Embarazada Del Jefe Millonario

Secretos en el Ascensor

—Quiero ser quien te arrope de madrugada, que te quite la ropa mojada, por ti dejaría todo, y si es posible huir, lo haría, en qué momento me pedí contigo —me dice con ojos compasivos.

 

—Estaré para ti siempre Alejandro ya dimos el primer paso, ahora falta que te divorcies de ella, porque yo solo te quiero para mi —le digo en tono celosa.

 

—Eres celosa —me sonríe.

 

—Soy celosa, con lo que es mío —le digo.

 

—Vamos al ascensor para subir a la planta donde es la reunión —me dice.

 

Sabía que los riesgos en el Ascensor Privado serian de nervios, ya que había una mujer que nos vio justo cuando nos metimos al ascensor.

 

—Esa mujer nos miró —le digo discreta.

 

—Lo sé, ella no dirá nada, se llama Julia y es una roncera, y complicada, además si te hace algo se las veras conmigo, tengo familia de parte de mi padre que no son malos, al contrario, me apoyan, me ayudan, y guardan secretos siempre que pueden, guardan secretos, la familia de parte de mi madre no saben que tengo empresa de repostería —me dice.

 

—Entonces ellos te apoyan, eso es bueno, aparte dime, si alguna vez les dirás la verdad a la familia que te apoya —le respondo con tono tranquilo.

 

—¿Cuál verdad? —Me pregunta.

—La de nosotros —le respondo.

 

Alejandro me mira fijamente.

 

—Más bien, me gustaría saber, que onda contigo Valeria, se que guardas un secreto, y si no me dices lo voy a descubrir —me dice viéndome a los ojos.

 

—Necesito comer galletas rellenas de chocolate con crema o turrón —le informo mientras él sonríe.

 

—Te la consigo despues —me dice dándome un beso en la mejilla.

 

Desde que Alejandro y yo comenzamos a acompañarnos a la empresa de repostería, donde estoy aprendiendo el manejo de caja, y ver lo del menú, diseños, para luego conocer el restaurante de Alejandro, para ayudarle en todo, es que cada segundos y hora se ha vuelto más difícil mantener la fachada de una relación estrictamente profesional. Cada mirada, cada roce casual de nuestras manos, enciende una chispa de deseo que se niega a ser ignorada. Y aunque ambos sabemos que nuestro vínculo es prohibido, porque está casado. no podemos evitar sucumbir a la tentación.

 

—Me equivoque de planta —me dice sonriendo.

 

—¿Y si nos besamos? —Le pregunto.

 

—Y si mejor me dices la verdad de lo que tus ojos me ocultan —me dice con determinación y un brillo en sus ojos.

 

—No sé de qué hablas — trato de no titubear, y que de mi boca no se escape la palabra que trato de evitar.

—Pondré el numero 7 —me dice.

 

—Nooooo, como asi, es la planta 7, no quiero, es muy alto —le digo temiendo a que un mareo o nauseas me invadan.

 

—¿Qué te preocupa? —Me pregunta.

 

—No me gustan como el ascensor se mueve —Le digo.

 

—No va a pasar nada, tranquila —me dice besando mis labios suavemente.

 

En eso una mujer aparece de la nada y casi nos cacha con lo del beso.

 

—La planta 7 esta deshabilitada Alejandro, te sugiero que vayan a la planta dos —indica la chica.

 

—Bueno, mejor, asi la señorita Valeria no se aturde —dice con una pequeña sonrisa.

 

—¿Por qué tan pálida? —Me pregunta la señorita.

 

—No, estoy bien, suelo ponerme asi por el calor —le sonrió.

 

—Quizá sea otra cosa, por cierto, esa vestimenta te hace ver extraña, más rellenita —me dice.

 

—¿Estas tratando de decirme gorda? —Le pregunto.

 

—No para nada —me dice levantando la ceja.

 

Alejandro me mete al ascensor de inmediato ignorando aquella mujer.

 

—No estoy gorda —le digo a Alejandro dentro del ascensor.

 

—No lo estas —me dice serio.

 

Mientras nos dirigíamos hacia el ascensor numero dos más privado que nos llevaría a la planta ejecutiva, con un familiar de Alejandro. la tensión entre nosotros era palpable. Alejandro caminaba dentro del ascensor que era grande, su presencia envolviéndome en un torbellino de emociones que luchaba por contener.

 

—Alejandro, ¿estás bien? Pareces distraído, no camines tanto que me mareas —preguntó, su voz suave y preocupada.

 

El me miro, perdiéndose en la profundidad de mis ojos mientras luchaba por mantener la compostura, se acerco a mi rodeando mi cintura.

 

—Estoy bien, solo un poco cansado. Pero estoy emocionado de mostrarte nuestra empresa —respondió, tratando de desviar la conversación hacia temas menos peligrosos.

 

Yo suspiré nerviosa, pero pude ver la duda en su mirada. Sabía que no podía seguir evitando lo que estaba sucediendo entre nosotros, pero también temía las consecuencias de dejar que nuestras emociones nos dominaran.

 

Cuando para mi mala suerte, se detuvo unos segundos el ascensor, las puertas se abrieron con un suave zumbido, revelando el interior lujoso y moderno desde abajo, el ascensor no había bajado completamente al piso dos.

 

Nos adentramos en el Torbellino tenebroso, no me gustan las alturas, y el ascensor se había detenido. Quería estar asolas con él por primera vez desde que salimos de la mansión, y me pasa esto.

 

Alejandro siempre con los nervios de acero y yo toda desesperada.

 

—¿Puedes arreglarlo? —Pregunto aturdida.

 

—Si, acabo de recetarlo —me dice mientras me toma de la cintura.

 

El silencio entre nosotros era ensordecedor, cargado de una tensión palpable que amenazaba con estallar en cualquier momento. Yo me apoye contra la pared del ascensor, mirándome con una intensidad que hacía que mi corazón latiera con fuerza.

 




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