Alejandro se levanta a buscar lo que le pedí mientras disfruto de mi lasaña.
Tres minutos despues regresa y se me queda viendo mientras me pone todo en la mesa. Yo por mi parte evito el contacto visual.
—Valeria, cariño mío, ¿Te vas a comer todo esto tu sola? —Me pregunta.
—No, come conmigo, siéntate, se que tienes ese antojo igual que yo —le digo con un tono bromeando.
—¿Qu escondes?, me vas a decir eso que escondes en tus ojos y evades para no tratar de leerte, ya dime que es, me interesa saber que gritan tus ojos —me dice inclinándose a mí.
—¿Qué? —Le pregunto.
Alejandro me observa, mientras agarro un trozo de pastel con cerezas.
—No mientras —me dice.
—Quieres cereza —le respondo evadiendo a su pregunta y se la meto a la boca.
—Esta rica la cereza ¿Verdad? —Le pregunto.
—Si, igual que tu que estas bien rica, termina de comer mi princesa —me dice.
La noche había caído sobre la ciudad, y la mansión de Alejandro estaba envuelta en un silencio reconfortante. La cena había terminado y ambos estábamos en la sala, el crepitar del fuego en la chimenea era el único sonido que llenaba el ambiente. Alejandro parecía inquieto, como si una pesada carga le pesara sobre los hombros.
—Valeria, tenemos que hablar —dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su voz era firme, pero había una nota de vulnerabilidad que no había escuchado antes.
—¿Qué pasa, Alejandro? —pregunté, mi corazón comenzando a latir más rápido.
—He estado pensando mucho sobre nosotros, sobre nuestro futuro —comenzó, sentándose a mi lado y tomando mis manos entre las suyas—. Sabes que mi matrimonio fue una obligación, algo impuesto por mis padres. No hay amor en esa relación, solo deber y conveniencia.
—Lo sé —respondí, tratando de mantener la calma. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparada para la mezcla de emociones que sentía.
—He decidido que es hora de arreglar las cosas —dijo, mirándome a los ojos con una determinación que nunca había visto en él—. Voy a ir a la mansión de mis padres para hablar con ellos y con mi esposa sobre el divorcio. No puedo seguir viviendo así, y mucho menos ahora que tú estás en mi vida.
Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaron con brotar. No quería que Alejandro viera cuánto me afectaba esto, así que intenté sonreír.
—Es lo correcto, Alejandro. Debes ser libre para ser feliz, para hacer tu propia vida —dije, aunque cada palabra me costaba un esfuerzo enorme.
—Valeria, esto no es solo por mí —dijo, apretando mis manos con más fuerza—. Es por nosotros. Quiero estar contigo, de verdad. Pero no puedo hacerlo mientras esté atado a un matrimonio sin amor. Necesito resolver esto, para que podamos tener un futuro juntos, amenos que me digas eso que quieres decir que nunca puedes.
Las lágrimas finalmente comenzaron a caer, y Alejandro las secó con sus pulgares, mirándome con una ternura que me hacía desear que este momento durara para siempre.
—¿Cuándo te irás? —pregunté, mi voz apenas un susurro.
—Mañana por la mañana, pero dime que es eso que te agobia, podríamos salvar nuestras vidas, si tu me dices si te ata algo a mi —respondió—. No quiero dejar esto por más tiempo. Cuanto antes lo resuelva, antes podremos empezar nuestra vida juntos.
Asentí, sabiendo que tenía razón, aunque el pensamiento de estar sin él me hacía sentir vacía.
—Tengo miedo a perderte, a que tus padres me hagan la vida miserable, tengo miedo a morir, hay cosas que se de tu padre, es un monstruo, no voy a revelar nada, asi que no me preguntes. Prométeme que volverás pronto —le pedí, mirándolo a los ojos.
—Te lo prometo, pero dime ¿Mi padre te hizo algo? —dijo, inclinándose para besarme suavemente—. Esto es solo el comienzo para nosotros, Valeria. Resolveré todo y volveré a ti, pero si mi padre te hizo algo, te lastimo cuando te deje sola, debes decirme.
—No, él no me toco, no me hizo nada, es que no me obligues a decirlo —le respondo llorando, de por si mis hormonas están alborotadas.
—Pero ¿Por qué lloras?, puedes calmarte princesa, deja de llorar, ya sé que mi padre es de lo peor, es que últimamente estas sensible a todo, por eso no quería decirte, me, pero obligarte a decir que no entiendo —me dice con seriedad.
—Sabes que cuando te vayas, no me despiertes, no quiero verte ir —Le digo contrariada.
Milena se asoma para ver cómo están las cosas en la mansión.
—¿Te hizo algo Milena? —Pregunto mientras yo me sentía frustrada.
—No, estoy cansada —le digo.
—V a descansar entonces —me dice con confusión.
—No —Le digo llorando.
—Te daré tiempo, cuando quieras me cuestas eso que puedo descifrar en tu mirada —me dice mientras toma mis manos.
—Tus manos están heladas —me dice.
—Si, porque el clima este algo frio, ¿No crees? —Le pregunto.
—Movámonos un poco a la chimenea para calentarte —me dice ayudándome.
Nos quedamos abrazados en silencio, disfrutando del momento. El fuego en la chimenea crepitaba suavemente, y aunque sabía que los días siguientes serían difíciles, la promesa de un futuro juntos me daba la fuerza para enfrentar lo que viniera, me negaba a estar sola, 30 minutos despues, mis padres me darían la peor noticia.
—Hija, nuestras vacaciones terminaron, tu padre y yo nos iremos con Alejandro —me dicen mis padres.
—No, como se supone que hare, si necesito ayuda con ya sabes que —les digo molesta.
—Hija tranquila no te quedaras sola en la mansión —me dice mi madre.
—Necesito estar sola —Les digo levantándome.
—No, porque hablan con códigos ustedes dos, ayuda con que, quiere decir que tu madre ya sabe todo lo que tu no te animas a decirme —me dice con cara de confusión.
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Editado: 14.06.2024