Todo va sobre ruedas, la empresa va bien, aunque extraño demasiado no tener a Mafer trabajando conmigo. Lo bueno es que a ella le va de maravilla, el puesto de jefe le queda como anillo al dedo. Yo sabía que ella podría con esto, aunque al principio ella tenía algunas dudas con respecto a algunas cosas, había manejado todo bien.
Lo único que no me agrada por completo es la nueva secretaria, es demasiado... servicial, por no decir otra cosa. Al menos he podido mantenerla a raya hasta el momento.
—Señor Carson acá tengo los contratos que me encargo, se lo puedo llevar ahora mismo —la voz de la señorita Davis se escucha por el intercomunicador.
—Está bien, trae los papeles —respondo.
Después de unos minutos entra con los papeles en la mano.
—Aquí tiene los papeles señor Carson —habla mientras se agacha sugerentemente mostrando el escote de su blusa—, ¿Necesita algo más señor? Lo veo tenso.
La miro arrugando el ceño mientras ella camina despacio hasta quedar a mi lado.
—Sabe Gonzalo, yo puedo quitarle todo el estrés, solo tiene que pedirlo —Coloca una mano en mi hombro.
Me tenso ante su contacto y retiro su mano de mi hombro.
—Señorita Davis, me parece que se está extralimitando —hablo serio.
—He visto como me mira, sé que me desea tanto como lo hago yo.
La miro molesto, pero sin que pueda reaccionar ella se abalanza sobre mi besándome desesperadamente.
Agarro sus brazos para alejarla de mí, cuando una voz me hace empujarla sin ninguna delicadeza.
—¿Que significa esto?
<< ¡Mierda! >>
Es María Fernanda la que habla desde la puerta.
Me pongo de pie deprisa como impulsado por un resorte.
—Mafer, no es lo que tú piensas. —Me acerco a ella desesperado porque me crea.
—¿En serio eso es lo que dirás? —responde mirándome dolida.
No la puedo culpar, entiendo cómo se ve todo.
—Nena, escúchame por favor —suplico.
—No —su voz sale entrecortada. Su expresión de dolor me mata. Sus ojos se llenan de lágrimas y todo es mi culpa.
Puedo sentir a la estúpida de mi secretaria detrás de mí.
—Mafer espera, te juro que no es lo que estás pensando. —Avanzo agarrando su mano, pero en cuanto mis dedos se cierran en su muñeca ella la quita con fuerza y se da la vuelta para irse.
—Espera, no te vayas amor. —La sigo cuando sale de la oficina, no puedo dejar que se vaya así. Aprieta el botón para abrir el ascensor, las puertas se abren al momento y ella entra con rapidez.
—¡Gonzalo déjame tranquila! ¡En este momento no me interesa lo que sea que quieras decir! —me grita y aprieta varias veces el botón del ascensor.
—No te vas a ir así, sin que pueda explicar lo que sucedió —Estoy desesperado, con una mano impido que la puerta se cierre.
—Gonzalo —la voz de la impertinente secretaria se escucha atrás mío, volteo frustrado.
—¿QUE HACES TODAVÍA AQUÍ? ¡QUIERO QUE AGARRES TUS COSAS Y TE VAYAS DE UNA VEZ DE MI EMPRESA! —rujo furioso, es que no se da cuenta que ya hizo suficiente.
Cuando volteo para hablar con Mafer las puertas ya están prácticamente cerradas.
Desesperado giro para bajar por las escaleras, pero Davis se interpone en mi camino.
—¿¡NO ENTENDISTE LO QUE TE DIJE!? ¿POR QUÉ ESTAS TODAVÍA AQUÍ? ¡¡QUIERO QUE TE LARGUES DE MI EMPRESA!! —grito furioso.
—Quiero explicar lo que pasó —musita despacio.
—¡NO QUIERO ESCUCHAR NADA! ¡CUANDO REGRESE NO QUIERO ENCONTRARTE AQUÍ! ¿ENTENDISTE?
Le lanzo una última vez mirada y salgo disparado hacia las escaleras, en un tiempo récord llego al primer piso.
La veo parada en la puerta, la llamo desesperado sin importarme que los trabajadores me vean con caras sorprendidas.
—¡María Fernanda! —Gira la cabeza cuando la llamo. En sus ojos está pintada la decepción.
Avanzo con rapidez hasta donde ella se encuentra.
Regresa su mirada al frente y cruza la pista. Todo pasa con rapidez ante mis ojos, no tengo tiempo de reaccionar.
Veo como un carro para en seco para evitar atropellar a Mafer, pero no pudo evitar golpearla, haciendo que pierda el equilibrio y caiga de costado. Cuando cae, se golpea la cabeza con el asfalto.
—¡NO! —grito desesperado, siento como se me hiela la sangre.
Corro hasta donde esta ella, el conductor baja de su automóvil y se acerca a ella.
—Yo... traté de parar... ella.... ella se apareció de la nada... —balbucea.
Dejo de escucharlo en el momento que me agacho a ver a María Fernanda.
Dios mío hay sangre, sangre por todos lados.
<< ¡Esto es mi culpa! >>
—¡Señor Carson! ¿Qué pasó? —escucho detrás mío.
—Llamen a una ambulancia —Más voces se escuchan, pero no presto atención.
Miro a María Fernanda que sigue sin moverse.
<< ¡No por favor! >>
Hay sangre saliendo de su cabeza y el charco en sus piernas se hace cada vez más grande.
—¡LLAMEN A UNA AMBULANCIA POR FAVOR! —grito desesperado.
—Señor Carson ya hemos llamado, enseguida estarán aquí —La misma voz detrás mío me responde.
Mi vista se torna borrosa y pronto me doy cuenta de que son lágrimas lo que me impiden ver con claridad.
—-¡No! ¡MAFER! ¡¿QUE PASÓ?! —Giro a ver quién es la que grita y veo a la señorita Peltz corriendo en nuestra dirección—, ¡Dios mío! ¡¿Gonzalo que sucedió?! —Llora desesperada, se arrodilla a mi lado.
Siento los oídos tapados y no puedo escuchar nada con claridad.
<< ¡No por favor! ¡No me la quites a ella también! >>
No sé cuánto tiempo ha pasado cuando los paramédicos llegan a donde nos encontramos.