Desde el momento de la creación, la humanidad había vivido con miedo a unas bestias monstruosas, unos seres que llevaban el caos y la desesperación dondequiera que fueran y que eran conocidos como criaturas del abismo.
Se dice que fue a partir de su aparición que los dioses se apiadaron de los humanos y, bajo la promesa de que algún día llegaría un monarca que les traería la tan ansiada paz, les proporcionaron el don de la magia, que los ayudaría a prosperar.
Gracias a esto, los habitantes de la tierra por fin lograron ver una luz al final del camino. Aunque el precio por la salvación era alto, un representante de cada una de las familias principales de los reinos caminó en dirección al abismo y, haciéndole frente a la misma muerte, crearon juntos un portal que dividió el territorio de estos seres del resto del mundo.
Desde aquel día transcurrieron setenta años. Los reinos comenzaron a prosperar; el don de la magia se mantuvo y fue heredado de padres a hijos. Sin embargo, aunque cada rey había demostrado una gran habilidad, ninguno de ellos había logrado explotar correctamente el don proporcionado, pues la magia del portal había comenzado a desgastarse poco a poco con el paso de los años y lo único que habían conseguido era ganar algo de tiempo antes de que ese poder desapareciera por completo.
Los monarcas ya habían comenzado a perder la fe, pero todo cambió cuando llegó la primogénita de la familia Lagnes.
Marie, la reina piadosa, como se la conocía en ese entonces, había demostrado gran habilidad mágica incluso antes de dar sus primeros pasos, a diferencia de su hermano menor August. A raíz de esto, por primera vez en toda la historia de los reinos, se decidió que el cargo de heredera no le fuera revocado para dárselo a su hermano, como era la tradición cada vez que la primera hija era mujer.
Ella creció, al igual que sus poderes, y pronto más de uno descubrió que no solo era capaz de dominar el arte de la magia blanca, sino también las artes oscuras. Esto les dio la certeza de que ella era la tan ansiada monarca que los dioses les habían prometido. Como consecuencia, los otros reyes optaron por brindarle lealtad absoluta a la familia Lagnes. De esta manera, los reinos de Sudema, Danuri, Orfelia, Navidia y Genivia conformaron la Alianza.
Pero un día ella decidió entregar su humanidad a cambio de más poder y un hechicero llamado Diómedes , el guardián de la Puerta del Abismo Oscuro, fue el encargado de responder a su llamado. Él la manipuló a tal punto que terminó corrompiéndola y generó que aquellos sentimientos puros que ella resguardaba en su corazón fueran erradicados por completo. De esa forma, obligó a Marie a destruir aquello que tanto esfuerzo le costó construir.
Temeroso por el comportamiento atípico de su hermana, August la desterró de las tierras de Delia y ella se marchó con un profundo odio y gran rencor dentro de su corazón.
Al quinto mes del año solar, mientras la noche reinaba, el cielo se tiñó de rojo carmesí en tanto que la tierra se sacudía. Los árboles se movían de un lado al otro y las casas de las aldeas temblaban como hojas de papel. Los animales escaparon en busca de refugio, los lagos y ríos comenzaron a desbordarse y generaron nuevos caminos, dejando de esta forma incomunicado a más de un reino.
Los habitantes de Delia huyeron despavoridos de sus casas. El suelo se abrió bajo sus pies y algunas edificaciones terminaron cediendo ante el movimiento. Cuando todo terminó, el silencio mortuorio de la noche se vio opacado por un estruendo lejano. A lo lejos, vieron con horror cómo un rayo de luz roja comenzaba a emerger de la tierra y se elevaba hasta el cielo, trayendo consigo un manto negro y morado que subía hasta las nubes.
Las campanas de alerta fueron tocadas: el portal que había sido creado setenta años antes había sido abierto. Algo, o alguien, había anulado aquella magia poderosa. Y las criaturas del abismo, aquellos seres infernales que residían en lo profundo de la oscuridad, acababan de ser liberadas y lo único que traerían consigo sería un sendero de muerte y destrucción.
Seis meses oscuros transcurrieron. August emprendió camino hacia el templo de los dioses para solicitar su ayuda. Al llegar allí, realizó un pacto de sangre. Las deidades, contentas por la ofrenda, le entregaron un arma letal que anularía la fuerza de la reina corrupta, Marie. Sin embargo, aquellos dioses sedientos de poder exigían la cabeza de la reina a cambio de su ayuda. August, con el dolor de su corazón, priorizó el bienestar de su pueblo, tal y como su hermana le había enseñado, y accedió a esta petición.
Con la fuerza necesaria, marchó al campo de batalla, llevando consigo su espada Silky. Se encaminó a la frontera de Delia y aguardó allí a su hermana, quien tardó dos días en aparecer con un ejército de criaturas respaldándola.
En cuanto Marie caminó con determinación hacia el frente, dispuesta a asesinar a August, este la selló con la espada, imposibilitando de esa manera que pudiera usar cualquier tipo de conjuro para atacar o defenderse. A continuación, drenó toda su magia, y con ese enorme poder dentro de él, destruyó a las criaturas que buscaban devorarlo.
Marie fue aprisionada y, luego de un juicio, condenada a muerte por decapitación. A la ejecución de la reina llegaron muchas personas, quienes exigían que pagara con su vida las atrocidades cometidas.
Ella, sin nada que perder, en medio de abucheos e insultos, comenzó a reír. Su mirada fue lo suficientemente intimidante para silenciarlos. En ese momento, el viento se detuvo y la naturaleza guardó silencio absoluto. Marie analizó a los presentes con una sonrisa macabra en su rostro y, con total frialdad y sin mostrar remordimiento, exclamó:
—Oíd bien lo que estoy diciendo, gente de Delia.
Conforme hablaba, la luna resplandeció en lo alto del cielo y se tiñó de un rojo carmesí. Los mutargos comenzaron a aullar a la luna y los grimeldos surcaron los cielos gritando despavoridos mientras batían sus alas en medio de la oscuridad. Los aldeanos sintieron un creciente malestar dentro de sí: oír a aquellas criaturas era el peor augurio que se podía presenciar.