Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 7

Vómitos, náuseas, mareos y unas ganas locas de comer helado de chocolate con plátano. En eso se podía resumir mi semana. Tengo exactamente siete semanas, aún no se me nota nada.

Me termino de vestir, me he puesto un jean azul y una blusa blanca algo suelta.

Las mañanas son un calvario para mí, entre vómitos matutinos y mareos. Lo único bueno es que hoy me entregan el auto y ya no tendré que lidiar con el transporte público. Estoy por salir cuando mi celular empieza a sonar escandalosamente en mi cartera. Saco el celular mientras cierro la puerta detrás de mí. Contesto sin mirar. ¡Gran error!

Hola Cariño, ¿Como estás? ¿Por qué nunca puedes llamarnos? No sabemos nada de ti desde hace un mes.

Mamá. ¿Como te encuentras? —pregunto mientras camino hasta la parada de autobuses.

Bien querida. Es tu papá que no se encuentra tan bien. Ya sabes el problema de su corazón —puedo sentir en su tono cierto aire de preocupación.

—Oh mamá, ¿Y porque no me han dicho nada? —digo molesta. Me detengo en el paradero.

¿Y todavía preguntas María Fernanda? Si tú nunca llamas —la voz molesta de mi madre no se hace esperar.

Bueno ma, pero han podido llamar —refunfuño ya "cómodamente" sentada en el bus.

Ya, ya. No llamaba para reprocharte hija, quiero saber cómo estás. ¿Qué tal te está yendo en el trabajo? ¿Cuándo vendrás con el encantador de tu novio? —exclama con emoción. 
 

<< ¡Oh no! ¡Por ahí por favor! >> 
 

Cabe decir que mi familia ya ha conocido a Carlos en una visita que habíamos hecho a mi familia. A mi madre le había encantado. Aunque a mi hermano y a mi padre no les agradara tanto.

Eh... todo bien aquí mamá. Sabes tengo que dejarte ya estoy yendo al trabajo. Muchos saludos a todos y ya estaré por ahí de visita —afirmo colgando con rapidez sin esperar a que mi madre indague más en el tema de Carlos. Eso es algo que definitivamente no quería tocar ahora y menos por teléfono.

****** 
 

 

Me encuentro sentada frente a mi escritorio. Ya le he preparado el café a Gonzalo y he llevado un manuscrito que había pedido el día anterior. Estoy revisando el correo cuando Gonzalo sale del ascensor, luce muy apuesto con su inmaculado traje azul.

—Buenos días, María Fernanda —dice acercándose a mi escritorio—, ¿Como te encuentras hoy? ¿Has tomado desayuno? —La pregunta de todos los días.

—Buenos días, Gonzalo —bufo irritada. Ahora todo me irritaba—, ya comeré algo después, no tengo ánimos de comer algo en este momento.

—Debes alimentarte, ahora no solo eres tú, tienes a dos más que alimentar. —Se cruza de brazos.

—Gonzalo eso lo tengo presente. —Ruedo los ojos—. Pero ya te quiero ver a ti comiendo cuando todas las mañanas lo primero que haces es regresar todo lo ingerido.

Me mira entre avergonzado y triste. —Lo siento, no recordaba las náuseas.

—Al menos uno de los dos lo hace —respondo con fastidio. 

 

<< ¡Ya vete por favor! >>
 

—Estaré en mi oficina si necesitas algo —dice arrugando el ceño. En cuanto cierra la puerta, suelto el aire retenido. Y así pasan las horas entre correos, manuscritos y juntas. Mis pies me matan, había tenido que preparar tres juntas una de ellas con almuerzo incluido.

Pero al fin es hora de irme, aunque aún es media hora antes quiero salir antes para recoger mi auto. Así que me dirijo a la oficina de Gonzalo. Toco dos veces y abro la puerta. Él se encuentra leyendo unos documentos.

—Gonzalo ya terminé todo lo que me encargaste. ¿Tú crees que pueda salir ya? quiero ir a recoger mi auto —le comento parada en la puerta. Me mira y arruga el ceño

— ¿Aun no lo recoges? Pensé que ya lo tenías, ¿Has estado tomando el bus? —parece horrorizado.

—Me lo entregan hoy —gruño aguantando las ganas de blanquear los ojos—, ¿Puedo salir o no?

—Si, pero te llevaré yo —afirma parándose y agarrando su saco del respaldar de la silla

—No es necesario que lo hagas, el bus no tiene nada de malo. —Mentirosa me grita mi subconsciente.

—Pues lo haré igual, camina por favor —afirma de manera autoritaria.

Me doy la vuelta molesta y camino hasta el escritorio para coger mi cartera. Gonzalo ya me espera en el ascensor, así que entro y me ubico lo más lejos posible de él. Este hombre tiene la cualidad de irritarme con facilidad. Cuando las puertas se abren en el primer piso, el área de recepción, salimos. Gonzalo ubica una mano a la altura de mi cintura y la otra en su bolsillo delantero del pantalón. Puedo ver como las dos recepcionistas nos miran con asombro y empiezan a cuchichear entre ellas.

Ya estamos casi en la puerta cuando Cassidy Méndez nos intercepta. Ella es la encargada del área de recursos humanos.

—Gonzalo —dice sonriéndole coqueta e ignorándome por completo—, ¿A dónde vas querido? —pregunta colgándose de su brazo.

—A ningún lado en especial, Cassidy —resopla algo irritado retirando su brazo del agarre de la bruja.

Ella no se mueve del lugar, solo se gira hacia mí y me mira con desprecio.

—¿Necesitas algo? Ésta es una conversación privada. Deberías estar en tu puesto de trabajo —me dice con desdén mirando su reloj. La miro con fastidio, cuando voy a responder Gonzalo se adelanta.

—En realidad la que debería estar en su puesto eres tú Cassidy, la señorita Avery esta de salida conmigo —afirma. Empieza a avanzar aún con su mano en mi cintura.

Alcanzo a ver la cara de odio que me lanza la bruja. Cuando salimos nos dirigimos al estacionamiento. Nos detenemos delante de un Audi R8 negro. Me abre la puerta y luego se dirige a la puerta del conductor. El interior del auto está impregnado con su olor, es embriagador.

—Lo siento —dice arrancando el auto




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