Embriagame con tu amor

Capítulo 17

Punto de vista de Amber Wilson

Javier era un tipo agradable y lindo. Tenia una piel tostada, hombros anchos y brazos firmes. Era la definición perfecta de un hombre acostumbrado al trabajo pesado. Su personalidad era cálida y tenía una sonrisa infantil.

Extrañamente no hacia ningún tipo de insinuación o gesto de interés más allá de amistad hacia mí. Lo cual me confundía, pues se contradecía con lo que comento Jackelin. Hablando de ella, estaba a un par de metros, muy cerca de David susurrándole cosas al oído. Al parecer no perdían el tiempo.

Llena de celos. me acerque un poco mas a Javier, el cual me mostraba el paisaje del horizonte y contaba anécdotas de su vida en el campo. Fingí desequilibrio y por instinto el me tomo de la cintura, aprovechando el acercamiento incline mi cabeza sobre su pecho.

No podía ver a mis espaldas, sin embargo, sentía la filosa mirada de David sobre nosotros, una emoción de regocijo se instaló en mi estómago, estaba devolviéndole el golpe y daba por asegurado que él era quien estaba sufriendo más, pues su voz con tono de molestia al pedirnos que ya debíamos regresar me lo dejaba claro.

Para hacerlo enfurecer un poco mas, pedí ayuda a Javier para montar el caballo, este tomo mi cintura sin ningún esfuerzo, y me dejo llevar las riendas del potro. Juguetona tomé sus manos y las puse en mi abdomen, no sin antes guiñarle un ojo. El me dedico una sonrisa tímida y pude ver sus mejillas ruborizarse.

David monto su caballo y tendió su mano a Jackelin. La cual la acepto gustosa. Iban un par de metros por delante de nosotros, Jackelin guiaba a David con la linterna de su celular, porque la vista era escasa.

Nos encontrábamos a mitad de tramo cuando un grito y un relincho nos detuvo. Javier salto al instante del caballo, y se acerco con cautela al lugar donde se origino el sonido. Asustada lo seguí, iluminando su caminó con mi celular, me sorprendió al encontrar a Alina sobre el prado y a una yegua zapateando a unos cuantos metros con temor en sus ojos.

Jackelin y David se estaban acercando, cuando él se percató de que su prima había sufrido un accidente se arrodillo a su lado para auxiliarla. Pero fue apartado por el brazo de Javier el cual la tomo entre sus brazos y la monto en nuestro caballo.

—La llevare con el médico, cuida de mi hermana y Amber.

—Claro no te preocupes, tu cuida de mi prima, por favor.

Dijo David con notoria preocupación. Mientras tanto Jackelin sonreía como si hubiese ganado la lotería en lugar de presenciar este infortunio.

Ella nos miro a David y a mi simultáneamente. Y dijo

—Es tarde me iré en tu potro, si no te molesta David, suerte controlando a esa yegua.

Dijo lo último divertida y dedicándole un giño. Dándome la sensación de que por “yegua” se refería a mi en lugar del imponente animal.

Este sonrió en entendimiento y la despidió con la mano. Al quedarnos solos en medio de esa oscuridad y la inmensidad del prado. sentí pánico al pensar en cómo lograríamos regresar a la hacienda. David sin temor alguno se acercó a la yegua, la cual solo lo miraba con curiosidad. Como intentando averiguar que pretendía el humano. El levanto sus manos indicando a la yegua que no planeaba lastimarla. Esta se relajo y bajo su cabeza. David la acaricio intentando tranquilizar sus nervios. Por otra parte, me percate de que una maldita víbora estaba sobre mi bota.

La mire con horror, y me lamente internamente porque parecía agradarles demasiado. Me mantuve quieta como estatua sin emitir sonido, supongo que la yegua había visto lo mismo que yo, y esa víbora quizás fue la causante de su alteración.

Mi idea era acertada porque cuando patee a la víbora lejos de mi bota, la yegua se altero de nuevo. David me miro con molestia.

—perdón, esa víbora estaba a punto de atacarme, lo juro.

Este solo entrecerró sus ojos meditando si creer mis palabras, tal vez había exagerado un poco.

Tomo a la víbora en sus manos y la dejo un par de metros lejos, en ese momento la yegua se calmó.

—Vamos, se hace tarde.

Mire con incredulidad a David. ¿Planeaba montar a esa yegua? ¿acaso estaba loco?

—No, ella es peligrosa.

—No lo es, solo estaba alterada por la víbora, ya se tranquilizó, créeme es mas seguro montar en ella que permanecer la noche aquí, hay víboras, alacranes y un par de coyotes y mapaches salvajes.

Lo mire seria, porque apostaba a que la mitad de sus palabras eran mentira, no tenia cinco años como para creer que había mapaches salvajes ¿en el campo? Por supuesto que no.

—No soy tan crédula David.

—No miento, esto es peligroso de noche, así que ¿vas a venir o te dejo aquí?

Con enfado tome su mano y monte a sus espaldas. Aferre mis manos a la tela de su camisa, pero este las tomo con firmeza presionándolas en sus caderas.

—Sostente bien, no quiero tener otro accidente.

No respondí, continuando el camino en silencio, a pesar de todas las emociones experimentadas en el día, me sentía feliz. Porque estaba junto a David.

 

Al llegar a la hacienda, eran cerca de las doce de la noche, los empleados se habían retirado. La camioneta del Sr. Roux no estaba por lo que supuse se encontraba fuera junto a Lisa. Con David cerca tampoco podía investigar demasiado. Así que invente una excusa rápida.

—David, tengo mucha hambre ¿podrías preparar esa pasta que me encanta?

Dudaba que me escuchara, aunque compartimos camino el seguía con su ley de hielo, sin emitir palabra alguna. Pero aun en silencio este asintió y se dirigió a la cocina.

Después de que el asombro dejo mi cuerpo, corrí escaleras arriba, entrando a la oficina de Dominik.

Paredes en un tono verde pino y el olor del desinfectante fue lo primero que me recibió. Todo lucia ordenado y pulcro. Con los ojos busque los mejores sitios para esconder algo. El librero lucio sospechoso. Levante y abri cada libro sin resultado alguno. Hasta que el sonido de algo contra el piso me desconcentro. Era una fotografía. No podía creerlo.
En esta había un hombre joven y una mujer, supe de inmediato de quien se trataba. Era Dominik Roux, junto a otra mujer, sabía que no era Lisa, por el color de sus ojos y cabellera. Pero sin duda también era hermosa.




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