Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 5

Son casi las seis de la tarde, a pesar de no haber tenido mucho trabajo me siento agotada. Solo confirmar unas juntas para hoy y recoger unos manuscritos pendientes. Pero no puedo evitar tener sueño, siento mis ojos cerrarse. Un carraspeo hace que abra los ojos, es Gonzalo. 
 

—Señor Carson, lo lamento —digo enderezándome con rapidez.

—No te preocupes María Fernanda, debemos hablar, ven a mi oficina —Se da la vuelta y entra a su oficina.

Ya está, me va a despedir. Claro, no quiere tener cerca su aventura de una noche y que encima este embarazada. ¿Que haré ahora desempleada? 

 

<< María Fernanda deja la paranoia. No puede despedirte tonta, eso está prohibido. >> 

 

Camino hasta la puerta de su oficina, antes de entrar acomodo mi ropa. Toco dos veces. 
Él se encuentra sentado en el sofá que tiene al lado izquierdo de la oficina.

—Siéntate por favor. —Señala el asiento delante de él. Me acerco y me siento donde me indica.

—Bien, primero creo que debemos tutearnos, digo, es un poco absurdo tratarnos de señorita y señor. Así que pienso que desde ahora seremos Gonzalo y María Fernanda. A menos que sea necesario hablarnos de otro modo.

—Si, está bien —respondo cruzándome de piernas.

—Una vez aclarado ese punto, hablemos del embarazo.

—Está bien, ¿Qué quieres saber? —Me remuevo incomoda en el sofá.

—¿Cuántas semanas tienes? ¿Como te sientes? ¿Te ha visto un médico? ¿Qué has pensado hacer ahora? —Lanza pregunta tras pregunta con rapidez.

—Espera, espera. —Levanto mis manos—. Mas despacio.

—Un momento, antes de que respondas todas mis preguntas. Quiero que sepas que jamás fue mi intención el decir que te deshagas de ese niño. Yo solo quería saber cómo te sentías al respecto.

—No te preocupes, yo entendí mal —digo suspirando—. Para responder a tus preguntas, tengo aproximadamente siete semanas, me siento muy asustada no voy a mentir, no me siento preparada para ser responsable por alguien. Aún no he ido a ningún médico, pensaba sacar cita hoy, y la verdad no se bien que voy hacer, por ahora tratar de cuidar de mi —admito desahogándome—, y quiero que sepas, que continuaré con este embarazo y puedes ser parte de él si así lo deseas, pero no estas obligado a nada si no quieres.

—María Fernanda, nunca imaginé que esa noche trajera consecuencias. —Siento mis mejillas calientes—. Pero lo cierto es que ese bebé es tanto tuyo como mío y no voy a dejarlo solo, voy a ser responsable de mis actos, ten por seguro que nada le faltará.

—De acuerdo, ahora dime como haremos para decírselo a los demás —pregunto.

—María Fernanda, como te dije siempre estaré aquí para esa criatura y para ti también, eres después de todo la madre de mi hijo. Pero por ningún motivo me voy a enamorar de ti, y tú tampoco lo harás de mí. Esa es la única regla que tengo. Seremos amigos, creo que es lo mejor.

Suelto una risa de incredulidad. 

 

<< ¿Pero que se cree este tipo? >> 
 

 

Podrá ser guapo, pero de ahí a enamorarme hay una brecha muy ancha.

—No pretendo enamorarme de nadie, es lo último que puedo pensar. Además, acabo de terminar con mi novio.

—¿Y eso por qué? —pregunta extrañado.

—¿Te parece poca cosa que vaya a tener un bebé con otro hombre? —exclamo sin creer su pregunta.

—Tienes razón fue una pregunta estúpida. Lamento lo de tu novio, supongo que no lo tomó tan bien. Y con respecto a las demás personas, pues creo que debo decírselo a mis padres. ¿Tu harás lo mismo?

—Si debo decirles, no es algo que pueda ocultar mucho tiempo. Pero no les diré quién es el padre, al menos no al principio —aclaro.

—Que tiene de malo que lo sepan —pregunta frunciendo el ceño.

—Eres mi jefe, no quiero que me vean como una zorra oportunista. Y no deseo decírselo a los demás empleados de aquí. No quiero ni imaginar lo que dirán todas las mujeres que están enamoradas de ti. 
Su risa no se hace esperar.

—Si es lo que tú quieres, lo haremos así —dice tratando de borrar su sonrisa—. Ahora debemos irnos.

—¿Y a dónde? sí se puede saber —pregunto con el ceño fruncido.

—Tenemos una cita con una doctora de mi entera confianza.

—¿Perdón? —chillo con incredulidad.

—Que sucede ahora. —Hace una mueca de fastidio.

—Sucede que tú no puedes mandar sobre mi cuerpo y decidir a qué médico debo ver y en qué momento. —Arrugo la frente con fastidio.

—Por supuesto que puedo. —Él también está molesto—. Es mi hijo el que llevas ahí. 
Suspiro con resignación tratando de calmar mi temperamento, es obvio que esta pelea no la voy ganar.

—Como quieras, no tengo ganas de discutir. —Me pongo de pie. Cuando salimos de su oficina el teléfono de mi mesa suena.

—Adelante contesta puede ser importante —dice él. Camino a paso rápido hacia el escritorio. 

 

Oficina del señor Carson —contesto.

Chiquita ya estoy por salir ¿Nos vamos juntas? —La alegre voz de Lizzy suena en el teléfono.

Liz ahora no puedo, voy de salida —respondo con rapidez.

¿A dónde vas chica? —curiosea.

Estoy yendo a ver a una doctora con Gonzalo. —Trato de hablar lo más bajo posible. Puedo ver a Gonzalo parado a unos pasos de mí.

¡Se lo dijiste! ¿Como lo tomó? Cuéntame —pregunta emocionada.

Te digo que ahora no Lizzy, hablamos después —cuelgo antes de que pueda decir algo más. 
 

Cuando volteo para mirar a Gonzalo, tiene una ceja levantada.

—¿Qué? —Finjo demencia.

—Pensé que no querías que nadie de la oficina se entere —dice metiendo sus manos en sus bolsillos delanteros.

—Lizzy es una de mis mejores amigas, y ella es la única que lo sabe —respondo con impaciencia—. Bueno ¿Vamos o no?




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