Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 8

Con rapidez entro a la casa.

—¡VANESSA! ¡VEN! ¡HAY FUEGO, HAY QUE SALIR! —grito desde la puerta. Vanessa se acerca a mi corriendo.

—¿Estas segura, Mafer? —pregunta palideciendo.

—¡Claro que si tonta! Vamos muévete —exclamo agarrándola de la mano y jalándola hasta la puerta.

Un grito ahogado sale de los labios de Vanessa cuando ve todo el humo que hay afuera.

—Mafer, vamos a morir —afirma con lágrimas en los ojos, está temblando.

—Cálmate quieres, saldremos de esta —asevero avanzando.

Ya no queda nadie en este piso, el humo se hace cada vez más espeso dificultándonos el poder respirar. Las llamas ya han bajado más por las escaleras y son enormes, casi no hay espacio para poder pasar y bajar las escaleras. Avanzamos con rapidez mientras tosemos, siento mis pulmones arder cada vez que trato de respirar.

—Vanessa tienes que pasar corriendo —explico colocándola adelante—, vamos cariño hazlo rápido.

Me mira con miedo, pero cubriendo su boca y nariz corre hasta el otro extremo.

—¡AHORA TU MARÍA FERNANDA! —grita con desesperación.

Ya no puedo ver a Vanessa, el humo es cada vez más espeso, siento mis ojos llorosos y cada vez que quiero respirar termino tosiendo.

—¿MAFER, QUE ESPERAS? —la voz desesperada de Vanessa se escucha a través del humo.

Como había hecho ella antes, cubro mi cara y corro. Siento el aíre caliente a mi alrededor.

Cuando llego al otro lado Vanessa me abraza asustada. Le agarro la mano y juntas terminamos de bajar las escaleras.

Cuando salimos del edificio hay muchísima gente en pijama. También hay bomberos, ambulancias y periodistas con cámaras.

Uno de los bomberos se nos acerca corriendo.

—¿Se encuentran bien? —pregunta.

—Si —dice Vanessa.

Una oleada de tos me invade, me agarro del brazo de Vanessa para que me mire. No puedo respirar.

—Mi amiga se siente mal —le dice al bombero—, está embarazada.

—Vengan, les pondremos oxígeno a las dos —explica llevándonos a una de las ambulancias.

Cuando nos acercamos me siento en una de las ambulancias. Un paramédico se nos acerca, habla con el bombero y luego se acerca a nosotras.

—Agarra esta mascarilla, colócala sobre tu nariz y boca —habla dirigiéndose a mi—, muy bien ahora respira lentamente —me explica. Luego se gira y le da otra a Vanessa. Giro la cabeza para ver a Vanessa, ella me mira con preocupación.

El bombero se acerca de nuevo a nosotras.

—Tendrán que buscar un lugar donde dormir, los pisos superiores están totalmente quemados, no es seguro para nadie dormir estos días aquí. Se les avisará cuando podrán volver. Hoy no podrán sacar nada de adentro —nos informa.

El bombero sigue hablando con Vanessa, quien sonríe divertida, desvío la mirada al frente y presto atención a lo que ocurre frente a mis ojos.

Los bomberos trabajaban para apagar el fuego. El humo negro se elevaba por el edificio, la imagen es algo aterradora.

Los vecinos del edificio están en su mayoría con pijamas y todos tienen pintadas en sus caras manchadas por el hollín el susto que pasamos esta noche.

Parece que no hay heridos, solo varias personas con oxígeno como el nuestro.

Los periodistas entrevistan a algunas personas.

Una vibración en mi mano me hace desviar mis ojos hasta abajo. Mi teléfono aún está en mi mano, no me había dado cuenta que aún lo tenía.

La palabra "Guapo mandón" brilla en la pantalla del móvil. Es Gonzalo el que llama. Él nunca me llama y menos a esta hora. 

 

<< ¿Qué rayos quiere ahora? >>
 

A tanta insistencia del jodido aparato contesto la llamada.

Aló. —respondo separando un poco la mascarilla para poder hablar.

¡María Fernanda! ¡Por Dios estaba tan preocupado! —la voz angustiosa de Gonzalo se escucha del otro lado—, ¿Como estas? Vi por las noticias lo del incendio.

Estoy bien Gonzalo, no te preocupes. —Empiezo a toser.

Ya estoy llegando —dice rápidamente.

No es necesario —respondo, pero él ya ha colgado. 

 

<< ¡Súper! >> 

 

Que hombre para más terco, coloco la mascarilla de nuevo sobre mi cara.

No habrán pasado ni quince minutos cuando veo a Gonzalo avanzar por entre la gente con cara de susto. Nunca lo había visto vestido así, trae un pantalón chándal y una casaca deportiva. Cuando me localiza viene corriendo hacia mí.

—¡María Fernanda! ¿Estás bien? —dice cuando esta frente a mí. Tiene cara de preocupación

—Si Gonzalo, ya te dije por teléfono —mi voz suena amortiguada por la mascarilla.

—Estabas tosiendo, debes haber aspirado mucho humo, lo mejor será que vayamos al hospital —sentencia.

—¡No! ¡Ni hablar! —me niego.

—Creo que sería lo mejor Mafer —interviene Vanessa—. Hola soy Vanessa, la compañera de Mafer—dice sonriéndole a Gonzalo.

—Hola mucho gusto, soy Gonzalo el... amigo de María Fernanda —dice dudando mirándome de reojo.

—Tranquilo guapo, se quién eres. —Sonríe—. El caso es que sería bueno que lleves a Mafer al hospital estuvo tosiendo mucho y hace un momento estaba muy pálida.

—Si, es lo que pienso hacer —afirma de inmediato Gonzalo.

—Oigan estoy bien.

—Pues no está demás que te vea un médico —refuta Gonzalo—, ¿Vamos Vanessa? Así te chequean a ti también.

—Vamos —contesta mi amiga—, muévete Mafer.

Blanqueo los ojos, me quito la mascarilla y los sigo hasta el auto de Gonzalo.

Vanessa sube al asiento de atrás cerrando la puerta detrás de ella, cuando quiero abrir la puerta está cerrada con seguro, miro a mi amiga por la ventana quien sonriente me señala el asiento de adelante. Blanqueo los ojos y me siento en el asiento del copiloto.

Gonzalo maneja con rapidez hasta el hospital y en cuanto entramos exige que me hagan un chequeo general.




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