Me arregle como todos los días para ir al despacho por la mañana. Pero ese día sería diferente, lo sabía. Había un peso instalado en mi pecho, de esos que te advierten cuando algo muy malo va a suceder. Pero era inevitable postergar mi castigo, aun si eso era el despido.
Recién ingrese a el edificio, Andrew asomo la cabeza sobre su hombro y me indico que pasara directo. Trague saliva con ansiedad. Si, seguro me despediría.
—Toma asiento, por favor.
Indico serio, apenas puse un pie en la fría oficina.
Mis piernas temblaban ¡Ni cuando era modelo me ponía tan nerviosa! Camine con torpeza y tome asiento frente a él.
—Bien, ¿sabes porque estás aquí?
Su mirada continuaba serie y sin empatía. Lo mire desconcertada por su pregunta.
—Si, por la negligencia que cometí hace una semana.
—Es correcto, me alegra que tengas el valor de admitirlo.
—Lo siento mucho, Andrew. Había tenido una crisis emocional horrible, que descuide mis trabajos escolares, me aprecio fácil tomar el expediente creyendo que no lo notarias.
Me escuchaba atento comprendiendo cada palabra que salía de mi boca.
—Entiendo, aun así, no hay escusa valida para ese tipo de comportamiento ¿lo sabes?
—Si. Dije en tono bajo, resignada a la derrota. El nudo que se formaba en mi garganta me informo que estaba a punto de llorar.
—Bien, tu honestidad y forma de trabajar a lo largo de estos meses, te ha dado el derecho de la duda. También fui un joven estudiante y no fue fácil para mi ese periodo de mi vida. Sera comprensivo contigo, conservas tu lugar de trabajo, sin embargo, debo suspenderte dos meses. Debes meditar tus acciones y al regresar entregar un reporte del porque debes continuar laborando con nosotros y claro, disculpándote por la negligencia cometida.
No podía creer lo que mis oídos escuchaban. Continuaba dentro del despacho. Mi maniaco y frívolo jefe estaba dándome una segunda oportunidad para reivindicar mi error. Debía estar soñando. Pellizque disimuladamente mi brazo, porque esto era surreal. El dolor hormigueo bajo mi piel y Andrew dejo su mirada de seriedad, por una sonrisa cómica.
— ¿Qué haces Amber?
—Es que debo seguir dormida en casa.
— ¿Por qué dices eso?
Inquirió con diversión.
—Porque no hay manera de que me permitas seguir aquí, después de mi error.
—Pues créelo, no es un sueño, pero no te salvaste. Tienes una suspensión a partir de hoy. Eso significa que no percibirás el apoyo económico estos dos meses.
—No te preocupes Andrew, siempre puedo vender algunas prendas en Amazon. Eres increíble muchas gracias.
Sin dudarlo corrí a su lugar y lo abracé con efusividad.
— ¿Qué haces abrazando a mi novio?
Rebeca la mejor amiga de mi hermana, una mujer morena y bellísima, me miraba como si deseara que desapareciera. A claro, que eran pareja. Lo había olvidado.
Inmediatamente Andrew me aparto de su lado. Me agradaba Rebeca, no había conocido a nadie que intimidara a mi maniaco jefe.
—Hola cariño ¿Qué haces aquí?
—Bueno me dirigía al trabajo cuando sentí la repentina emoción de verte.
Aunque lo decía con dulzura su sonrisa se veía forzada. Sintiendo la tensión en el aire y observando como sus miradas hablaban en un lenguaje secreto, me retire para que conversaran con comodidad.
—Bueno supongo que es hora de irme a casa. Nos vemos luego Andrew.
Me despedí a distancia y Sali rápidamente de la oficina.
Ahora me dirigía a solucionar mi problema número dos, había ignorado las múltiples llamadas que recibí de Maximiliano el fin de semana. No podía decirle nada mucho menos por llamada.
Aunque eran cerca de las once de la mañana, y el por lo regular no se encontraba en ese horario, ese día fue la excepción. Estaba ahí, acomodando un nuevo aparato en la cocina. Y revisaba el estado del resto de los aparatos.
—Hola. Dije lo suficientemente alto como para llamar su atención.
Se giro mirándome con dureza, hoy era el día de mirar mal a Amber.
—Hola, hablemos en privado. Murmuro indicándome que lo siguiera a su oficina.
Me senté frente a su escritorio, sintiéndome justo como horas antes en la oficina de Andrew. Max dejo su saco sobre el respaldo de su silla, y remango su camiseta hasta los codos. En un signo de furia. Porque claro había llevado la clase de lectura corporal y su enfado era evidente.
—¿A dónde fuiste esa noche con David Roux?
El fue directo, y sus ojos me presionaban a darle una respuesta honesta.
—Bueno él y yo, tenemos años de amistad, meses antes de conocerte el confeso sus sentimientos por mí, pero no estaba preparada para aceptarlo, después el se fue por motivos de trabajo y creí que nunca volvería a verlo…
Contaba todo desde el inicio porque esperaba no llegar al final o prolongarlo lo suficiente como para mitigar su furia y mi culpabilidad.
—No me interesa conocer el trasfondo de su historia, lo que quiero saber es ¿A dónde fuiste con él?
Sus palabras salieron de su boca como un gruñido, intentaba controlar su temperamento y eso me asustaba con cada minuto que pasaba. Nunca lo había visto de esa manera. Ni deseaba hacerlo.
—Hablamos en su casa. Yo aun estoy enamorada de él. Creí que jamas volveríamos a vernos, por eso deseaba reconstruir mi vida, te conocí y de verdad me gustas. Pero no te amo, perdón.
—¿Eso es todo lo que tienes que decir? ¿perdón? ¿Crees que un perdón soluciona todo?
— Te estoy diciendo la verdad, me estoy disculpando por haber jugado con tus sentimientos Maximiliano ¿Qué otra cosa debería hacer? No puedo quedarme contigo sin amarte, creí que con el tiempo lograría olvidarme por completo de David, pero no lo logre. Y de verdad lo siento.
— Tú no puedes dejarme.
Su rostro estaba deformado debido a la furia que lo invadía.
—¿De qué hablas? Claro que puedo dejarte, además, sabes que no estoy enamorada de ti ¿Por qué me quieres a tu lado?