El llanto de Ian invade el lugar, trato de levantarme, pero al hacerlo un dolor agudo invade mi brazo, logro levantar la cabeza para ver lo que está pasando. El maldito me había disparado, afortunadamente no tiene tan buena puntería.
Quién si tiene una buena puntería es el policía que le había disparado a Carlos, que en este momento está en el piso retorciéndose de dolor.
Puedo ver que el disparo le ha caído de lleno en el abdomen, Ian yace a un lado de él, llorando sin control.
Trato nuevamente de ponerme de pie para poder ir por Ian, pero un policía me detiene, mientras que otro se acerca a Carlos, patea la pistola que queda en el suelo y luego carga a Ian. Con ayuda del policía me pongo de pie y caminamos detrás del policía que carga a Ian.
Una vez afuera de la casa, podemos ver que hay una ambulancia. Alex esta con Astrid, la están revisando en este momento, Alberto tiene a Cassidy agarrada del brazo y la mira de tanto en tanto frunciendo el ceño. Dos policías se acercan a ella y se la llevan a la patrulla.
Camino hasta la ambulancia donde ya se encuentra Ian siendo atendido, no deja de llorar, mientras que uno de los paramédicos lo trata de revisar.
Cuando estoy cerca de la ambulancia otro paramédico se acerca a mí, empieza a revisar mi brazo, pero lo único que quiero es acercarme a mi hijo. Hago un gesto de dolor cuando toca mi brazo.
—Lo mejor será que los llevemos a los tres a la clínica. —Asiento con la cabeza.
Justo en ese momento Alberto se acerca.
—Ya han detenido a la loca —comenta.
—Tiene que subir de una vez a la ambulancia señor. —Asiento, el paramédico que está atendiendo a Ian sube a la ambulancia con mi hijo en brazos.
—Nosotros iremos en el auto con Astrid —propone Alex.
—Me parece bien. —Alberto carga a Astrid y se van, subo a la ambulancia.
—Déjeme cargar a mi hijo, por favor. —Miro al paramédico que trata de hacer que Ian deje de llorar.
Con cuidado me lo pasa y lo coloca sobre mi brazo sano, empiezo a mecerlo y a susurrarle una canción que sé que lo tranquiliza.
Poco a poco se va calmando, ahora solo solloza levemente.
Para cuando llegamos a la clínica él ya se ha quedado dormido.
—Señor, será mejor que me lo de —me dice el paramédico que había estado revisando mi brazo. Se lo paso con cuidado de no despertarlo.
Bajo de la ambulancia con algo de dificultad, cada vez que hago un movimiento brusco un dolor agudo arremete en todo mi cuerpo, cuando termino de bajar de la ambulancia veo el auto de Alex detenerse a mi lado.
Alberto baja con Astrid, está tranquila.
—Hemos llamado a Mafer, ya debe de estar llegando —Alex sale del auto y caminamos hasta el interior de la clínica.
******
Han pasado unos veinte minutos, en los que han revisado a los dos bebés. Afortunadamente Astrid está bien, algo hambrienta, pero bien.
Ian por otro lado, el haber estado cerca del disparo le ha afectado los oídos, los tiene muy sensibles en este momento. Pero el médico me ha dicho que tiene que tener unos protectores en los oídos por unos días y le ha recetado unos medicamentos.
El dolor del brazo se ha intensificado, el doctor me ha insistido para que le permita atenderme, pero lo único que yo necesito es saber que mis hijos están bien.
—Ya llegó Mafer. —Alex entra y se sienta a mi lado en la camilla —. En este momento está con los chuckys.
Respiro con alivio al saber que Mafer ya está con ellos.
******
María Fernanda:
En cuanto recibí la llamada de Alberto mi corazón dio un gran vuelco emocionado. Me dijeron que estaban en la clínica, y que les estaban haciendo un chequeo. Así que salimos de casa lo más rápido que pudimos. Fueron los veinte minutos más largos de mi vida.
Ni bien entré por las puertas, lo que hice fue acorralar a una de las enfermeras para que me digan dónde se encontraban.
Afortunadamente los dos están bien, aunque Ian tiene un poco afectado los oídos, pero al parecer no es algo grave. Solo me queda por ver a Gonzalo, y es ahí a dónde me dirijo. Alex me ha dicho que está en uno de esos cuartos recibiendo atención.
Abro la puerta con ansiedad, Gonzalo está sentado en la camilla. Mi corazón late emocionado al ver que está bien. Tiene una venda en el brazo y lo tiene manchado de sangre, pero por lo demás se ve bien.
Me acerco a él y lo abrazo con fuerza
—Tenía tanto miedo de perderlos —sollozo contra su cuello.
—Shh, tranquila nena. —Acaricia mi cabeza con su mano—. Ya todo acabó, todos estamos bien.
Me separo de él y le sonrío.
—Tienes razón. —Me limpia las lágrimas con su pulgar.
—Buenas —dice un doctor entrando al lugar donde estamos—, vengo a revisar su brazo.
—Bien, porque ya no soporto el dolor. —Gonzalo aprieta mi mano.
—Señorita podría esperar afuera por favor. —Me mira con seriedad.
Gonzalo acaricia mi mano con su pulgar.
—Anda nena, ve con los bebés, yo estoy bien. —Me regala una sonrisa tranquilizadora.
Le doy un beso y salgo del lugar. Camino hasta la sala de espera donde se encuentran todos esperando noticias sobre Gonzalo.
Me siento al costado de mi mamá que carga a un Ian profundamente dormido.
Liz esta frente a mí con Astrid.
—¿Cómo está mi hijo? —La señora Julianne se me acerca.
—Está bien, en este momento lo están atendiendo —Se sienta a mi lado. Parece cansada. En realidad, todos estamos cansados. Ha sido un día demasiado largo y estresante.
Liz se acerca a mí y me tiende a Astrid.
—-Creo que quiere a su mamá. —La cargo y la sostengo contra mi pecho meciéndola.
******
Hemos estado esperando una media hora cuando Gonzalo aparece con un cabestrillo en el brazo.
Me levanto todo lo rápido que puedo con Astrid dormida en mis brazos.
—¿Como estás? —pregunto preocupada.
—Estoy bien, me han puesto unos calmantes, así que por ahora no siento ningún dolor. —Se acerca y besa con suavidad la frente de Astrid.
Avanzamos hasta los demás.
—Hijo gracias a Dios que estás bien. —Su mamá corre a abrazarlo.
—Estoy bien mamá, solo un poco cansado.
—Deberíamos ir a descansar —propongo—, los niños también han pasado por mucho hoy.
Caminamos hasta los autos, nos repartimos en los tres autos. Mis papás van en su auto junto con Lizzy y Alberto, los papás de Gonzalo se suben al auto de Alex y Vanessa va con ellos. Nosotros vamos en mi auto con los niños, Alex se sienta en el asiento del conductor. Gonzalo y yo nos sentamos en la parte de atrás yo tengo a Ian que duerme plácidamente en mis brazos y Gonzalo tiene a Astrid recostada contra su pecho.
Nos despedimos, con la promesa de vernos mañana.
******
Alex estaciona frente a la casa, el camino es silencioso, nadie tiene energía para entablar una conversación. Salimos, Alex ayuda a Gonzalo con Astrid, entramos a la casa y vamos directo al cuarto de los niños, dejo a Ian en su cunita, Alex hace lo mismo con Astrid.
—Mafer cuida de este tonto. —Me da un beso en la mejilla. Luego se gira y se despide de su hermano.
Sale del cuarto y nos quedamos solos con los niños. Me acerco a Gonzalo y lo abrazo con cuidado por la cintura. Me siento aliviada de que todo haya terminado.
Ya Alex y Alberto me han contado todo lo que ha pasado, demás está decir que mi sorpresa fue grande cuando me dijeron que detrás de todo esto estaba Cassidy, pero lo que me dejo con una sensación desagradable es que Carlos fuera capaz de todo esto. Él siempre fue muy dulce conmigo.
Después de todo lo que pasó, recién me permito pensar en eso, y ese desagradable nudo en el estómago vuelve a instalarse con fuerza. Abrazo con más fuerza a Gonzalo.
—Tranquila nena, toda esta pesadilla ha llegado a su fin. —Acaricia mi cabeza con su mano sana—. Espérame aquí.
Me deja ahí parada en medio del cuarto de los niños, pero tan rápido como se va regresa.
Se planta delante de mí y me besa, me besa con ganas, como si hubiéramos pasado meses sin hacerlo, le respondo con el mismo frenesí.
—Te amo demasiado —susurra contra mis labios—, no puedo imaginar mi vida sin y los niños.
—Yo también te amo —respondo de igual manera.
Pega su frente a la mía y su mano descansa en mi cintura.
—Jamás pensé que volvería a ser feliz —musita—. Tú fuiste como una bocanada de aire. Me llenaste por completo.
Mis ojos se llenan de lágrimas. Ante sus palabras mi corazón empieza a latir como loco.
—Llegaste a mi vida justo cuando me sentía morir por dentro. Apareciste y me diste una sacudida cambiando todo lo que había decidido en mi vida.
Eres testaruda, autosuficiente, decidida y aunque algunas veces quise ahorcarte por siempre darme la contraria agradezco que no te dejaste apabullar por mi mal genio, porque me hiciste el hombre más feliz del mundo, jamás quiero que dejes de ser mi todo. Tú y los niños son mi complemento.
—Oh Gonzalo —sollozo sin poder evitar que las lágrimas resbalen por mis mejillas.
Se separa un poco de mí y sonríe. Se arrodilla en una pierna y levanta su mano, me muestra un anillo; el anillo más hermoso que he visto.
<< ¡No puede ser! >>
—Tu y yo nunca hemos hecho las cosas en el orden correcto. Primero quedaste embarazada, luego nos enamoramos, después empezamos a vivir juntos, así que ahora nos toca convertirnos en una familia como debe de ser.
Lo miro con los ojos como platos, nunca hubiera esperado que él hiciera esto. Lo miro muda.
—Se mi esposa María Fernanda Avery —musita con una pequeña sonrisa, mi corazón late emocionado.
—Si. —Cuando era más joven e imaginaba está escena, me veía a mí misma gritando emocionada, pero lo que sale de mis labios solo es un susurro. Me arrodillo y quedo frente a él.
Los ojos de Gonzalo brillan de emoción.
—Si, claro que quiero ser tu esposa.
Me regala la sonrisa más linda de todas y coloca el anillo en mi dedo. Lo miro maravillada, la piedra es de un azul profundo.
—Cuando lo vi, recordé tus hermosos ojos.
—Te amo, nene —rio ante el apodo que él siempre tiene para mí.
—Y yo a ti, nena. —Me besa con dulzura.