Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 2 parte III

No sé en qué momento acepté venir con él. Pero lo cierto es que estamos saliendo del taxi y entrando a un gran edificio.

Cuando las puertas del ascensor se cierran me acorrala y me besa con pasión. Le devuelvo el beso con el mismo desenfreno.

Tal vez es el alcohol, pero nunca me había sentido así. Tan deseosa por sentir sus manos sobre mi piel. No podía detenerlo, ni quería.

Cuando el sonido del ascensor suena, las puertas se abren dejándome ver una gran estancia, salimos dando trompicones debido a nuestro estado.

Entre risas y besos llegamos a una puerta, la que supongo es su habitación.

Abre la puerta sin dejar de besarme, sus manos van a mi trasero ayudándome a poner mis piernas alrededor de su cadera.

Ya no puedo aguantar más, necesito sentirlo. Avanza conmigo, cuando llega a su cama se deja caer, aún tengo mis piernas alrededor de su cadera. 

 

<< ¡No puedo creer que esto este apunto de suceder! >> 

 

Entre beso y beso la ropa desaparece, nos encontramos completamente desnudos.

Siento una oleada de timidez cuando sus ojos empiezan a descender por mi cuello deteniéndose en mis senos.

Mis manos cubren mis pechos, siento mis mejillas calientes. No es que sea fea, no lo soy, pero uno nunca puede evitar sentir algo de vergüenza en un momento así ¿Verdad?

Los ojos de Gonzalo vuelven a los míos y me regala una sonrisa tranquilizadora.

—No sientas vergüenza, eres muy bella. No tienes idea de cómo me haces sentir —dice con voz ronca, dando pequeños besos en mi cuello.

Poco a poco me relajo con sus besos. Paso los dedos en el suave cabello de Gonzalo. Sus labios descienden de mi cuello a mis pechos. 

 

<< ¡Oh! >> 

 

Parece disfrutar paralizando mi respiración con sus toques. Su lengua me tortura, la siento jugar con uno de mis senos, mientras que su mano lo hace con el otro.

Siento todo mi cuerpo arder, creo que mi sangre se ha vuelto fuego líquido. Su mano desciende por mi muslo, instintivamente separo mis piernas, puedo sentir lo duro que esta cuando pega su cadera a la mía.

Sus labios vuelven a atacar los míos con ansias.

—María Fernanda... —jadea con fuerza—. ¿Estas segura de esto? Puedo parar si quieres —susurra contra mis labios. Lo miro a los ojos, casi parecen más oscuros de lo que son.

—Hazlo ya por favor —suplico con la voz tan ronca como la de él.

De una estocada se desliza dentro de mí. 

 

<< ¡Ah! ¡Que Rico! >>

******

 

Siento mucho calor, trato de moverme, pero algo encima de mi me lo impide.

Puedo sentir el sol sobre mi cara. ¡Maldita sea, Vanessa! 

 

<< ¿Por qué abrió mis cortinas? >>
 

Abro los ojos para mirar la hora en mí reloj. ¡Gran error! La cabeza me estalla.

Mis ojos miran detenidamente a mi alrededor. Esta no es mi habitación.
 

<< ¿Dónde rayos me encuentro? >>
 

Una vez más trato de moverme, pero me doy cuenta que lo que tengo encima es un brazo. Abro mis ojos con sorpresa, empiezo a detallar hasta llegar al dueño del brazo que esta encima de mí. 

 

<< ¡Santa Mierda! >> 

 

Al darme cuenta de a quién pertenece ese brazo, preguntas estúpidas se atoran en mi cabeza.

¿Qué hago en la cama con Gonzalo?, ¿POR QUÉ ESTOY DESNUDA?, ¿POR QUE ÉL ESTA DESNUDO?, ¿Por qué hago preguntas tan imbéciles?
 

<< ¡Mierda! >>
 

Mi cabeza me explota, tengo que cerrar los ojos un momento para evitar que la cabeza se me parta en dos. Pero en cuanto cierro los ojos, imágenes de la noche anterior llegan a mí.

Gonzalo en el bar en que me encontraba yo, una muy risueña Mafer tomando con su jefe, juntos saliendo del bar, él besándome, yo colgada de él, ambos desnudos en su cama, yo sobre él. ¡Carajo que vergüenza! 

 

<< ¡Tengo que salir de aquí! ¡YA! >> 

 

Con mucho cuidado, retiro el brazo de mi jefe.
 

<< ¡Mierda me tire a mi jefe! >> 

 

Me siento despacio, me pongo de pie. << ¿Dónde está mi ropa? >> Busco con desesperación mi ropa. En una esquina del cuarto están mi jean y blusa, corro hasta ellos. 

 

<< ¿Ahora donde diablos esta mi ropa interior? >> 

 

Encuentro mi braga a un lado de la cama junto a un bóxer negro. Mi cara vuelve a hervir por la vergüenza.

Me la pongo con rapidez junto con mi pantalón. Ahora solo falta mi sujetador, pero por más que busco no lo puedo encontrar. Y puedo ver que Gonzalo no tardaría en despertar. 

 

<< ¡A la Mierda! >> 

 

Me pongo la blusa sin sujetador. Salgo del cuarto y al lado de la puerta puedo ver mi cartera y mis zapatos. Sin perder más tiempo, y con los nervios a flor de piel, me pongo los zapatos de tacón y salgo de esa casa.

Cuando al fin puedo respirar aire puro, mi pulso se tranquiliza un poco.

Agarro la liga que siempre tengo en mi muñeca y me hago un moño en lo alto de la cabeza.

Una vez en el taxi le envío un mensaje a Vanessa y Lizzy, necesito que vayan con suma urgencia a la casa.

****** 

 

<< ¡Soy una zorra! ¡Una GRAN zorra! >>
 

Mi cabeza le da vueltas a ese pensamiento, he llegado a mi casa hace unos quince minutos. Lo primero que hice fue entrar a la ducha.

Cuando termino me seco, me pongo un short y un polo simple.

—¡María Fernanda, que es eso tan urgente que tienes que decir para que nos despiertes a las seis y treinta de la mañana un maldito domingo! —la voz de Vanessa retumba en el silencio de la casa. Han llegado rápido.




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