Embarazada por Venganza.

Capítulo 05: Olor a limón.

Todo aquello que anhelo se hará realidad, aunque de por medio deba lastimar a alguien.

Bruce Wilding

Vi la capacidad de la joven Zaya y he de admitir que cautivó hasta lo más profundo de mi amargura. Luego de todo el procedimiento, le pedí hacer unas cuantas labores más, las cuales realizó a la perfección. Sin duda es apta para formar parte de Wilding Smile Dentist, es por eso que desde que terminó dichas asignaciones, la contraté y ya tiene tres días laborando.

Maia me comentó que solamente le falta matricularse aquí en el país, por lo que deberá tomar un examen en unos días, con gusto le cedí el permiso, puesto a que es parte de mi beneficio. 

Un toque a la puerta me alerta de la llegada de alguien, es raro que reciba visitas en el despacho. 

—Vaya, vaya… ¿Esto es lo que hace un posible heredero del Grupo Wilding? —veo a mi hermana junto a sus escoltas en la entrada de mi oficina clínica. 

—No tengo tiempo para tus niñadas, Bethany. Se nota que careces de nivel empresarial, pero si vienes a algo que no sea importante a perturbar mi agenda, no te escucharé y deberás retirarte.

Se queja casi en silencio y me mira de nuevo, mientras que yo siento su mirada encima de mí y finjo leer un libro esperando sus absurdos berrinches. 

—Vengo a ver lo incompetente que eres en esto, también a reclamarte, ¡yo era quien debía hacerme cargo de mamá! —asiento. 

—Claro, de esperar por ti, mamá no estaría aquí mientras te divertías en un viaje con tus amigos. Por favor, busca otra estupidez que reclamar y en vez de venirme a decir esto, vete a tu negocio a trabajar para que el tiempo que pierdes no se note en el informe de las ventas mensuales que debemos pasarle a papá. 

Sujeta su bolso con furia y lo lanza al suelo. Siempre se repite el mismo patrón con ella. Ahora soltará la misma frase que según ella la respalda cuando no puede lastimarme o salirse con la suya. 

—“Yo seré la mejor siempre de los dos, tendré un paso delante de ti aunque sea menor” —repetimos al unísono y se retira tras ver mi acción. 

Uno de sus hombres tomó el bolso y se retiró de mi espacio.

Camino a cerrar la puerta, pero una mano me lo impide. ¿Quién va a fastidiarme ahora? 

—Bethany, ya te dije que te… —me detengo al notar a mi nueva empleada. 

—L… lo siento, señor, no quería molestar, vendré en otro momento cuando esté más calmado—se muestra avergonzada. 

Sujeto su muñeca para que se detenga y regrese. 

—No, lo lamento. Pensé que se trataba de mi hermana nuevamente —sacudo mi cabello para concentrarme un poco—. ¿Qué se le ofrece? 

—Pues, usted me pidió que le trajera una limonada. ¿Ya se le olvidó? 

 

«Es cierto, que despistado soy». 

 

—S… sí, la estaba esperando, te demoraste. 

La sujeto, pero al tratar de hacerlo se derrama encima de mi ropa. 

—¡Oh, señor!, déjeme limpiarle —la chica no querrá verme a la cara nunca más. 

—Tranquila, puedo hacerlo yo solo —tomo el pañuelo que tiene en su mano para tallar en mi ropa, sin embargo, ella insiste. 

—Venga, permítame ofrecerle una mano con eso. 

—No eres mi asistente personal, solo es en casos de los dientes, te pedí el jugo por atrevimiento, pero ya esto sería demasiado —niega. 

—Si un día me veo en un aprieto, sé que es tan amable que podría ayudarme. ¿Cómo no colaborarle a un hombre con tanta simpatía?, se ve que no es de los que les haría daño a nadie —sonríe con grandeza.

Mis mejillas se calientan y toman un tono diferente. Ahora que me fijo, esta mujer es hermosa, al igual que las palabras que me profesa. Si sigue de esa forma, puede que intente cautivarme.

—Gracias por el cumplido —suspiro ya rendido—. Te concederé servirme con esto solo esta vez, luego, no será así, ¿está bien?, pero… debes acceder a una salida conmigo, debes obedecer a tu jefe o ¿te resulta muy atrevido?, sería un asunto sencillo, solamente como agradecimiento. 

—No es necesario que se sienta en deuda conmigo—frota la camiseta—, colaboro con mucho gusto. 

Sigue frotando al punto de empujarme contra mi escritorio y que una de sus piernas se apoye encima de mis rodillas. El poco jugo que quedó en el vaso se había terminado de derramar en uno de mis glúteos. 

—Bueno… no creo que quieras limpiar aquí, ¿o sí? —la mirada pícara que le ofrezco hace que sus mejillas tomen color similar a las de las mías. 

—Lo lamento tanto. Que vergüenza para ser mis primeras veces con usted, señor Wilding. Seguro ha de pensar que soy una tonta.

Procedo a sujetar su cintura para evitar que se caiga o apoye el pie encima del mío causando otro accidente. 

—No, no lo eres, este tipo de cosas nos pueden suceder a cualquiera. Lo que sí no suele ocurrir es que yo invite a una chica a salir, pero no me ha respondido si acepta, ahora está mucho más comprometida. 




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