Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 33

Ya han pasado tres meses desde que estoy al frente de la empresa. Todo está marchando sobre ruedas. Gonzalo ha sido una gran ayuda, siempre dándome ánimos y ayudándome con las cosas que no entendía.  

Ya tengo treinta y tres semanas de embarazo y es increíble lo enorme que estoy, ya no puedo ni verme los pies. Afortunadamente todo está bien con mis bebés. Estoy feliz, más feliz que nunca. Estaciono frente a la editorial de Gonzalo, he venido para raptármelo y comer juntos.  

Cruzo la pista y entro al edificio.  

—Buenos tardes —saludo a las recepcionistas.  

—Hola María Fernanda —responde una de ellas.  

Me dirijo al ascensor, mi primera parada es el piso de Lizzy.  

La veo en su escritorio mirando su computadora.  

—Sorpresa —exclamo acercándome.  

—Chiquita. —Se pone de pie emocionada, me abraza.  

—¿Cómo estás Liz? ¿Cómo va todo por aquí?  

—Todo bien, un poco lento el día. ¿Has venido a ver al gran jefe?  

—Si, quiero almorzar con él. Pero primero vine a saludarte. Tenemos que ver cuándo nos juntamos las tres, una vez vengan estos chiquitos ya será más difícil.  

—Siiii ¿Qué te parece si nos juntamos mañana en casa de Vanessa? —propone.  

—Si me parece buena idea, mañana es sábado y no trabajamos ninguna de las dos y Vanessa trabaja hasta la una. La llamaré en este momento —digo sacando el celular—, ya sabes que ella siempre tiene planes.  

—Si, es verdad —responde blanqueando los ojos.  

Marco su número y al tercer timbrazo contesta.  

 

¿Y ese milagro? —escucho ni bien contesta la llamada.  

Vane, estoy aquí con Lizzy y queremos ir a tu casa mañana ya que hace tiempo que no nos vemos las tres —propongo.  

Ya pensaba que la próxima vez que te viera ibas a tener a esos dos bebés en brazos —se queja. 

No seas exagerada Vanessa —replico—, ¿Bueno que dices?  

¡Me parece una idea estupenda! —chilla emocionada.  

Bien, entonces mañana en la tarde en tu casa.  

Listo, nos vemos entonces, te dejo que ahí viene mi jefa —se despide cortando la llamada.  

 

—Ya está todo arreglado, mañana en la tarde nos vamos a su casa —le digo a Lizzy. 

—Perfecto.  

—Ya me voy, tengo hambre así que me llevaré a mi hombre —rio divertida. 

—Chau chiquita —se despide de mi con un abrazo.  

Regreso al ascensor y subo hasta el piso de Gonzalo.  

Cuando llego, Helena no se encuentra en su puesto, seguro que estará en el baño. 

Así que voy a la oficina de Gonzalo, levanto mi mano para tocar, pero la puerta esta junta. Empujo la puerta y lo que mis ojos ven es algo que no me esperaba.  

Gonzalo esta es su silla y Helena está prácticamente encima de él, besándolo.  

—¿Que significa esto? —mi voz sale fuerte.  

Gonzalo aparta de un empujón a Helena y me mira con los ojos como platos. Se pone de pie como un resorte.  

—Mafer, no es lo que tú piensas. —Se acerca a mí desesperado.  

—¿En serio eso es lo que dirás? —respondo.  

En mi garganta se forma un nudo impidiendo que siga hablando.  

—Nena, escúchame por favor —suplica.  

—No —mi voz sale entrecortada.  

Detrás de Gonzalo puedo ver que Helena dibuja una sonrisa y nos mira divertida.  

—Mafer espera, te juro que no es lo que estás pensando. —Me agarra la mano, pero yo la quito con fuerza y me doy la vuelta lista para irme.  

—Espera no te vayas amor. —Tengo a Gonzalo pegado a mis talones. Aprieto el botón para abrir el ascensor, como yo acababa de utilizarlo las puertas se abren al momento. Entro.  

—¡Gonzalo déjame tranquila! ¡En este momento no me interesa lo que sea que quieras decir! —Aprieto varias veces el botón del primer piso.  

—No te vas a ir así, sin que pueda explicar lo que sucedió —Esta desesperado, con su mano impide que la puerta se cierre.  

—Gonzalo —la voz de Helena atrás de él nos hace mirarla.  

—¿QUE HACES TODAVÍA AQUÍ? ¡QUIERO QUE AGARRES TUS COSAS Y TE VAYAS DE UNA VEZ DE MI EMPRESA! —ruge Gonzalo.  

Aprovechando que esta de espaldas vuelvo a presionar el botón del primer piso. Cuando Gonzalo se da cuenta las puertas ya están prácticamente cerradas.  

Respiro profundamente, tengo que calmar estas ganas locas de llorar. Lo único que quiero es salir de este lugar.  

No logro entender lo que sucedía, me niego a creer que Gonzalo me ha hecho esto. Pero yo lo había visto, no puedo negar lo que mis ojos vieron.  

Las puertas se abren y salgo con rapidez hasta la salida.  

En cuanto el aire choca contra mi rostro las lágrimas no se hacen esperar.  

—¡María Fernanda! —Giro la cabeza.  

Gonzalo sale del edificio y viene con rapidez hasta donde me encontraba.  

No quiero verlo, cruzo la pista con rapidez, todo pasa con rapidez.  

Siento un golpe en mi cadera haciendo que pierda el equilibrio y caiga de costado. Siento un golpe en la cabeza y todo lo veo negro.  

—¡NO! —escucho un grito desgarrador antes de perder la conciencia.  

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