Ha sido un largo día, estoy en el lobby esperando que Gonzalo baje para poder irnos a la casa. Las dos recepcionistas conversan animadamente entre ellas, pero en cuanto ven a Gonzalo salir del ascensor se callan.
—¿Lista para irnos nena? —Gonzalo se acerca a mí.
—Si. —Me levanto con toda la rapidez que me permite mi barriga.
Agarra mi mano y entrelaza nuestros dedos, lo miro sorprendida. Me mira con una sonrisa y sigue caminando conmigo a su lado.
—Hasta mañana señoritas —se despide de las recepcionistas que miran atónitas nuestras manos enlazadas.
Una vez que salimos de la editorial me giro hacia Gonzalo.
—¿Por qué has hecho eso? —pregunto interrogante.
—Eres mi novia, y no le veo nada de malo. —Llegamos a lado de su auto, me abre la puerta, una vez que estoy dentro se dirige hasta su sitio.
—¿Quieres comer algo? —pregunta mientras maneja.
—Si, cuando lleguemos a casa preparo algo.
—No lo dije con esa intención Mafer. —Arruga la frente.
—Lo sé, pero a mí me gusta cocinar.
—De acuerdo nena.
El camino es corto, cuando llegamos al edificio subimos agarrados de las manos.
-—Voy a cambiarme y salgo a ayudarte —dice Gonzalo.
—De acuerdo. —Me quito el bléiser y los zapatos en la entrada, camino a la cocina.
Reviso los gabinetes de la cocina para ver que puedo preparar. Una vez tengo todo listo empiezo a preparar unos tallarines verdes.
Casi tengo todo listo, la crema ya está hecha, estoy esperando que los tallarines se terminen de hacer. Gonzalo aún no sale del cuarto.
Reviso una vez más la olla y camino al cuarto. Me detengo en la puerta, Gonzalo está sentado en la cama hablando por teléfono.
—Te pido que no hables así. —Parece molesto—. De acuerdo estaremos ahí este sábado —Cuelga. Levanta la cabeza y me mira.
—Perdón, mi madre justo me llamo. —Se levanta, pasa sus brazos en mi cintura.
—Ya veo. —Apoyo la cabeza en su pecho—. Ya debe de estar lista la comida —Agarro su mano y lo llevo a la cocina.
—Siéntate, voy a servir.
Sirvo dos platos con tallarines y salsa.
Comemos conversando animadamente de nuestro día.
—Mi mamá llamo. —Deja el tenedor sobre el plato vacío.
—Si, eso dijiste. —Me cruzo de brazos y los apoyo sobre la mesa—. ¿Qué te ha dicho?
—Cassidy... —gruñe—, llamó a mi mamá para contarle lo que pasó en mi oficina. Y no está muy alegre que digamos.
—Ya veo. —Me levanto y dejo los platos en el lavadero—. Supongo que puso el grito en el cielo. —Volteo para mirarlo.
—Supones bien. —Se acerca y apoya sus manos en la encimera a cada lado de mi cuerpo, me da un casto beso.
—¿Que te ha dicho tu mamá?
—Quiere que vaya a verla, le he dicho que iremos este fin de semana.
—Ella me odia —afirmo un poco cabizbaja.
—¡Ey! Nena tranquila. —Agarra mi rostro con sus dos manos—. Ella solo está preocupada por mí, y quiere lo mejor para mí, solo que aún no se da cuenta que tú eres lo mejor para mí.
—Te amo —le digo agradecida regalándole una sonrisa tímida.
—No más que yo nena. —Se acerca y me da un beso lento que rápidamente empieza a subir de tono, su lengua se abre paso en mi boca. Sus manos que están en mi rostro bajan a mis piernas.
—Todo el día he tenido ganas de besarte —susurra contra mis labios.
Mis manos suben hasta su cuello atrayéndolo más a mí. Sus manos me sujetan de las nalgas y me lleva cargada hasta la cama, aunque es un poco complicado con mi barriga.
Me deposita con cuidado sobre la cama y empieza a quitarme la camiseta, me quedo en sujetador.
Sus manos viajan a mi abultado vientre y deja un beso. Sus manos siguen su camino hasta el jean y lo baja despacio.
—Eres hermosa —dice en voz baja, él esta arrodillado sobre la cama mirándome.
Me siento y mis manos quitan la camiseta, se deslizan ansiosas por su esculpido abdomen, después meto mis manos dentro del pantalón chándal y lo bajo, él me ayuda a quitárselo.
—Te amo —le digo sonriendo
Me mira, se acerca a mí y quita mi sujetador. Me echo de nuevo en la cama y me besa con dulzura.
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Gonzalo:
El sonido del despertador se escucha a lo lejos. Me levanto para que Mafer pueda descansar unos minutos más.
Apago el ruidoso aparatejo y me meto en la ducha. El agua fría despeja mis músculos contraídos.
Las palabras de mi madre aun retumban en mi cabeza y me tienen completamente tenso.
Definitivamente no me ha gustado como se expresó de María Fernanda, por eso tuve que callarla, ya va siendo hora de que mi madre acepte que es con María Fernanda con quién estoy formando una familia.
Salgo de la ducha y envuelvo una toalla en mi cintura.
Cuando entro al cuarto Mafer aún esta plácidamente dormida. Agarro mi ropa y me cambio con rapidez.
Me acerco a ella, deslizo mi dedo por su mejilla hasta su cabeza. Ella abre los ojos y me dedica una mirada dulce.
<< ¡Dios, como amo a esta mujer! >>
—¿Qué hora es? —pregunta en medio de un bostezo.
—Son las siete, así que ya debes levantarte.
Se levanta a toda prisa y se va directo al baño, mientras murmura que es muy poco tiempo para alistarse.
Riendo me dirijo a la cocina para preparar el desayuno.
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María Fernanda:
Media hora es lo que tengo para alistarme. ¿Como pretende que haga todo en media hora?
Me baño en tiempo récord, salgo envuelta en una toalla.
Agarro unas bragas y me las pongo. Voy al armario para ver que me podía poner hoy. Encuentro un vestido claro manga larga.
Salgo del cuarto una vez lista, hay un delicioso olor a café que venía de la cocina.