—¿Estas segura de esto? Puedo parar si quieres. —Me mira a los ojos.
Mis manos se encuentran en su cuello, así que me separo de su cuerpo tanto como mis dedos me lo permiten y me quedo mirándolo.
<< ¿Quería que pare? ¡Diablos no! >>
Me siento deseosa, el calor sube por todo mi cuerpo y lo último que quiero es parar, no importa si después me arrepiento.
Muevo mis caderas sobre él rozando nuestras partes más calientes al tiempo que devoro sus labios. Un gemido sale de sus labios.
Lo empujo despacio hasta que su espalda choca contra el colchón, mis manos van a su cara, lo beso con más fervor que me responde de igual manera.
Sus manos se cuelan debajo del camisón y aprietan mi trasero luego siguen subiendo. Me separo un poco, sus ojos están más oscuros por el deseo, empiezo a desabrochar los botones de su camisa.
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Gonzalo:
En cuanto salgo de la editorial me siento incómodo, no me siento bien dejando a María Fernanda sola. Por eso hago todo lo posible por acabar lo más pronto posible todo el asunto en España.
Cuando llegué, no sabía que estaba tan ansioso por verla. Pero en cuanto la vi durmiendo, me entraron unas ganas terribles de besarla. El cuarto está a oscuras y solo la luz del televisor iluminan la habitación.
Me siento en la cama y parece que el movimiento la logra despertar porque se sienta de golpe.
—¡Gonzalo! ¡Por Dios me asustaste! —chilla, me mira con sorpresa— ¿Pero qué rayos haces aquí? ¿No se supone que ibas a llegar mañana?
—No podía aguantar más sin verte.
—¿Que dices? —En su rostro está pintada la confusión por mis palabras.
—Es que estaba preocupado, pensé que podía pasarte algo. —Mis ojos se deslizan por su cuerpo.
<< ¡Se le ve tremendamente sexy con ese camisón! >>
—Ese camisón te queda muy bien, se te nota un poco más la barriga.
—Si —es lo único que dice.
—¿Puedo tocarla? —Nunca había tenido ganas de sentir su vientre, pero esta noche algo me llamaba a tocarlo.
—Si.
Mi mano se acerca a su barriga abultada y la acaricio, me acerco más a ella y la toco con las dos manos.
—Gracias María Fernanda, no pensé que esto me fuera a pasar a mi —En sus ojos veo asombro ante mis palabras.
<< ¡Quería probar sus labios una vez más! >>
Llevo mi mano hasta su rostro y la acaricio, creo que es algo que quería hacer hace mucho. Sin poder evitarlo me acerco más a ella, sus grandes ojos celestes me miran fijamente.
No puedo contenerme más y acerco mis labios, los poso sobre los de ella en un simple roce. Me separo de ella y la miro, sus ojos brillan confundidos.
Sin esperarlo levanta las manos y las lleva a mi cara jalándome hasta sus labios en un beso hambriento.
Agarro su cintura y la pego a mí, puedo sentir sus pezones erectos a través de la tela del camisón. El beso se hace más intenso, juego con su lengua. Mi cuerpo arde por sentirla más.
—Te deseo tanto Mafer— susurro sobre sus labios, ella responde con un gemido.
Estoy muy excitado, ¡Por Dios, que soy un hombre! No soy de piedra, no aguantaré mucho más de estos besos.
Me sorprende separándose de mí, se ve decidida. Se levanta y se sienta a horcajadas sobre mí, sus manos se aferran a mi cuello.
Mis manos van a sus piernas desnudas y suben hasta su espectacular trasero, puedo sentir la piel desnuda de sus nalgas gracias a que estaba usando uno de sus benditas tangas, no me resisto más y se los aprieto.
Jadea tirando la cabeza atrás dejando expuesto su largo cuello, mis labios se sienten atraídos hasta él.
—¿Estas segura de esto? Puedo parar si quieres —Tengo que estar seguro que esto es lo que ella quiere, por más excitado que me pueda estar sintiendo en este momento.
Ella se separa de mí y me mira. En sus ojos puedo ver confusión, duda, pero también veo deseo. Sus ojos están oscuros por el deseo.
Me mira con decisión unos segundos y después devora mis labios al mismo tiempo que mueve sus caderas sobre mí, su centro caliente choca con mi miembro erguido arrancándome un gemido.
<< ¡Santa Mierda! >>
Me empuja despacio hasta que mi espalda choca contra el colchón, sus manos van a mi cara y me besa con más fervor.
Mis manos se cuelan debajo del camisón, me encantaba sentir su piel bajo mis manos, aprieto su trasero.
Deja mis labios para mirarme, y empieza a desabrochar los botones de mi camisa.
Cuando termina con el último botón me siento, ella se pone de pie y me jala hasta que estoy de pie frente a ella.
Desliza la camisa por mis brazos y me besa. Le agarro por la cintura y la pego a mí. La tela de su camisón me estorba, así que bajo mis manos hasta sus muslos y las voy subiendo llevándome el camisón en mi camino.
Retrocedo un paso para mirarla en todo su esplendor. Es hermosa, solo con una diminuta braguita como la única prenda que cubre su cuerpo.
Recorro su cuerpo con los ojos, mis manos pican por tocarla, me acerco a ella y empiezo desde sus largas piernas, luego mis manos se detienen en su pancita abultada, sigo subiendo y mis manos se detienen en sus senos firmes y erguidos, los aprieto con suavidad. Luego subo y dejo mis manos a cada lado de su rostro, lleva sus manos a la cinturilla de mi pantalón y me acerca a ella. Me besa con hambre, deseo. Ambos estamos deseosos por el otro.
Sus manos se apresuran a desabrochar mi pantalón, se cuelan traviesas dentro de éste, me aprieta el trasero como antes hice yo.
Con mi ayuda se deshace de mi pantalón. Se aleja a mirarme y sus ojos se quedan clavados en mi erección.