Son las siete de la noche, ya he llamado a mis padres y les he dado la dirección de Gonzalo, así que debo salir de una vez.
Estoy nerviosa, Gonzalo y yo habíamos quedado en ir juntos y hablar con mis padres.
—¿Lista Mafer? —pregunta Gonzalo saliendo de su oficina.
—Si, vamos ya. —Agarro mi bolso y camino junto a Gonzalo hasta el ascensor.
El descenso es silencioso, cuando las puertas se abren salimos uno al lado del otro.
Gonzalo se despide con un movimiento de cabeza de las dos recepcionistas que se nos quedan viendo. Es raro que Gonzalo salga conmigo y está ya es la segunda vez que salimos juntos.
Entramos al estacionamiento y me dirijo a mi Saab, cuando giro para ver a Gonzalo él está parado junto a su Audi.
Él sonríe de lado.
—Creo que debemos ir en un solo auto, vamos en el mío y yo mañana te traigo. —propone.
—¿Y si mejor yo te traigo mañana? —Enarco una ceja mientras avanzo hasta su auto.
El camino a casa es más rápido de lo que necesito para poder calmarme, porque cada segundo que pasa me voy poniendo más nerviosa, siento mis manos sudar.
Cuando caminamos hasta la puerta del edificio puedo ver que mis padres entrar al edificio.
—Ya llegaron.
—Vamos —Gonzalo coloca una mano sobre mi cintura y me incita a seguir caminando. Entramos al edificio y veo a mis padres sentados en la salita de recepción.
—Mafer, mi niña ya llegaste —comenta con alegría mi madre poniéndose de pie.
—Señor Carson, me sorprende verlo aquí —dice mi padre colocándose al lado de mi mamá.
—Es verdad ¿Por qué está usted aquí? —pregunta mamá.
—¿Por qué no subimos y arriba les explico? —Trato de sonreír, aunque estoy segura que es una sonrisa tensa.
Los cuatro avanzamos hasta el ascensor. Nuevamente siento que llego al destino con mucha rapidez. Gonzalo abre la puerta, les pido a mis papás que se sienten.
Lo hacen en el sofá de dos cuerpos y yo me acomodo al lado de ellos en el sofá individual, Gonzalo se acomoda en el brazo de este.
—¿Que está pasando María Fernanda? —pregunta con seriedad mi papá.
—Pues veras papá. —Junto las manos sobre mi regazo—. Esta es la casa de Gonzalo, él fue muy amable de permitir que me quede aquí después del incendio.
—Eso es muy amable señor Carson, pero no entiendo porque lo hizo —mi mamá alza las cejas.
<< ¡A esa mujer no se le escapa nada! >>
—Pues vera señora Avery... —empieza a decir Gonzalo.
—Yo les diré Gonzalo —lo interrumpo. Me pongo de pie y empiezo a caminar nerviosa—. Lo que sucede mamá es que —respiro profundo—, estoy embarazada.
—¿Qué? —chilla. Veo como dos pares de ojos se detienen en mi vientre.
—De casi dos meses —respondo.
—¿Y Carlos lo sabe? —cuestiona mi mamá.
—Mamá él y yo ya no estamos juntos. —Me cruzo de brazos.
—¿No quiso hacerse cargo? —gruñe mi mamá.
—No mamá, no es así. Estoy embarazada, pero no de Carlos —sostengo la mirada de mi mamá.
—¿De que estas hablando María Fernanda? —exclama.
—El padre soy yo señora Avery —interviene Gonzalo parándose a mi lado.
Mi madre se recuesta en el mueble agarrándose la cabeza. Mi padre que hasta ahora solo había estado observando se pone de pie y se me queda mirando.
—¿Ustedes dos están en una relación? —frunce el ceño.
—No papá, solo somos amigos.
—Señor Avery yo me haré cargo de todo, no debe preocuparse por eso. —responde Gonzalo.
Mi papá lo mira un momento, luego dirige su atención a mí. Todo es tan rápido que no lo veo venir, la mano de mi padre se estrella en mi cara dándome una cachetada.
Mi mamá chilla asombrada y salta del asiento, se pone de pie al lado de papá, Gonzalo me mira y me agarra por los hombros dándome apoyo.
Sujeto mi cara con asombro y dolor, mi papá nunca me había levantado la mano, jamás lo había visto tan molesto conmigo.
—Yo no crie a una cualquiera —masculla—. Siempre te hemos consentido en todo. No querías continuar con la empresa, entendimos. Querías estudiar una carrera diferente a la que yo quería para ti, entendimos. Quisiste salirte de casa y vivir por ti misma, entendimos.
» ¡Pero esto no lo entiendo! ¿Cómo pudiste caer tan bajo y revolcarte con tu jefe María Fernanda? Esta no es la hija que yo cuide. Desde ahora no tienes familia. ¡Entendiste!
La voz de mi padre es baja, pero tan fría que casi puedo sentir como se me congela la sangre. Irremediablemente mis ojos se llenan de lágrimas.
—Ok, papá —susurro.
A pesar de las protestas de mamá, mi papá la agarra de la muñeca y la lleva a la salida. Cuando la puerta se cierra corro hasta ella para alcanzarlos, pero me detengo antes de abrir la puerta.
<< ¿Para qué voy a seguirlos? >>
Mi papá me odia, giro apoyándome en la puerta, mi mano vuela a mi boca evitando que un sollozo se me escape. No puedo evitar deslizarme por la puerta llorando, tapo mi cara con mi mano.
Puedo sentir a Gonzalo acercándose, se arrodilla para quedar a mi altura.
—Tu padre no lo dice en serio, solo está sorprendido por la situación. —Me consuela acariciando mi cabello mientras sigo llorando—. Tranquila bonita, veras que todo estará bien. —Retira mi mano de mi cara y limpia mis lágrimas con sus dedos.
—Vamos cariño, ponte de pie —dice ayudándome a ponerme de pie.
Me pongo de pie y apoyo mis manos en su pecho. Miro hacia el piso, siento mis ojos húmedos.
—Veras que tu padre se dará cuenta de que no puede vivir sin ti, y las cosas se solucionaran —susurra colocando sus manos en mi cara y dándome un beso en la frente.
—Gracias Gonzalo —murmuro.
—¿Qué te parece si te preparo algo de comer mientras que tú te das una ducha? —propone—, no será una exquisitez, pero al menos se dejará comer.