Embarazada Del Jefe Millonario

Secretos al Desnudo

Dos días después de mi conmovedora confesión en la mansión, Alejandro me mira con ojos llenos de amor y complicidad. Estamos sentados en el elegante comedor, la luz suave de las lámparas resalta sus rasgos, y por un momento, siento que todo está bien en el mundo.

 

Mientras saboreo una combinación peculiar de naranjas, fresas y crema chantilly, noto que Milena se acerca con una sonrisa preocupada en su rostro.

 

—Valeria, ¿está todo bien? —pregunta, sus ojos llenos de curiosidad y preocupación.

 

—Sí, Milena, todo está bien —respondo con una sonrisa, tratando de tranquilizarla.

 

Pero antes de que pueda decir algo más, Alejandro se inclina hacia adelante, su mirada intensificándose.

 

—¿En serio, Valeria? ¿Todo está bien? —pregunta con un tono que mezcla ternura y sospecha.

 

Me tenso ligeramente, sintiendo que algo más se avecina.

 

—Sí, Alejandro. ¿Por qué lo preguntas? —intento sonar despreocupada.

 

Él me mira profundamente, como si buscara respuestas en lo más profundo de mi alma.

 

—Porque últimamente has tenido antojos bastante extraños —dice, señalando mi plato con una ligera sonrisa—. Naranjas, fresas y crema chantilly... No son exactamente elecciones comunes.

 

—Bueno, ya sabes, a veces simplemente me da antojo —respondo, riendo un poco nerviosa—. Además, estoy a punto de tener mi periodo.

 

Alejandro niega con la cabeza, su mirada se vuelve más intensa.

 

—No te creo, Valeria. Me estás escondiendo algo más —dice, su voz suave pero firme.

 

Siento que mi corazón late con fuerza, y trato de mantener la calma. Miro a Milena, quien también parece estar esperando una respuesta, y luego vuelvo a Alejandro.

 

—Alejandro, de verdad, no hay nada más. Solo son antojos. Todos tenemos de vez en cuando —digo, tratando de sonar convincente.

 

Pero Alejandro no parece satisfecho. Se acerca más, tomando mi mano con ternura, pero con una firmeza que me deja claro que no va a dejar pasar esto.

 

—Valeria, por favor, dime la verdad. ¿Qué está pasando? —su voz es casi un susurro, llena de preocupación y amor.

 

Miro a sus ojos, sintiendo la presión y el amor que emanan de él. Es en este momento que me doy cuenta de que no puedo seguir ocultando la verdad. Respiro profundamente, preparándome para lo que viene.

 

—Alejandro... hay algo que necesito decirte —comienzo, mi voz temblando ligeramente—. No he sido completamente honesta contigo. Hay algo más que deberías saber.

 

Sus ojos se abren con sorpresa y preocupación, y siento a Milena acercarse aún más, su rostro reflejando una mezcla de apoyo y curiosidad.

 

—Estoy en mis días, y cuando eso pasa, mis hormonas se alborotan y tengo antojos —digo evadiendo la mirada, mis palabras llenando el silencio de la habitación.

 

Alejandro me mira con incredulidad, sus ojos llenándose de emoción y preocupación al mismo tiempo.

 

—¿días de qué? —repite, como si necesitara tiempo para procesar la noticia.

 

Asiento, sintiendo las lágrimas llenar mis ojos.

 

—Sí, Alejandro. Y he tenido miedo de decírtelo porque no sabía cómo reaccionarías. Pero no puedo seguir ocultándolo más. Necesitas saber la verdad, mis hormonas y estar en mis días es algo de locos, mejor consigue una dorival para el dolor de vientre.

 

Él me mira profundamente a los ojos, y veo cómo su expresión cambia de sorpresa a ternura. Se acerca más y me abraza con fuerza, susurrándome al oído.

 

—Valeria, te amo. No importa lo que pase, siempre estaré contigo —dice, su voz llena de amor y determinación, no tengo idea si me cree o no, pero no puede enterarse aun de mi embarazo.

 

Milena nos observa con una sonrisa de aprobación, y siento una oleada de alivio al saber que finalmente he sido honesta. Aunque el camino por delante será difícil, y la noticia no lo sé, no tengo idea si Alejandro estará a mi lado, si se llega a enterar no lo se.

 

—Tengo que arreglarme para una junta de trabajo, Valeria, vere si te consigo una dorival para que salgas conmigo. Me gustaría que me acompañaras a la empresa hoy —dice, mirándome con una mezcla de entusiasmo y seriedad.

 

Lo miro sorprendida, no esperaba que quisiera que lo acompañara a su empresa, y menos a una reunión de trabajo.

 

—¿Estás seguro, Alejandro? No quiero ser una molestia, bueno ahora entiendo, porque querías que me vistiera con vestido y tacones —respondo, un poco nerviosa.

 

Él se acerca y toma mis manos entre las suyas.

 

—No serás una molestia. Me gustaría que estuvieras conmigo. Además, quiero que veas una parte importante de mi vida —dice con una sonrisa cálida.

 

Asiento, sintiéndome honrada por su invitación.

 

—Está bien, iré contigo —respondo, sonriendo.

 

Alejandro me besa en la frente antes de dirigirse al vestidor para arreglarse. Mientras tanto, Milena está todavía en la sala, su expresión amable, pero con un toque de seriedad.

 

—Hola, Milena —la saludo.

 

Ella se sienta junto a mí y me mira con una mezcla de preocupación y comprensión.

 

—Valeria, quiero hablar contigo sobre algo —dice, su tono suave pero firme.

 

La miro, un poco intrigada y preocupada a la vez.

 

—¿Qué sucede, Milena? —pregunto.

 

Milena suspira y me toma de la mano.

 

—Sé que estás embarazada. He notado tus antojos y otros signos. Pero no te preocupes, no diré nada por ahora. Entiendo que necesitas tiempo para procesarlo y decidir cómo contarle a Alejandro, ahorita es muy arriesgado, sabes que no creo nada lo del dolor de vientre —dice, mirándome con ojos comprensivos.




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