Embarazada por Venganza.

Capítulo 06: ¿Por qué no?

Si quiero ejecutar mi venganza en tu contra, debo comenzar a actuar antes de que mi corazón se decida en hablar. 

Zaya Lawless

Cada segundo que paso al lado de Bruce, las ganas que él tiene de salir conmigo son mucho más enormes, sin embargo, puede ser que acceda a sus deseos de estar con una mujer como yo que desde un principio puso las cosas claras. 

Pero… ¿por qué no?, ¿qué tiene de malo estar con el hombre que quiero destrozar hasta el final?

 

«Si tan solo supiera que tenemos un pasado en común, lo mejor es que no lo recuerda».

 

Maia ha estado más tranquila desde mi entrada a su trabajo y también con la llegada de mi familia a casa, me dijo que no se siente sola y que por fin puede decir que está en familia, aunque la mía no sea la más conveniente para tener ese título ni mucho menos la más normal. 

Terminamos de incrustar una ortodoncia en un cliente, para luego acomodar las cosas que hemos utilizado. Hoy mi jefe ha estado en silencio, cosa que es extraño en él que resulta ser un parlanchín, seguro algo se trae entre manos. 

Y como si se tratase de que yo leo mentes, sí que tenía un asunto preparado. Me recuesta en la camilla de los pacientes y se acerca a mí.

—¿Vas a salir conmigo?, no te hagas la difícil. 

—De hecho, casi debo irme a tomar el examen del matriculado, pero puede ser a la noche, señor Wilding, ¿le parece? —Su cercanía me irrita, «si supiera que lo que menos deseo es tenerlo junto a mí».

—Me resulta perfecto, me alegra que hayas accedido. Verás que la vamos a pasar muy bien. —Asiento. 

—Prometo que no tendrá más olor a limón en su ropa. 

Reímos mientras que él, se concentra en mirarme fijamente por unos segundos. «Trágame tierra y escúpeme en mi casa, por favor». 

—Espero que no, pero… mi ropa puede tener tu olor, si deseas —guiña uno de sus ojos sin dejar de mantener el contacto visual. 

—¿Quiere que tenga olor de mujer?, si usted pertenece al otro bando no lo voy a juzgar —lo rodeo de forma divertida y me da la espalda. 

Su rostro se pone como un tomate, que gracioso es molestarlo. 

—¡N… no!, soy cien por ciento heterosexual —recalca incómodo. 

—Bueno, en ese caso —le observo fijamente—, deseo que mi fragancia se quede impregnada en su piel y no se olvide de mí tan fácil. —Comento con un tono de voz más sutil de lo habitual. 

Comienza a acariciar sus cabellos claros ante el nerviosismo y la notoria forma de no saber cuál podría ser su próximo movimiento. 

—M… mejor organicemos todo, creo que hay más pacientes. En la noche pasaré por ti. 

—No sabe dónde vivo —enarco una ceja. 

—Vives con Maia, ella me lo mencionó, así que, tranquila, iré a recogerte.

Odio a mi mejor amiga por eso, pero ni modo. 

—De acuerdo, —no pronuncio una sola palabra más y sigo organizando la zona de trabajo. 

Después de aquellas palabras respecto a su sexualidad, no comentó nada más conmigo, sobre todo, dejó de ser un coqueto y puso los pies sobre la tierra. 

Tocan la puerta y vemos que se trata de Maia con una cara de pocos amigos. 

—Señor Wilding, una joven llamada Tamara dice que lo conoc… —es interrumpida y hace un gesto de incomodidad.

—¡Bruce, cariñito! —corre hacia él con unos tacones extremadamente altos y las uñas de un largo exorbitante, «¿cómo se limpiará el trasero?». —Considera mi cerebro, de todo lo que pudo llegar a mi mente, esto es lo primero que quiero analizar. 

—Tamara, ¿qué te he dicho de entrar a mi consultorio sin permiso?, no puedes irrumpir en mi espacio de trabajo como si fueras la dueña —aprieta la mandíbula. Único aspecto sensual que he visto en este hombre. 

Aunque de eso es que me quiero convencer… 

—¿Por qué eres tan cruel conmigo?, vine a hacerme un procedimiento—hace un puchero. 

—Porque aquí no está jugando, así que si no tienes cita, puedes retirarte —menciono irritada poniéndome en frente de mi jefe. 

—¿Y quién es esta?, ¿tu guardaespaldas? —niego. 

—Su asistente, un gusto. 

—¡Ah!, ya veo que tienes una nueva, a ver, bríndame un poco de agua, que sea mineral, por favor —se cruza de brazos. 

—Soy asistente de Odontología, no de servicios que con tus dos manos y tus garras de gata callejera puedes hacer por tu cuenta. En el baño puedes encontrar agua “mineral” —ruedo los ojos, ojalá se vaya pronto.

Maia me hace un gesto de que me detenga, no obstante, sabe cómo soy yo. 

—¡Bruce!, ¿cómo permites que tus empleaduchas me traten de esa manera?, ¿qué no sabe quién soy?, ¿no saben que te vas a casar conmigo? 

Las risas tanto de Maia como mías no se pueden contener, cada día vemos más personas ridículas. 

—Nunca dije que me iba a casar contigo, Tamara, así que te pido amablemente que te retires y nos veremos después. Además, no te acepto que porque seas de una buena familia relacionada con la mía vengas a tratar mal a mis empleados. Otro comportamiento similar y no te hablaré nunca más —la seriedad en sus palabras es notoria, vaya que cuando se lo propone tiene actitud. 




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