Isabel.

 

—No, Pero creo que eso quisieras tú, la que se va a morir como una mosca eres tú, y no necesito hacer drama —le respondo.

 

—Deja de pelear con mi amiga, te advierto Isabel llegas hacerle algo te la veras conmigo —dijo Paco interrumpiendo el momento.

 

—¡Hay mira como tiembla mi cuerpo, que miedo! —Exclamo Isabel burlándose.

 

Paco le da un trompón a Isabel hasta tumbarla en el piso.

 

—Amiga ya te puedes ir, esa víbora no podrá contigo, ve ahora a la oficina del señor Alejandro — me dice Paco salvando mi vida.

 

—Gracias paco —Le digo retirándome.

Me encontraba en la oficina de Alejandro, una vez más rodeada por las imponentes paredes de la Oficina Oval. El ambiente era tranquilo, pero había una tensión palpable en el aire. Alejandro estaba sentado detrás de su escritorio, su rostro serio y sus ojos fijos en un documento frente a él. Sentí un nudo en el estómago mientras me acercaba, preguntándome qué era lo que lo tenía tan preocupado.

 

—Valeria, siéntate, por favor —dijo, levantando la mirada y señalando la silla frente a su escritorio.

 

Me senté y lo observé, esperando que él rompiera el silencio. Finalmente, se inclinó hacia adelante, entrelazando las manos sobre el escritorio.

 

—Valeria, he estado pensando mucho en ti y en tu bienestar —comenzó, su voz suave pero firme—. Me he dado cuenta de que has estado trabajando muy duro, incluso más de lo normal, y eso me preocupa.

 

Asentí, sintiendo una mezcla de sorpresa y gratitud. No había esperado que Alejandro se preocupara tanto por mí, especialmente con todo lo que estaba pasando.

 

—Gracias, Alejandro. Aprecio tu preocupación, pero estoy bien. Solo he tenido algunos días difíciles.

 

Él negó con la cabeza, su expresión seria.

 

—No, Valeria. No estás bien. He hablado con el médico y le expliqué tu situación. Él estuvo de acuerdo en que necesitas descansar, especialmente ahora.

 

Mis ojos se agrandaron y mi corazón latió más rápido. ¿Había hablado con él médico? ¿Qué significaba eso?

 

—¿Qué quieres decir, Alejandro?

 

Se levantó y caminó alrededor del escritorio, deteniéndose frente a mí. Sus ojos se suavizaron al mirarme.

 

—Valeria, te he conseguido una incapacidad médica. Necesitas tiempo para cuidarte, para descansar y para asegurarte de que estes bien saludable, comas bien, y repongas energías.

 

Las palabras tardaron un momento en asimilarse. Incapacidad médica. Descanso. Mi mente se llenó de una mezcla de alivio y preocupación.

 

—Alejandro, no puedo dejar mi trabajo ahora. Hay demasiado en juego —protesté, aunque en el fondo sabía que él tenía razón.

 

Él se arrodilló frente a mí, tomando mis manos entre las suyas.

 

—Valeria, nada es más importante que tu salud La empresa puede arreglárselas sin ti por unos días. Tienes que pensar en ti misma, te prometo que te iré a ver a escondidas, a casa de tus padres, por cierto, hay policía de guardia en tu casa por si pasa algo, quiero que estes a salvo.

 

Sus palabras me conmovieron profundamente. Alejandro, el hombre que había declarado no querer hijos, ahora estaba preocupado por mi bienestar y claro él de nuestro bebé que aún no sabe nada. Sentí una lágrima rodar por mi mejilla y la limpié rápidamente, asintiendo.

 

—Está bien, Alejandro. Aceptaré la incapacidad. Tienes razón, necesito descansar.

 

Él sonrió, una sonrisa cálida y reconfortante que me hizo sentir segura.

 

—Gracias, Valeria. Esto es lo mejor para ti. Voy a estar aquí para apoyarte en todo lo que necesites.

 

Me levanté y lo abracé, sintiendo el peso de la preocupación aligerarse un poco. Sabía que tenía un camino difícil por delante, pero también sabía que no estaba sola. Alejandro estaba conmigo, y juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

 

—Prometo cuidarme y descansar —dije suavemente.

 

—Y yo prometo estar aquí para ti, siempre —respondió él, estrechándome en sus brazos y por un momento toco mi estómago, santo poder, sera que él esta sospechando de mi bebé, sin que se lo haya dicho.

 

Nos quedamos así un momento, disfrutando de la tranquilidad y el consuelo de estar juntos. Sabía que este era solo el comienzo de un nuevo capítulo en nuestras vidas, pero con Alejandro a mi lado, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.

 

Despues de unos minutos, Sali de la oficina, y vi el auto de mis padres, me emocioné, me subí al auto y me fui para mi casa.

 

Entré en mi casa después de un largo día de trabajo, sintiéndome agotada pero contenta de estar de vuelta en mi refugio, despues de días de no verlo despues de lo de la amenaza, al parecer todo está tranquilo, por ahora y con oficiales merodeando mi casa todo estará super bien.  La casa estaba tranquila, iluminada por la luz suave de la tarde que se filtraba por las cortinas.

 

Mis padres se sentaron en la sala de estar, y apenas me vieron con ojos de ¿Qué paso?, sus rostros se iluminaron con una sonrisa de bienvenida.

 

—¡Valeria! ¡Qué bueno verte! —, exclamó mi madre, mientras me veía de pies a cabeza.

 

—¡Hola, hija! ¿Cómo te fue hoy? —, preguntó mi padre, con una expresión de curiosidad.

 

Devolví la sonrisa, aunque noté que mis padres me observaban con una mirada inquisitiva.




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