Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 20

Llegamos a la casa y le pido a Alex que me deje sola. En este momento es lo único que necesito. Felizmente en casa no hay nadie, así que me voy derecho a mi cuarto. Me apoyo en la puerta y dejo que las lágrimas salgan.  

Es horrible toda esta situación, las palabras de Gonzalo diciendo que prefería a Cassidy se repiten en mi cabeza durante cada minuto.  

El dolor que me producen cada vez que mi mente las repite como el eco en una cueva me contrae el pecho y hace sentir como si me faltara el aire.  

Me siento en mi cama y hago lo único que me viene a la mente, rezar, no soy una persona muy religiosa, pero en este momento necesito rezar.  

Pido porque todo esto se acabe, duele demasiado estar así.  

Lloro... lloro como nunca, hasta quedarme dormida.  

******  

 

Al día siguiente la presión en el pecho sigue ahí presente. Me visto, me pongo un pantalón, zapatillas y un suéter. Me obligo a comer algo por los bebés, salgo a dar una vuelta para poder despejar mi mente.  

Vanessa aún debe estar dormida, así que salgo sin hacer ruido.  

Camino y camino, pensando en todo. En mis bebés, en Gonzalo, en mis padres. En todo lo que me ha pasado en estos meses. No sé por cuanto tiempo camino, pero me siento muy cansada y necesito sentarme. Levanto la mirada para ver donde podía descansar un poco. Y parado delante de mí con una expresión de sorpresa esta Gonzalo, sin darme cuenta he terminado frente a su edificio.  
 

<< ¡Mi estupidez no tiene límites! >> 
 

—¿Qué haces aquí? —pregunta totalmete serio.  

 
 
******  
 
 

Gonzalo: 

No había podido dormir gran cosa, quiero despejar mi mente así que me visto para ir a correr. 

Salgo del edificio y parada con la mirada perdida esta María Fernanda. 

—¿Qué haces aquí? —pregunto sorprendido. 

—Yo.... yo no sé. —Me mira confundida. 

Me acerco a ella, se ve cansada. 

—¿Estas bien? —La miro. 

—Si.... solo estoy... algo cansada —balbucea. 

—¿Quieres pasar a tomar algo? 

Me mira frunciendo el ceño. 

—Solo será un vaso de agua —insisto—, vamos. 

—Lo mejor será que me vaya— responde dándose la vuelta. 

—No seas así, solo te estoy ofreciendo algo de tomar. —La tomo del brazo. 

—Que no sea así... —Se suelta de un tirón de mi agarre—, ¿¡Eres idiota o qué?! ¿Ya no recuerdas todo lo que me dijiste ayer? 

—Lo siento, de acuerdo —me molesto. 

—Que fácil es decirlo, Gonzalo —suelta una risa amarga—, me lastimaste. 

—¡YA TE DIJE QUE LO SIENTO! —grito desesperado—. Estoy sosteniendo todo esto lo mejor que puedo... ¿De acuerdo? 

—Tú lo haces más complicado de lo que es —Me mira con frialdad—. Yo... yo estoy enamorada de ti... yo te amo Gonzalo —susurra. 

Mi corazón se acelera cuando escucho sus palabras.  

 

 

<< ¡Ella me ama! Tal vez... ¡No! >> 

 

 

No puedo ceder a mis sentimientos, por más que quiera cogerla en mis brazos, besarla y decirle que la amo. 

—No —es lo único que atino a decir. 

—¿Y QUE QUIERES QUE HAGA? —grita. 

—¡DEJA DE AMARME! —digo con desesperación. 

—¡NO PUEDO! —Me mira roja de cólera—. NO SEAS IMBECIL GONZALO, NO ES ALGO QUE PUEDA APAGAR. 

La miro por última vez antes de dar la vuelta y meterme a mi casa. Mi cuerpo entero tiembla de tensión. 

******  
 

 

María Fernanda: 

Se va sin decirme nada. Solo se da la vuelta y se va dejándome ahí parada. 

Estoy cansada de llorar por él, ya he luchado todo lo que podía por él. Pero nada de lo que haga cambiara la situación. 

Me voy directo a casa y ahí me mantengo todo el día junto a Vanessa y Lizzy. 

Amo a esas dos, no me han dejado sola. En el momento que les escribí luego de mi último encuentro con Gonzalo han pasado el día conmigo. 

Tomo un último respiro y salgo del auto, me dirijo a la entrada de la editorial. 

Saludo a las recepcionistas y camino al ascensor, miro en el espejo del ascensor mi ropa, me veía bien. Me he puesto un vestido blanco y zapatos de tacón. 

Y así debía estar desde ahora, ya basta de lamentaciones desde ahora debía velar por mis bebés y nada más. 

Se abren las puertas de metal y me dirijo a mi escritorio. Acomodo mis cosas y luego bajo al cafetín por una manzanilla. 

Converso unos minutos con Juanita y Lizzy que están ahí después subo de nuevo a mi piso. 

Cuando me siento en mi silla mi teléfono empieza a vibrar, lo cojo y veo que es Gonzalo.  

 

 

—Aló... —no pude decir más porque la voz molesta de Gonzalo retumba. 

¿Dónde se supone que estas? Estoy llamando a tu anexo y no contestas —chilla. 

—Estaba en el cafetín, y solo estuve ahí por diez minutos. ¿Que deseas? —juro por lo más sagrado que estoy tratando de mantenerme calmada. 

—Espero que no se repita María Fernanda, tú debes estar en tu puesto. Cancela mi reunión de las 10 porque no voy a llegar —Cuelga. El idiota cuelga sin decir nada más.  

 

 

<< ¡Estúpido pomposo! >> 

 

 

******  
 

 

Son las dos de la tarde cuando Gonzalo llega a la editorial. 

—Gonzalo, buenas tardes —lo saludo en cuanto entra—. Los nuevos manuscritos están sobre tu escritorio para que los revises, la cita de las diez será mañana a la misma hora, también llamó el señor Ortega y desea que le devuelvas la llamada en cuanto puedas. 

—Bien —Es lo único que dice, se encierra en su oficina sin siquiera mirarme. 

El teléfono empieza a sonar.  

 

 

—Cariñito, que te vas a poner para mañana —pregunta Lizzy con entusiasmo. 




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