Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 36

Han pasado dos semanas desde que di a luz a esos dos pedacitos de vida. Hoy estoy lista para volver a casa, Gonzalo está terminando los papeles para mi alta y la de los bebés.  

En este momento los dos se encuentran plácidamente dormidos en los cuneros.  

Gracias a Dios, a pesar de las circunstancias del parto, los dos están bien. Nacieron con buen peso y buena talla y sin ninguna complicación, pero la doctora quería que pasen todo el tiempo posible aquí.  

Yo, por el contrario, si bien no corro ningún peligro tengo mucho dolor en todas partes. La cadera me duele, aunque ahora el dolor es menor, la cicatriz de la cesárea es lo que me duele un poco más.  

Pero fuera de eso, me siento muy feliz y ahora algo ansiosa ya que a partir de hoy estaremos los cuatro solos en casa. No habrá enfermeras con nosotros que nos ayuden con los bebés.  

Mi madre nos acompañará hoy a casa para poder instalarnos bien. Mi padre ha tenido que hacerse cargo de la empresa desde que estoy aquí, aunque solo será hasta que esté completamente recuperada, y cuando ya me encuentre bien iré a la empresa por horas, y mi madre me ayudará con niños.  

Alberto tuvo que hacer un viaje al interior del país debido a un problema en una de sus sucursales, pero no había pasado desapercibido el hecho de que lo veía más cercano a Liz. Tendré que hablar con ella al respecto, tengo que saber que se traen esos dos.  

Vanessa me había visitado todos los días con Juan David. Estuvo molesta porque nadie le aviso del accidente hasta el día siguiente.  

También había venido Alexander y el señor Carson. Y por lo visto la dulce madre de Gonzalo no quería venir. Aunque le había dicho a Gonzalo que quería conocer a sus nietos.  

El llanto de Ian me hace salir de mi letargo.  

Me levanto con cuidado ya que me dolía si hacía movimientos rápidos. Me acerco a mi pequeño y empiezo lo a mover despacio dentro de su cunero para que no despierte a su hermana. Es increíble lo pequeño que es, acaricio su barriguita y canturreo en voz baja para tratar que se calme, me moría por cargarlo, pero aún no podía hacerlo sola.  

Miro a Astrid y veo que esta con sus ojitos abiertos, ella siempre está tranquilita. Supongo que ella era el bebé que siempre estaba quieto cuando estaban en mi barriga.  

Gonzalo abre la puerta y me sonríe, se me acerca y me da un beso en los labios luego besa la cabecita de Ian.  

—Todo está listo para irnos, tú mamá está subiendo. —Mira a Astrid y se acerca a ella.  

—Hola princesa. —La carga y se acerca a nosotros.  

Justo en ese momento mi mamá hace su aparición.  

—¿Ya estas lista cariño? —pregunta.  

—Si mamá, solo que los niños se despertaron.  

Gonzalo coloca a Astrid en la sillita para el auto que esta sobre la cama, luego agarra a Ian del cunero y lo coloca en la otra sillita.  

Agarra el maletín de los bebés y mi mamá agarra el mío.  

—Vamos cariño —agarra una sillita y se la da a mi mamá y él coge la otra.  

Una enfermera ya está esperando con una silla de ruedas. Me siento con cuidado y vamos hasta el ascensor, bajamos hasta la última planta y salimos hasta el estacionamiento.  

Colocan las sillas en el asiento de atrás asegurándolas con los cinturones. 
 
Luego me ayuda a ponerme de pie y a sentarme en el asiento del copiloto, agradezco a la enfermera, quien me sonríe y se va.  

—Nos vemos en la casa —dice mi mamá por la ventana.  

Como ella había venido en su auto hasta el hospital, debía irse igual hasta la casa. 

Gonzalo prende el automóvil y avanza.  

—Por fin nos vamos a casa nena —Gonzalo me mira con una sonrisa.  

—Si, estoy emocionada y asustada al mismo tiempo —Me sincero.  

—¿De qué estás asustada? —Frunce el ceño.  

—Pues tu y yo estaremos solos todos los días, tengo miedo de no hacerlo bien.  

—Lo harás bien, yo estoy aquí para ayudarte —Me agarra la mano sin dejar de mirar al frente y me da un beso en ella—. Aprenderemos juntos.  

—Tienes razón —Giro la cabeza para mirar a los bebés. Ambos estaban dormidos—, estaremos bien.  

Llegamos al edificio y justo detrás nuestro, mi mamá.  

Ella se apresura a ayudar a Gonzalo con una de las sillitas. Una vez que estamos todos en el apartamento. Le pido a mi mamá que me dé a Ian, ella lo carga y lo pone en mis brazos, caminó despacio al cuarto que sería de los bebés. Gonzalo entra al cuarto detrás de mí con Astrid en brazos.  

Me quedo parada en la entrada, Gonzalo había adornado el cuarto; había dos cunitas una al lado de la otra, una adornada de rosado y la otra con celeste. En la pared detrás de las cunas había un dibujo de dos árboles cada uno con un columpio en uno con una niña y en el otro un niño.  

—Gonzalo es precioso —exclamo emocionada. Me acerco a la cuna de Ian y miro fascinada todo, Gonzalo puso a Astrid en su cunita luego caminó hasta mí y coge a Ian para acostarlo en su cuna.  

—Me alegra que te guste —Me abraza y me da un beso.  

—Vamos, mamá nos está esperando —Lo agarro de la mano y salimos dejando la puerta junta.  

—¿Están dormidos? —pregunta mamá cuando entramos a la cocina.  

—Si —respondo.  

—Bueno muchachos será mejor que me vaya —Agarra su bolso y nos da un abrazo a cada uno.  

Gonzalo la acompaña a la puerta.  

—¿Cómo te sientes nena? —pregunta cuando está a mi lado.  

—La verdad me siento feliz, aunque un poco adolorida. Y lo único que quiero es darme una ducha y dormir —confieso.  

El ríe y besa mi frente.  

—Yo también estoy feliz. —Me da otro beso—. Y en este momento vamos a ayudarte con esa ducha y después nos iremos a dormir.  

Me lleva de la mano hasta el baño, abre la llave de la ducha y regula la temperatura.  

Luego agarra el dobladillo de mi camiseta y me ayuda a sacármela, se deshace también del sujetador, luego con cuidado me quita el pantalón de chándal junto con la braguita.  




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