Embarazada sin Querer Editando

Epilogo

Diez meses después 
 
Me siento muy nerviosa, aún no puedo creer que este día había llegado tan rápido, pero aquí me encuentro; con un hermoso vestido blanco largo con encaje y más que lista para casarme con Gonzalo.  
 
Gracias a mi madre y a la señora Julianne, todos los preparativos habían podido estar a tiempo, fue toda una odisea poder tener todo listo en estos meses, entre una cosa y otra. Pero puedo asegurar que habían sido los más felices y estresantes de toda mi vida. Gonzalo y yo no habíamos querido poner una fecha para el matrimonio hasta saber con exactitud lo que pasaría con Cassidy y Carlos, por lo que saber que estarían en prisión por mucho tiempo había sido un gran alivio.  
 
La puerta de la habitación se abre, Vanessa y Lizzy ambas están preciosas con sus vestidos de dama de honor.  
 
—¿Cómo estás chiquita? —Lizzy se acerca y acomoda la falda del vestido.  
 
—Mas nerviosa a cada minuto que pasa —me sincero.  
 
—¿Quieres algo? —pregunta Vanessa.  
 
—Quiero hablar con Gonzalo y no encuentro por ningún lado mi celular.  
 
—Te presto el mío —ofrece Lizz—, nosotras saldremos un momentito.  
 
Agarro el celular y marco el número de Gonzalo.


 
Aló —la voz de Gonzalo tiene el efecto de tranquilizarme. 

Gonzalo —susurro.  
 
Nena, me alegra escucharte. Ya te extrañaba —habíamos pasado la noche en lugares diferentes. Yo la pasé en la casa de Vanessa en mi antiguo cuarto, aunque ahora ella vivía con Juan David no había sido un problema, y Gonzalo se había quedado en nuestra casa.  
 
Yo también te he extrañado, aunque solo ha sido una noche. ¿Cómo están los niños? —pregunto.  
 
Están bien, sacándole canas verdes a mi mamá.  
 
—Ya quiero verlos.  
 
—Lo se nena, te veo en el altar.  
 
—Seré la de blanco [1] —lo escucho reír.  
 
Te amo nena.  
 
—Y yo te amo a ti —respondo.  
 


Dejo el teléfono sobre la mesa frente a mí.  
 
Justo en ese instante mi madre hace su aparición.  
 
—Oh hija, estás preciosa. —Se acerca—. Mira tengo algo para ti. —Pone delante de mí una cajita antigua.  
 
La abre y muestra un hermoso collar algo antiguo. Es una cadena con perlas a lo largo del collar.  
 
—Es precioso mamá. —Lo agarro entre los dedos.  
 
—Lo utilicé el día que me casé, ahora es tu turno para usarlo.  
 
Le sonrío y se lo entrego, me doy la vuelta para que me lo ponga.  
 
Una vez puesto en mi cuello lo admiro a través del espejo.  
 
—Eso es lo viejo y lo prestado —sonrío.  
 
—Pero bueno chiquita —Lizzy entra a la habitación—, ya es hora de irnos.  
 
—Bien será mejor que yo me vaya también —dice mamá saliendo del cuarto.  
 
—¿Ya tienes todo listo? —pregunta Lizz.  
 
—Si, mira —respondo enseñándole el collar que mi madre me había dado—. Es lo viejo y lo prestado.  
 
—¿Y lo nuevo y azul?  
 
—Ahh pues, lo nuevo obviamente es el vestido, y lo azul es la lencería que tengo, pero eso solo lo verá Gonzalo —digo riendo.  
 
—Pillina —sonríe—. Bien como ya estás lista, es hora de que subas al auto, tu papá está esperándote. Yo iré con Alberto —menciona esto último sonrojada.  
 
Le lanzo una mirada cómplice, hace unos días habían podido arreglar sus asuntos y me sentía muy feliz por ambos, los amaba con locura y me había sentido muy triste cuando todo fue mal para ellos, afortunadamente ahora estaban más que bien, o eso espero.  
 
—Bien vamos.  
 
******  
 
 
El camino hasta la iglesia había sido relativamente corto.  
 
Ya la música se escuchaba del otro lado de las puertas grandes que estaban frente a mí.  
 
—¿Estás nerviosa? —pregunta papá.  
 
—Muchísimo y también estoy emocionada.  
 
La música cambia y empiezan a abrirse las puertas.  
 
—Llego la hora, pequeña —susurra mi papá.  
 
Los nervios inundan mi cuerpo, pero empiezo a caminar por el largo pasillo junto a papá. Miro el lugar, había gente que conocía, pero también muchas más que no conocía.  
 
De pronto mis ojos encuentran los de Gonzalo, que se ven muy brillantes.  
Se nota que esta emocionado, no deja de sonreír.  
 
En cuanto nuestros ojos hacen contacto, todos mis nervios se esfuman y solo quiero llegar a él. Si no fuera por el agarre de mi papá habría corrido hasta llegar al lado de Gonzalo.  
 
******  
 
Gonzalo:  
 
Todos estos meses habían sido un torbellino. Mi mamá y la mamá de Mafer me volvían loco con todos los preparativos para la boda. Y cabe recalcar que si por mí fuera me habría casado con Mafer enseguida, con una boda sencilla.  
 
Pero mi mamá y la señora Antonia no querían algo sencillo y estaban decididas a tener una boda a lo grande y nada de lo que Mafer o yo digamos importaba mucho.  
 
Pero ya había llegado el día, ya estaba listo.  
 
Los bebés ya tenían 11 meses y medio. Y traían loca a mi madre que trataba de atenderlos a los dos al mismo tiempo.  
 
El sonido de mi teléfono me saca de mis pensamientos. Lo cojo, es el número de Lizzy.

 
 
Aló —respondo  
 
Gonzalo —la voz de Mafer suena al otro lado de la línea.  
 
Nena, me alegra escucharte. Ya te extrañaba —habíamos pasado la noche en lugares diferentes. Fue la genial idea, léase el sarcasmo, de mi mamá y la señora Antonia. A mi parecer no tenía mucho sentido el dormir separados. Digo, ya vivimos juntos y hasta tenemos dos bebés. No tiene sentido.  
 
Yo también te he extrañado, aunque solo ha sido una noche. ¿Cómo están los niños? —pregunta.  
 
Están bien, sacándole canas verdes a mi mamá —miro a mi mamá que trata de darle el biberón a los bebés, pero ni Ian ni Astrid tienen intención de colaborar.  
 
Ya quiero verlos —responde.  
 
—Lo se nena, te veo en el altar.  
 
—Seré la de blanco —rio ante su ocurrencia. Como amo a esta loquita  
 
Te amo, nena —le digo.  
 
Y yo te amo a ti.  
 
Cuelgo la llamada y voy a ayudar a mi mamá. Cojo a Ian y le doy su biberón.  
 
—Hijo ya es hora de ir a la iglesia —mi mamá se pone de pie con Astrid en brazos.  
 
Ellos ya están listos con los trajes que Mafer les dejó.  
 
 
******  
 
Ya estamos en Iglesia, mi mamá y mi papá están sentados adelante, con Ian y Astrid.  
 
—¿Nervioso? —la voz de Alex llama mi atención.  
 
—Mas que nervioso, emocionado —sonrío.  
 
Alex va a responder, pero la música empieza a sonar.  
 
Fueron solo unos minutos de esa canción cuando cambia a una melodía más lenta y las puertas se empieza a abrir.  
 
 
<< ¡Por todo lo sagrado! >>  
 
 
María Fernanda aparece ante las puertas, está más hermosa que nunca, es como si una luz la rodeara, parece un ángel.  
 
Ella mira a su alrededor sonriendo.  
En un momento sus ojos se encuentran con los míos.  
 
 
<< ¡Que hermosa que es! >>  
 
 
Mis ojos empiezan a picar, tengo un nudo en la garganta. Estoy muy emocionado, ya quiero que esté a mi lado.  
 
Cuando al fin llega, el señor Mikael coloca la mano de Mafer sobre la mía.  
 
—Espero que seas un buen esposo para ella, de lo contrario utilizare todas mis influencias para perseguirte y hacerte la vida imposible —dice todo esto sonriendo.  
 
La suave risa de Mafer corta la tensión que se instala en mi con las palabras de mi futuro suegro.  
 
Ella besa a su padre en la mejilla y agarra mi mano, avanzamos hasta el altar.  
 
—Estás hermosa, nena —susurro en su oído.  
 
Ella sonríe y aprieta mi mano.  
 
—Te amo —susurra de vuelta.  
 
—Crees que el sacerdote nos mire mal si te doy un beso.  
 
—No creo que sea buena idea —sonríe divertida.  
 
Sin impórtame sus palabras me acerco y le doy un beso sin contenerme. Un carraspeo nos hace separarnos. El padre nos lanza una mirada llena de reproche.  
 
******  
 
 
La ceremonia llega a su fin, ya todos están afuera esperando por nosotros.  
 
—Ya soy tu esposa —dice Mafer contra mis labios.  
 
—Si, y yo tu esposo —La cargo y le doy una vuelta—. Ahora es mejor que salgamos porque si no tu madre entrará por nosotros.  
 
Agarro su mano y salimos de la iglesia, cuando cruzamos la puerta una lluvia de arroz cae en nuestras cabezas.  
 
Nuestros familiares y amigos se van acercando para saludarnos. Entre abrazos y felicitaciones llegamos al auto que nos llevaría al lugar de la recepción.  
 
******  
 
 
María Fernanda:
 
 
Cuando llegamos a lugar de la recepción ya prácticamente esta todo el mundo ahí. Nos acercamos a nuestra mesa.  
 
Me siento muy feliz, si alguien me hubiera dicho hace unos meses que terminaría casada con mi jefe, me hubiera reído en su cara. Pero aquí estoy, casada y con dos hijos.  
 
—¿En que está pensado señora Carson? —pregunta Gonzalo sentado a mi lado.  
 
—En todo lo que hemos tenido que pasar para llegar a donde estamos ahora.  
 
—Es verdad, ha sido un camino largo. Pero me siento el hombre más afortunado al tenerte a mi lado —Me da un beso en la punta de mi nariz.  
 
El sonido del micrófono nos hace mirar al frente.  
 
Mi papá está en el escenario con micrófono en mano. Ahora empiezan los discursos.  
 
Habló mi papá y mi hermano, también los papás de Gonzalo. Habían sido discursos lindos y divertidos en ocasiones.  
 
Es hora del primer baile oficial como esposos. Anuncian por los altavoces.  
 
Gonzalo se pone de pie y me tiende la mano para que vaya con él.  
 
Una música suave empieza a sonar. Gonzalo coloca su mano en mi cintura y yo paso mis manos alrededor de su cuello.  
 
A decir verdad, nunca habíamos bailado juntos, y Gonzalo había resultado ser un gran bailarín. Me lleva por la pista del baile haciéndome ver como una buena bailarina.  
 
Apoyo mi cabeza contra su pecho y cierro mis ojos.  
 
—Te he dicho ya que luces hermosa en ese vestido —susurra en mi oído.  
 
Río y levanto mi cabeza para mirarlo bien.  
 
—Mmm creo que sí, pero me encanta escucharlo, así que no te cohíbas.  
 
Sonríe y acerca sus labios, me da un beso, sin importar que todo el mundo nos esté observando.  
 
Cuando termina la música, es el turno de bailar con nuestros padres.  
 
—Te vez feliz —mi papá dice mientras bailo con él.  
 
—Soy feliz, papá. Muy feliz.  
 
******  
 
Habíamos estado bailando cerca de una hora, y ahora estoy en búsqueda de mis hijos. Ya los extraño, eran muchas horas que estaban lejos de mí.  
 
Los encuentro con Alberto y Lizzy.  
 
—Aquí están pequeños —digo en cuanto llego a la mesa donde están.  
 
—Marcianita, vienes a rescatarme de tus diablitos —bromea.  
 
—Cual diablitos, si son tan lindos como su madre —Cojo a Ian.  
 
—Por eso mismo lo digo, sacaron lo diablillos de ti.  
 
—Aquí estás, te estaba buscando —Gonzalo aparece a mi lado.  
 
—Quería rescatar a mis hijos de las garras de Alberto. Estoy segura que ya es suficiente martirio para mis pobres hijos.  
 
—Ay por favor, si yo soy el tío favorito —Alberto se pone de pie agarrando a Lizzy para que lo siga—. Vamos bonita, dejemos a los esposos que lidien con sus creaciones.  
 
Lizzy ríe y dejo a Astrid en brazos de Gonzalo.  
 
—Vamos a caminar un rato —propone Gonzalo.  
 
Caminamos por las mesas hasta la salida, que da a un gran parque lleno de flores de colores. Es un paisaje muy hermoso, y el sol escondiéndose es el toque perfecto.  
 
—Sabes Mafer —Gonzalo capta mi atención—, jamás pensé que podría sentirme así, tan completo, tan feliz.  
 Mi corazón empieza a latir rápidamente, me acerco a él. Ian ha dejado de moverse y ahora duerme con la cabecita apoyada en mi hombro.  
 
—Era como si yo estuviera en una oscuridad permanente, y cuando llegaste tú, iluminaste todo a mi alrededor —Me mira mientras habla—, y ahora todo es luz.  
 
Sus ojos brillan con emoción, yo misma me sentía emocionada ante sus palabras.  
 
—Y pensar que todo empezó conmigo Embarazada sin Querer —rio.  
 
—Quien lo hubiera dicho —Pasa su mano libre por mi cintura y yo me apoyo en su hombro.  
 
—Te amo, nena.  
 
—Y yo a ti, nene.  




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