Embriagame con tu amor

Capítulo 18

Me aleje con brusquedad de sus brazos, mirándolo en un estado de agitación. ¿creía que podía tratarme con indiferencia y aun así con un par de besos correría a sus brazos?

—David, no puedes hacer esto, hace un par de días me odiabas y ahora ¿crees que estoy dispuesta a ceder ante ti solo por tu capricho?

El negó inmediatamente.

—Amber no e dejado de pensar en ti, ni un solo día, pero esa noche que me abandonaste, me sentí tan decepcionado.

Me quedé perdida en el significado de cada palabra que decía, aunque días atrás me había rechazado, no podía borrarlo de mi corazón, así que me di por vencida ante esos sentimientos. Ahora era yo la que se abalanzaba sobre el en busca de sus besos, no deseaba hablar sobre lo sucedido con Maximiliano. Y aceptando el arrepentimiento que sus ojos me brindaban. Me deje llevar. No importaba el mañana, ni el arrepentimiento, las consecuencias estaban a horas de distancia y justo ahora solo quería perderme en él.

El tomo mi cintura con sus brazos acercando nuestros cuerpos, su boca torturaba la mía, con besos apasionados. Me separe brevemente en busca de aire, aun seguíamos en el comedor, cerca de la entrada a la sala.

David elevo mi cuerpo, instintivamente rodee sus caderas con mis largas piernas. Mi espalda se clavo contra la puerta. Y el acariciaba mi cintura con una palma de su mano y con la otra masajeaba mi trasero, mientras mordía y lamia mi cuello.

Ni siquiera podía pensar en otra cosa, mas que en el contacto de sus manos sobre mi piel y en el sabor del vino que su boca dejaba con la mía.

Me aferre a sus hombros y recline mi cabeza contra la madera, suspirando por cada vez que sus labios mordían mi piel. Podía sentir mis piernas tensarse por el placer creciente de mi interior. Solo David electrizaba cada terminación nerviosa de mi cuerpo.

Mis suspiros se mezclaban con gemidos, al sentir la protuberancia de su entrepierna en contacto con mi intimidad. Entre besos, me tomo con firmeza y cambiamos de sitio. Me sentó sobre su regazo, postrando nuestros cuerpos en el sofá. Mis caderas se movían al ritmo que sus manos me indicaban, cada que el bulto de sus vaqueros rozaba mi centro, mi cordura iba en caída.

Tan solo dos amantes, entregándose en la oscuridad y el deseo de la noche.

Cuando la ropa estorbo, desate con prisas su camiseta, el rompió los botones de mi blusa. Deslizo sus manos tibias por mi espalda y quito mi sostén. Miro mi pecho con admiración, y la timidez se reflejo en mi rostro. Este me sonrió con diversión, sin perder el brillo de deseo en sus ojos. Acaricio con su mano uno de mis pechos y con la otra lo llevo a su boca, succionando la tierna carne.

—David, no puedo..Ah

Este se alejó de mi seno y me miro con intriga, queriendo adivinar lo que pasaba por mi delirante cabeza.

— ¿Qué cariño?

Pregunto mientras continuaba acariciando mi cuerpo.

—Eres preciosa.

No podía respirar, hablar u hacer otra cosa mas que sentir como el se apoderaba del control de mis sentidos. Perdida en la pasión, tome la iniciativa y bese su cuello, dejando un rastro de besos en su torso. En mi boca sentía la vibración de su garganta al expulsar gemidos graves. Un cosquilleo de regocijo se coló en mi estómago, deseaba hacer que David se sintiera amado con el contacto de nuestros cuerpos. Porque el me hacia sentir de esa manera.

Conforme los minutos pasaban, nuestra ropa desapareció por completo, nuestros cuerpos se entrelazaban en una danza perfecta, estaba segura de que no existía ningún otro hombre que me provocara todas las emociones y sensaciones que David generaba en mí. Porque éramos dos mitades de una sola pieza, y jamas encajaría tan perfectamente con nadie más.

Cuando el sofá quedo pequeño, me tomo entre sus brazos y caminando escaleras arriba a su habitación. Lo detuve avergonzada indicando que debíamos llevar nuestra ropa. Porque por la mañana sus padres serían testigo de nuestra caótica noche.

Este solo rio fuerte y camino a recoger las prendas. Lo veía desde la escalera, tenia un lindo trasero y una espalda tonificada, y su piel broceada tenia pecas regadas como estrellas en la noche. Era hermoso. Mientras tanto intentaba cubrir mi desnudes con mis manos, aunque no eran lo suficientemente grandes para abarcar mi cuerpo.

David me miro divertido retiro mis manos y beso mis labios.

—Nena, eres jodidamente perfecta, no te avergüences. Te amo.

Mi corazón se detuvo un instante. Siempre que David me decía aquellas significativas palabras, el mundo desaparecía bajo mis pies, me perdía completamente en su mirada verdosa, y tan solo deseaba correr a sus brazos.

Con miedo y nerviosismo correspondí su declaración con

—también te amo David.

Por la mañana la melodiosa voz de Lisa Eastwood me despertó.

—Hijo has visto a…

Ella dejos sus palabras en el aire al verme recostada sobre el pecho de su hijo. Ni siquiera la noche del árbol en la que mi padre nos encontró durmiendo, creyendo que habíamos tenido relaciones, me había hechos sentir tan avergonzada con ese momento.

Lisa me miro con una sonrisa pícara, pero no dijo ni una palabra más.

trágame tierra y escupe en marte, por favor.

—David despierta.

Iba a morir. ¿Cómo bajaría al comedor ahora? Regresar a Nueva York parecia una idea más tentadora.

Este se removió a mi lado y rodeo mi cintura con sus manos acercándome a su cuerpo.

—Tu madre acaba de entrar a la habitación, me dio lo buenos días.

Dije lo último con sarcasmo.

Este abrió sus ojos de inmediato y volvió a cerrarlos por la luz inesperada.

—No te preocupes, somo adultos no hay de que sentir vergüenza nena.

—Claro para ti debe ser sencillo decirlo ¿Con cuantas otras chicas te encontró antes?

Sabía que preguntar eso era una tontería y me dolería su respuesta, pero las palabras salieron en automático.

El me miro con seriedad y dijo




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