Embarazada sin Querer Editando

Capítulo 38

Gonzalo:  

Llego a la clínica que me indicó la señorita por teléfono, corro hasta recepción.  

—Señorita me acaban de llamar para informarme que han traído a mi novia —hablo con rapidez.  

—¿Cuál es el nombre de la señorita? —responde.  

—María Fernanda Avery —hablo rápido.  

Ella busca en su computadora.  

—Ella está en el segundo piso, ahí le pueden dar más información.  

Antes de que termine de hablar ya estoy subiendo las escaleras, no puedo esperar a que llegue el ascensor.  

Una vez llego al segundo piso me acerco a una señorita de bata.  

—Buenas noches, quiero saber dónde se encuentra mi novia —me apresuro a decir—. Me llamaron hace un momento. Se llama María Fernanda Avery.  

—Ah buenas noches, yo fui la que lo llamo. La señorita se encuentra dormida en este momento. Estaba inconsciente en el estacionamiento del centro comercial aún no despierta —explica.  

—Señorita, mis hijos, ella tenía que estar con mis hijos —exclamo nervioso—. Usted me dijo que no había nadie más.  

—Así es, como le dije, solo encontraron a la señorita, ella... —no puede continuar.  

Un alboroto nos hace girarnos. Dos enfermeras entran corriendo a la habitación de la que proviene el alboroto.  

—Espere un momento por favor —ordena sin mirarme y caminando en dirección a la habitación.  

A pesar de lo que me dijo, camino hasta dicha habitación.  

Me acerco con curiosidad a la puerta que está abierta. Las enfermeras tratan de hacer que la paciente se quede en la cama, no puedo ver el rostro porque la tapan con sus cuerpos.  

Una de ellas se agacha para recoger el suero caído y veo a María Fernanda luchado por ponerse de pie.  

—¡Mafer! —exclamo acercándome con rapidez.  

En cuanto escucha mi voz se queda quieta. Sus ojos se abren como platos y luego se llenan de lágrimas.  

Agarro su mano y ella la aprieta con fuerza.  

—Gonzalo —susurra—, ¡Se los llevaron! ¡Se llevaron a los bebés! —Las lágrimas caen sin piedad de sus hermosos ojos.  

Miro con atención su rostro y veo con horror que tiene el labio roto e hinchado, en el lado derecho de la cara tiene tres arañazos, pero lo que más hace hervir mi sangre son las marcas alrededor de su cuello, parecen ser dedos. 

—¿Qué ha pasado cariño? —hablo con suavidad acariciando su mejilla izquierda.  

Me mira y sus labios tiemblan.  

—Tenemos que buscarlos Gonzalo ¿Por qué seguimos perdiendo el tiempo? —exclama tratando de pararse de nuevo.  

—Señorita debe mantener reposo hasta que el doctor le dé el alta —Una de las enfermeras se precipita agarrándola por los hombros—, tiene dos costillas rotas —explica esta vez mirándome a mí.  

—Amor, primero tienes que decirme que fue lo que pasó —trato de transmitirle calma, calma que yo no siento.  
 

<< ¡¿Quién carajo ha hecho todo esto?! >> 
 

—Recibí un mensaje de tu mamá, quería que nos viéramos en el centro comercial para comer —empieza a narrar lo que pasó—, ella quería conocer a los mellizos.  
 

<< ¿Mi mamá le escribió a Mafer? >
 

Frunzo las cejas extrañado.  

—Cuando llegué al estacionamiento tuve que bajar al segundo sótano porque el primero no tenía acceso. Cuando bajé del carro y quise sacar a los bebés de la parte de atrás, alguien me jaló del cabello. —Ella mira al frente con el ceño fruncido, como tratando de recordar—. Eran dos personas, un hombre y una mujer, no pude ver sus caras porque traían pasamontañas, tampoco sus voces porque tenían algo que hacía que se escuchen distorsionadas. —Me mira con sus ojos aguados.  

—Gonzalo... Gonzalo te juro que traté de detenerlos... pero no pude, no pude —estalla en llanto—, se llevaron a mis bebés Gonzalo.  

—Tranquila cariño —la consuelo—, te juro que recuperaré a nuestros hijos.  

—Lo que si pude ver antes de perder el conocimiento fue la placa de la camioneta en la que se fueron —se apresura a decir—, era CRT-234 ¿Verdad que será de ayuda Gonzalo? —Me mira esperanzada.  

—Si cariño —Me acerco a ella y le doy un beso en la cabeza—. Ahora quédate tranquila voy hacer unas llamadas.  

Me mira angustiada y se recuesta.  

—Se la encargo —digo mirando a la enfermera que esta delante de mí.  

Las tres enfermeras que están ahí, me miran con pena.  

Salgo lo más rápido que puedo y saco el teléfono.  

Tengo que llamar a la policía enseguida.  

****** 

Son las tres de la mañana y me encuentro en mi casa, que está llena de gente. Están mi papá y mi hermano ambos al teléfono tratando de ver con unos de nuestros miembros de seguridad que es lo que podían hacer, también está el papá de Mafer y Alberto, este último está en su laptop mirando en las cámaras de seguridad del centro comercial. También hay varios agentes de la policía.  

En cuanto llamé a la policía me comuniqué con mi familia y con la de Mafer. Todos se habían movilizado y habían venido en mi encuentro.  

Les di el número de la placa que Mafer había memorizado, pero como era obvio era una placa cambiada.  

Afortunadamente después de salir de la clínica fui al centro comercial, ahí estaba el carro de Mafer. Lo revisé a ver si podía encontrar algo que ayudara y encontré su teléfono al lado del asiento.  

Ella me había dicho que mi mamá le había mandado un mensaje, me pareció muy extraño, mi mamá nunca le habría escrito a Mafer, y como imaginé no fue ella la que mandó el mensaje.  

Lo bueno es que los agentes estaban tratando de rastrear la llamada. Aunque les estaba tomando algo de tiempo.  

Cuando mi mamá se enteró de que todo este asunto había empezado con un supuesto mensaje de ella, se puso mal, siente que en cierto modo es su culpa. Dice que, si ella se hubiera acercado a Mafer antes, nada de esto hubiera pasado. Y había querido ir a ver a Mafer, ella quería mostrarle su apoyo de alguna manera.  




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