Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 9

Siento una sacudida en el hombro mientras escucho mi nombre a lo lejos. 

 

<< ¡Quiero dormir! >> 

 

Despierto de golpe cuando siento unos brazos pasar por mis piernas. Estoy en los brazos de Gonzalo, vamos a la entrada del edificio.

—Ya estoy despierta puedes bajarme —pido cuando entramos al ascensor. Su rostro está muy cerca del mío, puedo ver sus espesas pestañas adornando sus bonitos ojos marrones. Me mira y sonríe colocándome en el suelo.

—Tienes el sueño pesado, estuve un buen rato tratando de despertarte, pero tu seguías roncando —se burla.

—Yo no ronco —afirmo arrugando el ceño.

No, no lo haces. —ríe—. Ya llegamos —dice cuando las puertas del ascensor se abren—, pasa.

Entro algo cohibida, la única vez que he estado aquí no habíamos venido a tomar el té precisamente.

—Debes estar muerta de sueño, ven conmigo —dice avanzando por la estancia. Al lado derecho de la estancia está ubicada la sala con una enorme televisión en el centro, al izquierdo la cocina y derecho por el pasillo hay tres puertas una debe ser el baño y las otras dos deben ser las habitaciones.

Abre la puerta que se encuentra más alejada. Cuando entramos, supe por obvias razones que esa es su habitación. La gran cama, que está ubicada en el centro de la habitación esta desordenada, seguramente se encontraba en ella cuando vio las noticias.

—¿Por qué no te echas y sigues durmiendo? Voy por un vaso con agua —dice saliendo.

Me acerco a la cama, aún no puedo creer que aquí había pasado todo. Me siento en la cama justo cuando Gonzalo entra con un vaso, lo coloca en la mesa de noche.

Dejo el teléfono ahí, me quito su chaqueta entregándosela.

—Muchas gracias por todo, no tenías que molestarte.

—No es ninguna molestia Mafer —responde pasando el bividí por la cabeza. 

 

<< ¡¿Eh?! >> 

 

—¿Dónde vas a dormir tu? —pregunto.

—Aquí —dice con simpleza. Se acerca a la cama y se echa en ella apoyando su cabeza en un brazo a modo de almohada. Me pongo de pie con rapidez.

—¿Y.... donde dormiré yo? —pregunto mirándolo.

—Aquí —dice cerrando los ojos.

—¿Pe-pero no tienes otra habitación? —insisto. Por nada del mundo quiero dormir en la misma cama que él.

—Tengo, pero a menos que quieras dormir en el suelo debes hacerlo aquí —explica.

Me quedo de pie mirándolo. 

 

<< ¿Qué debo hacer? >> 

 

—María Fernanda, por el amor de Dios solo échate a dormir. No es como si fuera la primera vez —dice abriendo los ojos—. Además, solo vamos a dormir.

Suspiro con resignación y me echo lo más alejada posible que puedo. Él ríe por mi acción.

—Buenas noches, María Fernanda —dice con suavidad mientras cierra los ojos.

—Buenas noches, Gonzalo. —Cierro mis ojos y me dejo llevar por el cansancio.

******

 

Me siento muy relajada, no quiero abrir los ojos. De pronto recuerdo donde me encuentro, abro los ojos.

Quiero levantarme, pero estoy boca abajo apoyada sobre el brazo de Gonzalo, y él tiene su otro brazo sobre mi espalda, abrazándome.

Con todo el cuidado que puedo trato de levantarme, pero Gonzalo aprieta más el brazo a mi alrededor.

No quiero despertarlo, pero necesito ir al baño. Trato de removerme con suavidad para salir, pero de un momento a otro las náuseas me invaden y tengo que pararme con rapidez para poder correr al baño y vomitar lo poco que tengo en el estómago. 

 

<< ¡Malditas náuseas! >>

 

—¿Te sientes bien? —un suave golpe en la puerta acompaña la voz adormilada de Gonzalo.

Me levanto, enjuago la boca y lavo mi cara. Respiro profundo antes de abrir la puerta para salir del baño.

Gonzalo está parado justo al frente, con el pelo desordenado y cara de sueño. Se ve muy sexy, tiene muy buen cuerpo y esos tatuajes le quedan muy bien.

—¿Te sientes bien? —Se me acerca.

Eh, sí. Son solo las náuseas, ya me estoy acostumbrando. —Otra vez me siento nerviosa con su cercanía. Es que solo mírenlo, esta... buenorro como diría Vanessa.

—Creo que es hora que me vaya —digo caminando hasta la mesita por mi teléfono.

—¿Y a donde se supone que iras? —pregunta Gonzalo bostezando—, Tu amiga me comentó que los bomberos les dijeron que no podían ir ahí hasta que les avisen que sea seguro. Deberás quedarte aquí hasta entonces. 

 

<< ¡Vanessa! >> 

 

—No te quiero incomodar Gonzalo —admito sentándome en la cama.

—Ya te dije que no incómodas, deja de ser tan terca —resopla sentándose a mi lado.

—Además tengo que ir a casa por ropa, no puedo ir a trabajar así. —Le señalo mi ropa.

—A mí no me molestaría —sonríe de lado y lanzándome una mirada coqueta.

—Gonzalo hablo en serio. —Me pongo seria.

—Yo también —afirma riendo—, pero mira, hagamos una cosa, vamos a tomar desayuno, y te llevo a tu casa para que recojas tu ropa y las cosas necesarias, luego vienes aquí. Hoy tienes el día libre.

—¿Seguro? —pregunto levantando las cejas

—Si mujer, que terca eres. —Rueda los ojos levantándose y caminando a su armario. Saca un pantalón de chándal y una camiseta.

—Toma, date un baño y ponte esta ropa limpia, yo voy a preparar algo para tomar desayuno. ¿Se te antoja algo?

Sonrío sin poder evitarlo mientras agarro las prendas

—¿Que? —pregunta.

—Preguntas que si se me antoja algo y últimamente es lo único que tengo... antojos. Pero cualquier cosa que tengas está bien por mí.

—Bien, entonces anda báñate. —Sale del cuarto.

Me meto al cuarto de baño, dejo las cosas sobre el lavado. Me desvisto y entro a la ducha, dejo que el agua tibia relaje mis músculos tensos.




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