Embriagame con tu amor

Capítulo 24

Mis manos ardían, por los múltiples intentos que hice al tratar liberarme. Maximiliano se había ido. Cerca de las tres de la mañana, con la esperanza de encontrar alguna tienda o autoservicio que estuviese abierto. Y el motivo no era un snack de madrugada. El necesitaba comprar el material para asesinarme. Si, él iba a incendiar este cuarto conmigo dentro.

Por suerte, habían pasado cuarenta minutos y el seguía sin aparecer.

Me levante del suelo, aunque me tomo demasiado tiempo lograrlo, mis tobillos estaban atados, me movía lento deslizando un pie a la vez, con precaución para no caer y lastimarme más de lo que ya me encontraba.  

Me senté en la cama e intente sacar mis manos nuevamente con temor a fracturar mi mano, saque un dedeo del nudo, después otro, para entonces quedaba suficiente espacio y pude sacar una mano, estaba libre. Con prisa desate mis tobillos. Alerta de los sonidos en el exterior, asegurándome de que Maximiliano estuviera lejos.

La ventana estaba reforzada, era imposible abrirla. La puerta como supuse cerraba por fuera. Pero no se veía tan resistente, tal vez cediera después de empujarla.

Aunque mi cuerpo no estaba en la mejor condición, mi desesperación era mayor, balancee mi cuerpo numerosas veces contra la madera, escuchando el crujir de la misma, después de mi impacto. Cada vez sentía que cedía un poco más ante mi peso, pero aun no lo suficiente como para derribarla.

Con temor me aleje de inmediato, buscando en la oscuridad algún objeto para defenderme. El rugido del motor me alerto de la llegada de Maximiliano.

Tome la base de la lámpara que él había arrojado, cuando llegamos aquí, sosteniéndola contra mi pecho. Lo espere detrás de la puerta, en la esquina del cuarto, oculta para no estar en su campo de visión cuando entrara en la habitación.

Lo primero que mire fueron sus piernas, hasta que entro por completo en su guarida del mal improvisada. Dispuesta a atacarlo por la espalda, me arroje sobre él.

Punto de vista de David Roux

Sentía furia, no solo con el estúpido de Maximiliano Davalos. La policía había encontrado su verdadera identidad al revisar su casa. Era el hermano mayor de Eric Davalos, el crio que intento joder a Amber a los dieciséis. La policía creo un caso teórico, suponiendo lo que había provocado el secuestro de Amber. Eric había muerto hace un par de años, la causa, suicidio. Su hermano probablemente culpaba a Amber, al haber arruinado su juego de perversión y chantaje. Acercándose a ella con el único fin de lastimarla. Y yo, había sido lo suficientemente egoísta como para no notar que ese hombre era peligroso, dejándola a su merced. Jamas me lo perdonaría, si esta noche perdía a Amber a manos de él, quien ira a prisión seré yo, porque si el le toca un solo pelo, lo voy a matar. Nunca había sentido el deseo de dañar a alguien hasta ese punto, pero ese maldito se merecía algo peor, por lastimar a la mujer que amo.

Andrew estaba a mi lado, pidiendo que me tranquilizara. Nos encontrábamos en la hacienda, esperando indicaciones o noticias de la policía, pero, aunque continuaban patrullando el pueblo no habían identificado el paradero de Amber.

—Tranquilo David, el comandante llegara al amanecer, son las cuatro de la mañana descansa un poco. Falta una hora para que llegue el equipo de Nueva York.

—Eso no me reconforta, necesito que encuentren a Amber pronto. El a tenido el tiempo suficiente para lastimarla incluso tal vez…

Deje las palabras en el aire, imaginando lo peor. Y aunque odiaba mostrarme débil, llore.

Mi pecho ardía por la angustia acumulada. Amber era el amor de mi vida, y ahora corría el riesgo de perderla para siempre. Andrew, me observo con cautela, e inesperadamente, palmeo mi hombro. Después de todo, ahora era mi hermano. La palabra retumbaba amargamente en mi cabeza, hermano. Siempre desee uno. Supongo que en el interior teníamos una conexión.

—Todo estará bien.

Mi mente se ilumino al recordar, la pulsera que le regale a Amber en su cumpleaños número dieciocho. Después de lo sucedido con Eric, sabía que no podría estar todo el tiempo a su lado para protegerla. Esa pulsera tenía un GPS en el. Aún conservaba la aplicación en mi dispositivo. Pero no estaba seguro de que ella conservara el amuleto, no después de todo lo que sucedió entre nosotros. Tome mi celular, revisando la aplicación, quizás, lo mantenía con ella.

—¿Qué haces?

Me cuestiono Andrew, al observarme atento mientras activaba el localizador. Me llene de alivio cuando su ubicación parpadeo en el mapa. Estaba en el pueblo, en la zona abandonada. Hace años, cayo una tormenta, que derrumbo hogares y destruyo tierras en el pueblo, esa zona fue de las más afectadas, por precaución se deshabito el lugar a la fecha de hoy.

—Este es un rastreador GPS, se lo regale a Amber hace tiempo, ella ni siquiera tiene idea de eso. Pero es un alivio que aun lo conserve, ya se dónde está.

El me miro impresionado, su rostro se relajo en alivio. Aunque mi sentido común me advertía que solo existía una estrecha amistad entre ellos, no podía evitar sentir celos, al ver como otro hombre se preocupaba por mi chica. Sin embargo, esas emociones infantiles eran irrelevantes, comparadas con la esperanza de rescatar pronto a Amber.




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