Despierto de golpe por las ganas de vomitar, siempre es lo mismo. Me levanto con cuidado de no despertar a Gonzalo, él esta boca abajo con la cabeza sobre la almohada, se ve tan tranquilo.
Voy al baño me mojo la cara, respiro pausadamente tratando de controlar las náuseas, después de unos segundos las náuseas van desapareciendo, lavo mis dientes y regreso al cuarto. Busco en la maleta algo que ponerme hoy.
Escojo un vestido azul oscuro y unos zapatos de taco. Primeo me peino y sujeto mi cabello en un moño suelto, regreso cuarto de baño para vestirme, maquillo un poco mi cara. Miro la hora, todavía son las seis y cuarenta de la mañana.
Agarro mis zapatos, mi cartera y salgo del cuarto. Dejo la cartera y los zapatos en la entrada y me dirijo a la cocina.
Preparo café para Gonzalo y jugo para mí, también preparo huevos revueltos. Me siento a comer un poco de los huevos y termino mi jugo. Limpio lo que ensucié y dejo servido el desayuno de Gonzalo.
Miro la hora en el reloj del microondas, son las siete y veinte así que me pongo los zapatos, agarro mi cartera y bajo al sótano por el ascensor.
Busco mi auto, aún tengo algo de tiempo así que puedo manejar sin prisas.
******
Aparco el auto en el estacionamiento de la empresa, me dirijo a la entrada justo cuando llega Lizzy.
—Hola chica, ¿Cómo estás? —dice saludando—, Vanessa ya me contó las nuevas. —Mueve sus cejas de arriba abajo.
—Claro, tenía que ser, Vanessa no puede callar nada.
—Y dime... ¿Como es? —pregunta cuando entramos al ascensor.
—¿Como es qué? —La miro confundida.
—Vivir con el gran jefe —chilla.
—¡Shhh! ¡Cállate tonta! —exclamo.
—Mafer... no hay nadie más en el ascensor. —Blanquea los ojos.
—Igual.
—Bueno, ¿Dime cómo es? —pregunta con impaciencia.
—Normal pues, solo está ayudándome porque ahora no tengo donde quedarme, además lo hace por los bebés —respondo acariciando mi barriga.
—Sabes —dice mirando mi barriga—, ya se te nota, aunque solo tienes un poco hinchada la barriga. Es casi imperceptible y solo se daría cuenta alguien se sepa que estas embarazada.
—Algún momento ya no pasara desapercibido —afirmo.
—Ya nos vemos para almorzar. —dice saliendo del ascensor. Yo todavía tengo dos pisos más que subir.
Un mensaje me llega al móvil cuando dejo las cosas en el escritorio.
Gracias por el desayuno. Tal vez debas quedarte
siempre aquí, así siempre tendré desayuno 😜
Mi corazón da un vuelco con su mensaje. Se que está bromeando, pero algo dentro de mí se acelera. Me siento y reviso el correo. Empiezo a avanzar el trabajo atrasado.
Las puertas del ascensor se abren dejando ver a Gonzalo con su traje oscuro y una camisa lila, se ve muy guapo. Cuando me ve, sonríe y se acerca.
—Gracias por el desayuno.
—No hay problema —digo restándole importancia.
—Cualquier cosa estoy en mi oficina.
Y así empieza mi día, ya son cerca de la una y media de la tarde cuando el teléfono suena.
—Oficina del señor Carson —respondo con profesionalismo.
—Aquí en recepción están sus padres —dice la voz de la recepcionista.
—Que suban ¿Por qué los haces esperar? —respondo y cuelgo.
Los padres de Gonzalo están aquí, es raro que no hayan subido de frente. A la madre de Gonzalo la he visto una sola vez y me pareció una señora muy estirada, es muy hermosa pero siempre tiene una expresión de asco en el rostro.
El sonido del ascensor suena y las puertas se abren, pero no son los que yo esperaba. No son Michael y Julianne Carson, no, no, no, no... son Mikael y Anthonia Avery...
<< ¡Mis padres! >>
—¡Mamá! ¡Papá! ¡¿Que hacen aquí?! —chillo corriendo hacia ellos de prisa.
Me siento enferma, no se supone que vendrían aquí.
—Mi niña, queríamos darte una sorpresa —comenta mi madre abrazándome.
No podía moverme, ni siquiera corresponder su abrazo.
—María Fernanda voy a... —Gonzalo había escogido justo ese momento para salir.
<< ¡Porqueeee! >>
—Buenas tardes —dice Gonzalo acercándose—, soy Gonzalo Carson.
—Hola —saluda mi madre sonriente—, somos los padres de María Fernanda.
—¡Oh! ¿Como están señores Avery? —pregunta extendiendo su mano a modo de saludo—. Que sorpresa tenerlos aquí, María Fernanda no me comentó que vendrían —finaliza mirándome.
—No lo sabía —digo sentándome. No me siento bien. Mis padres no deberían estar aquí, aún no estoy preparada para decirles.
—Hija vinimos porque estábamos preocupados por el incendio, y sabía que tu no irías a vernos —dice mi papá.
—Vamos a quedarnos dos días, tu padre no puede dejar mucho tiempo la empresa sola —comenta mamá.
—¿Dónde están sus cosas? —pregunto.
—Ya están en el hotel —responde mi papá—, solo queríamos venir a saludarte, ahora nos iremos al hotel a descansar.
—¿A qué hora saldrás, para ir a buscarte a tu casa? —pregunta mi mamá.
<< ¡Ahora que decía! >>
—En este momento no se puede ir a la casa, por todo lo del incendio —explico—. Me estoy quedando con un... amigo —finalizo.
—Entonces nos mandas la dirección para poder ir —pide—. Ya nos vemos, hasta luego señor Carson.
—Hasta luego señor y señora Avery —se despide Gonzalo.
Mis padres desaparecen en el ascensor, esa es la señal para votar todo el aire de los pulmones. Recuesto la cabeza sobre la mesa del escritorio.
—¿Que voy hacer ahora Gonzalo? —murmuro desanimada.
Gonzalo se acerca y se agacha para quedar a mi altura. Giro la cabeza para mirarlo.