Embarazada Del Jefe Millonario

Entre Tinieblas y Estrellas

—Valeria —dijo Alejandro, avanzando hacia mí con una mirada de preocupación—. Necesitamos hablar.

 

—Papá y mamá, ¿pueden dejarnos solos un momento? —les pedí suavemente.

 

Mis padres asintieron y salieron de la sala a sus habitaciones y Laura salió un momento de mi casa dejándonos solos. Alejandro se acercó y se sentó en el sofá frente a mí.

 

—Valeria, lamento tanto todo lo que ha pasado. Quiero que sepas que no quería casarme. Lo hice por obligación, por la presión de mi madre. Yo... —comenzó a decir, pero lo interrumpí.

 

—Alejandro, por favor, no hagas esto más difícil de lo que ya es —le dije, tratando de mantener la voz firme—. Entiendo que no querías casarte, pero ya lo hiciste. Ahora tienes un compromiso con otra persona. No podemos seguir lastimándonos así.

 

Alejandro me miró con ojos llenos de dolor.

 

—Pero Valeria, tú eres la única persona que amo. No quiero que esto termine así.

 

Suspiré profundamente, sintiendo una mezcla de tristeza y determinación.

 

—Alejandro, ya es suficiente. Hemos pasado por mucho, pero ahora debes respetar tu matrimonio. Yo también necesito seguir adelante, especialmente ahora que estoy… —Pause las palabras desviando mi mirada.

 

—Déjame decirte lo que tengo que contarte, pero primero dime que era lo que tenías que decir especialmente ahora que… —me dice curiosamente.

 

— Especialmente porque estoy acabada, tú les metiste a todos diciendo que yo era millonaria desde que nací y nada que ver, No quiero que pierdas tus millonadas por amor, y que despues sea mi culpa en medio de  esta confusión y dolor, es mejor que cada uno siga su vida, la víbora de tu madre y padre no me dejaran tranquila nunca, hasta descubrir la verdad de quien soy —añado suspirando.

 

Alejandro intentó tomar mi mano, pero la retiré suavemente.

 

—Es mejor que nos alejemos, Alejandro. Por nuestro bien y por el bien de tu esposa. No podemos seguir haciéndonos daño de esta manera. Necesito enfocarme en mi futuro y en mi vida que ya no es mí.

 

Vi cómo las palabras lo golpeaban, sus ojos llenos de lágrimas contenidas. Se quedó en silencio por unos momentos, asimilando lo que había dicho.

 

—Te deseo lo mejor, Valeria —dijo finalmente, con voz quebrada—. Siempre te amaré, y si alguna vez necesitas algo, estaré aquí para ti.

 

Asentí, sintiendo que una parte de mí se rompía, pero también sabiendo que esto era lo correcto.

 

—Gracias, Alejandro. Te deseo lo mejor en tu nueva vida. Cuídate.

 

Se levantó lentamente y se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, se volvió para mirarme una última vez.

 

—Adiós, Valeria —dijo, y luego salió, dejándome sola en la sala.

 

Me quedé sentada, sintiendo una mezcla de alivio y tristeza. Era el fin de mi vida vacía, y dolorosa, hoy menos que le contaría lo de mi embarazado, pero también el comienzo de una nueva etapa en mi vida.

 

Laura regresó a la sala poco después, mirándome con preocupación.

 

—¿Estás bien? —me preguntó suavemente mientras se sentaba a mi lado.

 

Asentí lentamente, aunque las lágrimas comenzaban a acumularse en mis ojos.

 

—Sí... creo que sí. Fue lo correcto, ¿verdad? —le dije, buscando su apoyo.

 

Laura me abrazó con fuerza, transmitiéndome su calor y su apoyo incondicional.

 

—Definitivamente no fue lo correcto. Dejarlo ir no es la opción Eres muy valiente, Valeria. Ahora tienes que enfocarte en ti y en tu bebé. Pero tambien en Alejandro, entiende que el plan ya está en marcha, al salir de la sala Alejandro me dijo que para mañana todo está arreglado, que te dará unas horas nada más, y el volverá, porque entiende que estes molestas con que él se casó. Recuerda, Tienes un futuro brillante por delante.

 

Nos quedamos abrazadas un rato, permitiéndome llorar en silencio. Después de un rato, me sentí más calmada y lista para enfrentar lo que venía.

 

Mis padres entraron nuevamente a la sala, sus rostros reflejando la preocupación y el amor que sentían por mí.

 

—Hija, estamos aquí para ti, en cada paso del camino —dijo mi madre, acariciándome suavemente el cabello.

 

—Gracias, mamá. Gracias, papá. No sé qué haría sin ustedes.

 

Mi padre me abrazó también, y en ese momento supe que no estaba sola. Tenía una familia que me apoyarían en este nuevo capítulo de mi vida.

 

Decidí que era hora de comenzar a moverme, a tomar las riendas de mi vida nuevamente. Me levanté del sofá y me dirigí a mi habitación. Laura y mis padres me siguieron, ayudándome a acomodar las cosas y a establecer un nuevo orden en mi espacio.

 

De pronto se escuchó un golpe en la puerta. Me dirigí hacia ella con curiosidad, preguntándome quién podría ser a estas horas. Al abrir la puerta, me encontré con un grupo de mis amigos más cercanos: Sofía, Clara, Carlos, y Marcos, todos con grandes sonrisas y cargando bolsas y cajas.

 

—¡Sorpresa! —gritaron al unísono.

 

Mis ojos se llenaron de lágrimas de alegría al verlos. No esperaba una visita tan especial, y mucho menos un grupo tan entusiasta.

 

—¡Chicos! —exclamé, sintiéndome abrumada por la emoción—. No puedo creer que estén aquí. Pasen, pasen.

 

Ellos entraron rápidamente, llenando la casa con su energía y risas. Sofía, siempre tan organizada, comenzó a sacar comida y bebidas de las bolsas.

 

—Pensamos que necesitarías un poco de ánimo y compañía —dijo mientras ponía todo en la mesa—. Así que decidimos venir y hacer una pequeña fiesta para ti.

 

Carlos y Marcos empezaron a desempacar algunas decoraciones y juegos de mesa.




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