Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 23

Despierto, siento que he dormido por días, estoy descansada y tan relajada como no me sentía en muchos días.  

Abro los ojos y miro el reloj a mi lado son las diez de la mañana. No dormía hasta esta hora desde hace años.  

Miro a mi lado, Gonzalo no está. Me siento en la cama, justo cuando me voy a levantar la puerta del cuarto se abre. Un sonriente Gonzalo con una bandeja de desayuno hace su entrada. 

—Buenos días, nena. —Se acerca y deja la bandeja sobre mis piernas—. Bonita vista. —Me mira, sigo su mirada y veo que tengo los pechos al descubierto, no traigo nada puesto luego de lo de anoche, me sonrojo violentamente y me cubro con la sábana. Él se ríe escandalosamente. 

—¿Que tal dormiste? —Se sienta a mi lado.  

—Dormí como un bebé... ¿Todo eso es para mí? —Curioseo en la bandeja. Hay jugo de naranja, yogurt con cereales, tostadas con mermelada y dos huevos duros—. Creo que es mucho para mí.  

—Pues no solo es para ti. —Se me acerca—. Es para ti y para mis dos bebés. —Coloca una mano sobre mi vientre.  

—Tienes razón —rio—, pero igual creo que puedo compartir contigo.  

Agarro el jugo y tomo un sorbo.  

—Mafer quería hablar de algo contigo. —Agarra el vaso que le doy y me mira.  

Lo observo con curiosidad mientras muerdo una tostada.  

—Dime.  

—Quiero que te vengas a vivir conmigo. —Me mira nervioso.  

Casi me atraganto con la tostada por la sorpresa. ¿Vivir con él?, no esperaba que me pidiera eso.  

—¿Estas... seguro? —pregunto dudosa.  

—Si, creo que es lo mejor.  

—¿No crees que es muy... pronto? 

—Nena, nosotros no somos tan convencionales, no hacemos nada en orden. Primero nos acostamos —empieza a enumerar con los dedos—, quedas embarazada, después nos hacemos amigos, luego conoces a mis padres y yo a los tuyos, obviamente nos enamoramos, después soy imbécil y nos separamos, ahora que soy un poco más inteligente somos novios... Vivir juntos es un paso más —afirma con una sonrisa divertida.  

—Así que... ¿Somos novios? —Alzo mis cejas y esbozo una sonrisa arrogante.  

—Eso es obvio, ¿O crees que es necesario que te haga la preguntita? —exclama fingiendo sorpresa.  

—Tal vez.  

Se acomoda en la cama para quedar frente a mí. 

—María Fernanda Avery, ¿Quieres ser mi novia? —Su mano va a mi mejilla acariciándola.  

—Déjame pensarlo y te aviso. —Pongo mi cara más sería.  

—Creo que tengo que convencerte. —Aleja la bandeja y la pone en el velador. Me quita la tostada de la mano y la deja sobre la bandeja. Se me acerca y me acorrala entre el colchón y su cuerpo.  

Entierra el rostro en mi cuello, su aliento me hace cosquillas. Sus labios acarician la piel de mi cuello, luego su lengua va bajando por mi cuello hasta mi clavícula, sus labios depositan un beso.  

Su juguetona mano va separando la sabana de mi cuerpo dejando al descubierto mis senos, su lengua juega con mi pezón endureciéndolo con sus caricias. Luego vuelve a subir a mi cuello.  

—Que dices ahora nena ¿Quieres ser mi novia? —susurra para luego dar una mordida a mi oreja.  

Suelto un gemido de deseo, pero aún no digo nada.  

—Oh... ¿Te harás la difícil? —Suelto una risita—, veremos quién gana.  

Cuando pienso que va hacer un movimiento para hacerme estallar de deseo. Sus manos se deslizan por los costados de mi cuerpo y empieza a hacerme cosquillas.  

Rio como una loca y trato de zafarme de su agarre.  

—Esta.... está bien... me... me rindo... me rindo —suplico entre risas.  

Él para y apoya sus manos a cada lado de mi cara, me mira con una sonrisa divertida.  

—¿Y bien?  

—Si quiero ser tu novia, tonto —Sujeto cuello y lo acerco para besarlo.  

Sus labios se mueven sobre los míos, deliciosos y calientes.  

Tengo ganas de continuar, más aún cuando siento a su amiguito apretarse sobre mi barriga. Pero las ganas de ir al baño son más grandes.  

Lo separo de mí y él me mira confundido.  

—Quiero hacer pis, mi vejiga esta por explotar —me justifico.  

Me sonríe, me da un último beso y me ayuda a levantarme. Agarro una camiseta suya que está en el piso y me la pongo con rapidez.  

Me meto al baño y cierro la puerta. Ahora que mi barriga está más grande no puedo aguantar mucho para vaciar la vejiga. Es un asco. 

Cuando termino abro la llave de la ducha y espero a que salga el agua caliente. Me despojo de la camiseta y me meto en la ducha.  

Mojo mi cuerpo y empiezo a jabonarme. Cierro mis ojos disfrutando de la lluvia artificial. Siento unos brazos que me agarran por la cintura y me sobresalto. 

—¿Necesitas ayuda? —la voz ronca de Gonzalo rebota en mi cuello.  

Giro el rostro para mirarlo, él captura mis labios en un beso, beso que estoy gustosa de responder.  

******  

 

Ha sido una larga y divertida ducha. Gonzalo tiene una gran sonrisa pintada en la cara, mientras va a su cajón y saca un bóxer. Se quita la toalla que tapa su cintura y se coloca el bóxer. Estoy sentada en la cama con una toalla envuelta en mi cuerpo, admirando el espectáculo.  

—¿Qué quieres hacer hoy día? Hay que aprovechar el domingo.  

—Lo primero que debo hacer conseguir algo para ponerme, a menos que quieras que vaya por ahí de guerrera —me burlo moviendo las cejas.  

—No, ese espectáculo es solo para mí —dice mientras se cruza de brazos—. Y por lo de la ropa no te preocupes que ya lo solucioné temprano.  

Sale del cuarto y regresa con dos bolsas, las deja sobre la cama.  

Miro en ellas y empiezo a sacar su contenido. Hay un jean, una camiseta blanca, una camisa a cuadros y ropa interior, en la otra bolsa hay unas zapatillas.  

Lo miro interrogante.  

—Salí temprano y compré esas cosas, espero que sean de tu talla. —Se coloca un jean y un polo mientras habla.  




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