Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 22

—¿Qué? —susurro.  

—¿No lo has entendido aún? —Me mira con dolor—, ¿No ves que estoy muriendo por besarte, por sentirte a mi lado? ¿No ves que estoy loco de amor por ti?  

—¿Tu... tú me amas? —mi voz es un susurro.  

—Si, te amo como no pensé amar a nadie —su voz es apenas un susurro.  

—¿Entonces porque tu...? —balbuceo.  

—Tengo miedo, me muero de miedo de que algo te pase —su voz es tan débil que casi no la puedo oír. Su expresión es de dolor.  

—¿No entiendo que me podría pasar?  

******  

Gonzalo:  

Luce hermosa en ese disfraz, casi obtengo una erección cuando mis ojos recorrieron su cuerpo, esa pequeña falda dejaba a la vista sus torneadas piernas y sus tetas pareciera que se quieren escapar de su corpiño. 

La estuve vigilando como un acosador, ella está todo el tiempo con él... con mi hermano.  

Ríe con él, se roza con él, baila con él. No entiendo porque Alexander me hace esto. Es una completa tortura para mí.  

Los veo irse a la terraza, me acerco despacio para que no se den cuenta de mi presencia. Veo como Alexander la sujeta por los hombros y le habla, la expresión de Mafer es de confusión. No puedo escucharlos así que me acerco más.  

—Se que estas esperando a los hijos de mi hermano, pero él es un tonto cobarde, que prefiere dejar de lado su felicidad por miedo. Lo siento mucho por él, pero yo tomo lo que quiero para mí, sin dudarlo —escucho decir a mi hermano.  

Aprieto mis puños con rabia, como se atreve a decirle eso.  

Quiero matarlo, más cuando coloca sus manos sobre su cara y la besa. 
 

 

<< ¡Maldita sea tengo que hacer algo! >> 

 
 

Empujo a Alex con fuerza para separarlo de ella.  

—¡¿Que estás haciendo idiota?! —grito con furia.  

Los celos y la cólera invaden todo mi cuerpo, nublando mis sentidos. Sigo discutiendo con él sin percatarme de nada a mi alrededor, giro para encarar a María Fernanda, pero no está por ningún lugar. Salgo corriendo, la busco con la mirada con desesperación, pero no la veo.  

Salgo del local, camino con desesperación mirando por todos lados, a los minutos la veo. Corro hasta alcanzarla, pega un grito agudo cuando la jalo.  

Los celos aun gobiernan mi cuerpo y estoy furioso por todo. Solo la necesito a ella.  

No logro registrar el momento en el que le digo que la amo, pero ya es demasiado tarde para dar marcha atrás.  

Ya basta de cobardías, lo que venga lo afrontaremos juntos. Pero ya no soy fuerte para poder seguir separado de ella. La quiero en mi vida y la quiero ahora.  

—¿Que? —susurra.  

—¿No lo has entendido aún? —Me duele que no se haya dado cuenta de mis sentimientos—, ¿No ves que estoy muriendo por besarte, por sentirte a mi lado? ¿No ves que estoy loco de amor por ti?  

—¿Tú... tú me amas? —balbucea.  

—Si, te amo como no pensé amar a nadie.  

—¿Entonces porque tu...? —murmura.  

Tengo miedo, me muero de miedo de que algo te pasé —le digo.  

—¿No entiendo que me podría pasar?  

La miro, su rostro es una mezcla de confusión y sorpresa. Sin contenerme más, agarro su rostro y la jalo para besarla.  

Sus labios son como una bocanada de aire. Como si me hubiera estado ahogando y ella es el aire que necesitaba para seguir viviendo. 

 
 

<< ¡Cada día estaba más imbécil! >> 

 
 

Al principio solo es un roce de labios, pero después empiezo a aumentar el ritmo. Sus manos, hasta ahora inertes, suben y se enroscan en mi cintura atrayéndome a ella. Mi lengua se abre paso en su boca y empieza un baile con la de ella. Los gemidos que escapan de sus labios saben a gloria. La había extrañado demasiado. La deseo y mucho.  

Sus manos suben por mi pecho y acaricia mi cuello. Agarro su cintura y acerco su cuerpo todo lo que su vientre me lo permite.  

—¡Ah! —exclama ella separándose de mí de golpe, agarrando su barriga con ambas manos.  

—¿Qué pasa? —Me acerco a ella preocupado.  

Ella agarra mis manos y las coloca en la parte superior de su vientre.  

—¡Toca, Gonzalo! —exclama emocionada—. Esta pateando, un bebé está pateando.  
 

<< ¡Dios! >> 
 

Toco y puedo sentir una patadita, es tan emocionante.  

—¡Es la primera vez que lo hacen! —exclama—, ¡Auch! duele.  

La miro, sus ojos brillan de emoción, se ve tan hermosa. Tomo su rostro y le doy un beso suave.  

—¿Gonzalo... esto que... que significa? —pregunta dudosa.  

—Significa que ya no tengo la fuerza para seguir separado de ti, significa que desde ahora seremos tu y yo, no más secretos, significa que seré lo más sincero que pueda.  

—¿Vas a decirme lo que te atormenta? —Acaricia mi rostro.  

—Si nena, pero no aquí. Vayamos a casa. —Le doy un último beso antes de jalarla hasta mi auto.  

Cuando ya estamos en el auto, por el espejo retrovisor puedo ver que Alexander nos mira apoyado en la pared.  

****** 

 

María Fernanda:  

El camino a su casa es silencioso, pero no uno incómodo.  

Me siento feliz, eufórica, pero también estoy nerviosa por lo que me pueda revelar.  

Cuando llegamos, Gonzalo se baja rápido y corre para abrirme la puerta, caminamos de la mano hasta el ascensor. Cuando abre la puerta me siento en casa. Entro en silencio y me siento en el sofá.  

—¿Quieres algo de tomar? —pregunta. Se ve nervioso. Niego con la cabeza, y él se sienta a mi lado.  

—Bien, supongo que deseas saber el porqué de mi comportamiento.  

—Si, me gustaría saber qué es lo que te tiene tan atormentado.  

Gonzalo me mira un momento, suspira y apoya los codos en sus piernas.  




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.