—¿Entonces ya podemos regresar al departamento? —le pregunto a Vanessa.
Mi amiga me había llamado para contarme que a partir de la semana que viene ya podíamos regresar. Se supone que debo sentirme alegre de poder volver a mi casa, pero por alguna extraña razón no es así, un molesto nudo se ha formado en mi estómago.
—Gracias por avisarme Vane —Me despido.
Ha pasado casi un mes desde que estoy en casa de Gonzalo, pero he sentido como si llevara viviendo aquí un año entero.
Tengo doce semanas de embarazo y definitivamente ahora no hay forma de que lo pueda ocultar, prácticamente al día siguiente que los padres de Gonzalo supieran del embarazo mi barriga creció.
Lo bueno es que las náuseas y los mareos han disminuido considerablemente.
Son las ocho de la noche y me encuentro con pijama sobre la cama, Gonzalo está comprando helado de chocolate ya que no puedo aguantar las ganas que tengo por helado.
Si que lo iba a extrañar, estos días me habían servido para tomarle cariño y sentirme cómoda a su lado.
El sonido del celular me hace alejarme de mis pensamientos.
—Hola —era un número desconocido.
—Marcianita ¿Como estas? —la voz de mi hermano suena al otro lado de la línea.
—¡Alby! —chillo emocionada.
—Hermanita ya me enteré de todo —su voz suena seria—. ¿Se puede saber porque no me dijiste nada?
—Lo siento mucho Alberto —me excuso apenada—, es sólo que todo esto pasó muy rápido y me agarró sin esperarlo.
—Ay, enana —suspira—. ¿Cómo te encuentras? ¿Es verdad que son mellizos?
—Si, y esa fue otra sorpresa que no esperaba.
—Ya veo, ojalá no saquen tu cara, pobrecitos de ellos.
—Cállate tonto —rio.
—¿Y el papá? ¿Como lo tomó?
—Gonzalo se ha comportado de lo mejor conmigo, somos buenos amigos.
—Amigos —bufa—, él debería de responderte como se debe.
—Ya suenas como un anciano —reprocho—, es mejor así, nos hemos vuelto buenos amigos y las cosas están bien así.
—Tu sabrás que es mejor para ti hermana. Cambiando de tema marcianita, llamaba para decirte que la próxima semana llegaré, así podemos vernos ¿Te parece bien?
—¡Si! ¡Claro que sí! —exclamo emocionada.
—Bueno enana marciana, te dejo —dice despidiéndose.
Cuelgo sintiéndome un poco más feliz, hace un año que no veo a mi hermano y lo extraño demasiado. Escucho la puerta abrirse, Gonzalo ya ha llegado.
<< ¡Helado! >>
Siento mi boca hacerse agua de solo imaginar ese delicioso helado. Salgo rápido a la sala y ahí esta él con unas bolsas del mercado, voy directo a ellas y cojo el helado.
—¿Quieres un poco? —pregunto.
—No, disfrútalo tu —responde con una sonrisa.
Dejo a Gonzalo acomodando las cosas en los estantes. Agarro una cuchara y el pote de helado como si fuera el mayor tesoro, me siento en la sala.
—¿Te lo comerás todo? —pregunta sorprendido.
—Pues los tres tenemos muchas ganas de helado de chocolate. —Acaricio mi vientre.
Él se me queda mirando mientras devoro el helado. Cierro los ojos cuando el helado toca mi boca, creo que suelto un suspiro.
<< ¡Que delicia! >>
Cuando abro los ojos veo que Gonzalo saca su celular y se me acerca.
—¿Puedo tomarte una foto con los bebés?
Lo miro sorprendida, jamás pensé que él me pediría algo así.
—Claro. —Dejo el pote de helado en la mesita y me pongo de pie.
—Levántate la camiseta, así se verá mejor. —Hago lo que me pide, se acerca a mí y como es más alto que yo no le cuesta nada tomarme una foto desde arriba, bajo la cabeza y miro mi barriga, jamás pensé que se vería así y eso que aún falta mucho por crecer, es tan extraño.
Luego de tomar la foto la mira y sonríe con ternura, me la enseña. La foto es simple, pero eso lo hace más bonita.
—Me gusta —comenta guardando el celular en su pantalón. Yo he vuelto al sofá devorando mi helado.
—Me llamó Vanessa y me dijo que en esta semana ya podíamos ir al departamento —informo.
—¡Oh! —la sonrisa de Gonzalo desaparece dejando un rastro de tristeza.
Vaya él también se ha acostumbrado a nuestra convivencia.
—Oye, tengo que viajar a España para cerrar el trato con un nuevo escritor ¿Puedes quedarte hasta que regrese?
—Si claro, no veo porque no. —Lo miro— ¿Cuándo es que viajas?
—Mañana en la tarde, iré a la editorial en la mañana y después del almuerzo me iré al aeropuerto, solo serán tres días.
—Bien, aquí te esperaré —aseguro.
******
Me encuentro revisando unos documentos que Gonzalo debe llevarse a España. Ha sido una mañana ajetreada, ya quiero que acabe. Me pongo de pie y aliso el vestido.
Camino hasta la oficina de Gonzalo y toco dos veces. Cuando entro él está al teléfono, me hace un gesto para que entre. Dejo los documentos en la mesa y me dispongo a salir.
—María Fernanda, ya voy a ir para el aeropuerto —me dice acercándose.
—Muy bien.
—Quiero que te cuides solo serán tres días y estaré de regreso. Cualquier cosa que suceda quiero que me llames o me escribas ¿Lo prometes? —Sus ojos me miran fijos.
—Si Gonzalo, puedes ir tranquilo, estos niños estarán bien. —Palmeo mi barriga.
Asiente y agarra los documentos de la mesa, los guarda en una pequeña maleta de mano, se coloca el saco y sale conmigo de la oficina. Antes de entrar al ascensor se gira y me mira, luego se acerca a mí y me da un beso en la cabeza, me estrecha en sus brazos, respondo a su abrazo y apoyo mi cabeza en su pecho.