El olor a comida es lo primero que siento al abrir mis ojos. Estoy sola en la cama, pero puedo escuchar a Gonzalo afuera. Me levanto y voy al baño, me lavo un poco y luego voy a la cocina.
Ahí está él, como siempre solo con su pantalón de pijama, mostrando sus fuertes brazos y sus tatuajes que me llamaban a tocarlos. Está preparando huevos y en la encimera había yogurt y cereales, justo como me gusta.
—Buenos días —hablo acercándome.
—Hola preciosa, buenos días —me dice levantando la mirada y sonriéndome.
—¿A qué hora despertaste? —pregunto.
—No sé, hace una hora creo —responde mientras sirve los huevos en dos platos—. Siéntate.
Hago lo que me dice y me pasa el yogurt con el cereal, los huevos y se sienta frente a mí.
—María Fernanda, sobre lo que hablamos anoche —empieza a decir, me quedo mirándolo recordando lo que me dijo de sus padres.
—¿Tengo que ir yo? Tu bien puedes decirles todo sin que yo esté ahí —aseguro.
—Creo que es mejor que los dos estemos presentes, yo les diré, tú no tienes que decir nada, pero de todas maneras vas a tener que encararlos en algún momento y mientras antes mejor. —Le da un sorbo a su café— Y te aseguro que, si tu no los ves hoy, mi madre es capaz de buscarte hasta el fin del mundo.
—Si no hay más remedio, pero tu madre me odia y te aseguro que ahora me odiará más.
—No te odia... —empieza a decir, pero se detiene cuando ve mi expresión—. No te odia María Fernanda, es verdad que no le agradas mucho, pero ella es así, prejuzga a las personas según el dinero que tengan.
—Lo cual es irónico, ¿No crees? Si contamos que, si yo quisiera, el dinero es lo que menos me faltaría —comento mientras termino de tomar mi yogurt—, ¿Y a qué hora es el dichoso almuerzo?
—Pues tenemos que estar ahí en dos horas. —Mira el reloj que hay colgado en la pared de la sala.
—Genial —gruño como una niña pequeña.
******
Estoy sentada en la cama hablando por mensaje con Vanessa y Lizzy. No sé bien que ponerme para el gran almuerzo y ellas me están ayudando. Al final y después de media hora de hablar decido lo que me voy a poner. Así que me levanto de la cama, ya me he bañado y puesto la ropa interior, también me he maquillado ligeramente y arreglado mí cabello. Solo me queda ponerme la ropa, me agacho frente a mi maleta y saco un vestido sencillo que me traje el otro día. Es un vestido de dos piezas azul y blanco, tapa lo necesario, no quiero verme vulgar ni nada parecido, mientras menos tenga esa bruja para hablar mejor.
Una vez lista me pongo unos zapatos de tacón y voy a la sala en donde Gonzalo me espera ya vestido.
Esta sentado en el sofá con su teléfono en la mano, está muy guapo, se ha puesto un pantalón negro y un saco sport negro, junto con unos botines.
—¿Lista? —pregunta cuando me ve.
—No, pero ya qué más da —digo blanqueando los ojos.
Caminamos hasta el ascensor, bajamos hasta el estacionamiento. Vamos directo a su auto.
—Estas muy hermosa —comenta cuando estamos sentados.
—Gracias, no sabía que ponerme. —Nerviosa juego con mis dedos.
—Todo saldrá bien —me asegura agarrando mi mano y dándole un apretón.
El camino es largo, pero nos mantenemos conversando un poco por lo que no lo sentí pesado.
Llegamos a la puerta de una GRAN casa, con un jardín enorme y llenos de flores. Gonzalo maneja hasta la entrada de la casa. Siento mi corazón latir muy rápido, me siento de pronto algo mareada.
—Vamos —dice Gonzalo apagando el motor.
—No puedo Gonzalo —lloriqueo apoyando mi cabeza en el respaldar del asiento cerrando los ojos.
—Vamos María Fernanda, todo saldrá bien, ya lo veras. —Aprieta mi hombro dándome ánimo.
—¿Lo prometes? —Entrecierro los ojos.
—Lo prometo, vamos —Sonríe.
Bajamos y caminamos uno al lado del otro hasta la puerta. Gonzalo toca el timbre y luego de unos minutos una muchacha menudita nos abre.
—Joven Gonzalo, buenas tardes —saluda cortésmente—. Buenas tardes señorita.
—Hola Adela ¿Están mis padres? —pregunta entrando a la casa, conmigo pegada como garrapata.
—Si, están los señores y también el joven Alexander —informa.
—Bien, gracias —responde— Vamos Mafer.
Avanzamos por la estancia hacia la sala. Cuando entramos vemos al señor Carson sentado leyendo el periódico.
—Hola papá —saluda Gonzalo.
—Hijo ya llegaste, tu madre estaba impaciente —comenta poniéndose de pie y percatándose de mi presencia—. ¡Oh! Hola Mafer ¿Como estas? —Mira de Gonzalo a mí con confusión.
—Buenas tardes, señor Carson —murmuro bajando la mirada. Me siento avergonzada.
—Papá, Mafer comerá con nosotros hoy ¿Te parece bien? —pregunta Gonzalo.
—Claro, no hay problema —responde sonriendo—. Pasemos al comedor.
Los tres nos dirigimos al comedor y nos sentamos, el señor Carson se sienta en la cabeza y Gonzalo a su lado derecho, me ubico al lado de Gonzalo.
—Adela avísale a la señora y a mi hijo que Gonzalo ya está aquí y ya pueden servir la comida —habla el señor Carson—, ¿Y cómo están? Ayer fue todo un éxito el lanzamiento del libro, te felicito hijo.
—Cariño, al fin llegas porque... —La señora Carson se detiene en seco y me mira con la ceja levantada.
—Hola mamá —saluda Gonzalo parándose y dando un beso en su mejilla—, recuerdas a María Fernanda ¿Verdad? Comerá hoy con nosotros.
—Buenas tardes señora Carson —saludo rápidamente parándome y extendiendo la mano para saludarla.
Ella me mira y se sienta al otro lado de su esposo.
<< ¡Maldita bruja! >>
Gonzalo me mira, me hace un gesto de disculpa y se sienta.
—¿Donde esta Alexander? —cambia de tema.
—Aquí estoy hermanito, ¿Ya me extrañas tan pronto? —La voz de Alexander suena a nuestra espalda—. Bella María Fernanda, es una hermosa sorpresa tenerte aquí. — Agarra mi mano y le da un beso.