El sol se asomó en el horizonte, cubriendo de luz la nación de Delia. Los sirvientes ya se encontraban realizando sus diversas labores cotidianas; mientras, la familia real todavía reposaba en sus aposentos.
A escondidas de los empleados, una silueta salía del dormitorio,cerrando una de las puertas con cuidado. Los bucles de oro que poseía lellegaban hasta la cintura y estos se batían en el aire con cada movimiento querealizaba. Acababa de levantarse, como se evidenciaba en su bata rosa arrugaday en las legañas que todavía quedaban en sus ojos.
Se encaminó en dirección al ala sur, ya que ella era la única de su familia que vivía en el lado norte, mientras tarareaba una canción, daba pequeños saltos y giraba de manera graciosa. Era por fin el día: ella y su hermano cumplirían doce años, y su madre había organizado una pequeña celebración para ambos detrás del palacio.
Al llegar a su destino, abrió el picaporte yasomó el rostro. Tras recorrer deprisa la habitación con susvivaces ojos violáceos, fijó la mirada en su hermano, quien aún se encontraba profundamente dormido. Amboseran como dos gotas de agua, y si no fuera por elcabello largo y por sus personalidades como polos opuestos, uno podría hacerse pasar por el otro con facilidad.
Su hermano, pese a su edad, era alguien bastante serio debido a las diversas obligaciones que tenía por ser el heredero al trono. Era muy raro verlo jugar o reírse. A diferencia de su hermana, quien era un rayo de sol.
—Diamond... —susurró la pequeña mientras tocaba la mejilla de su hermano. Este se removió un poco al sentirse incómodo, mas no se despertó—. Despierta, hoy es el día.
Ante los pocos deseos de levantarse de su hermano, Emerald decidió saltar a la cama de un solo brinco para despertarlo. Él, al sentir que el colchón se hundía sin parar, no pudo evitar pegar un grito.
—¡Despierta hermanito, hoy es el día! —exclamó ella con entusiasmo. Diamond, muy por el contrario, resopló con fastidio.
—Emerald, basta. Si madre escucha que estás aquí, se enojará muchísimo.
—¡Feliz cumpleaños, hermanito! —Sus mejillas estaban enrojecidas; de uno de los bolsillos de su bata sacó un pequeño dibujo y se lo mostró—. Mira, te hice esto. ¿Te gusta?
Diamond se sentó y se sujetó el rostro con fuerza. Con Emerald allí, sería imposible que volviera a conciliar el sueño.
Tomó el dibujo que le hizo su hermana y lo observó a detalle: en la imagen salían ellos dos fuertemente sujetados de las manos de sus padres. A diferencia de él, Emerald no tenía talento para el dibujo, pero apreciaba enormemente el esfuerzo que había puesto en sus trazos deformes.
—Gracias. —La abrazó con fuerza y ella pegó un pequeño grito agudo—. Me gustó mucho, estás mejorando.
—¿De verdad? —le preguntó con emoción—. Es el cuarto intento. No sabía qué darte. En un comienzo, pensé hacerte una tarta... pero ya sabes que a mamá no le gusta que ronde por la cocina.
—No te preocupes... Lamento no tener nada que darte.
—A decir verdad... podrías regalarme algo... Claro, si tú quieres.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó mientras enarcaba una ceja.
—Bueno... Igor te ha enseñado muchos hechizos... Y he visto que usan un libro con muchos conjuros... Quería saber si... me lo podrías prestar.
—Madre se enojará si se entera que te lo di —le respondió con seriedad. Emerald agachó la cabeza, pero, en vez de rendirse, puso una mirada triste mientras observaba a su hermano—. De acuerdo —suspiró él con resignación—, pero más te vale devolvérmelo antes de la celebración. No quiero ni imaginar lo que pasará si te encuentran haciendo magia.
—¡Prometido!
Ella besó su mejilla y tomó el libro que estaba sobre la cómoda. En cuanto lo escondió dentro de su bata, salió corriendo en dirección a su habitación.
Diamond observó cómo su hermana salió corriendopor la puerta. Su madre nunca la dejaba hacer magia y jamás le había explicadoel porqué, ya que, aunque le costara admitirlo, ella tenía talento. Las veces que él la había atrapado imitando los hechizos que Igor le enseñaba demostraban el enorme potencial mágico que ella tenía. Mientras que él, por el contrario, requería de varios intentos para poder realizarlos. Y el pensar en eso hacía que su lado egoísta aflorara. Había momentos en los que deseaba que su hermana desapareciera, pero luego caía en cuenta de aquellos pensamientos absurdos y no podía evitar sentirse mal por eso.
En cuanto se recostó nuevamente, no pudo evitaracariciar el rostro de su padre en el dibujo que su hermana le había dado.Jamás habían podido conocerlo, y las veces que habían ido al mausoleo familiar,la estatua de él que había allí había logrado intimidarlo enormemente. Poralgún extraño motivo, se sentía inquieto al verlo. Era demasiado juicioso y presentía que en su historia familiar habíaalgo extraño.
Diamond acarició los trazos mal formados; luego, observó con atención la representación gráfica de su madre y su hermana. En el dibujo, ella se encontraba sujetando con fuerza la mano de Emerald mientras sonreía. Algo que jamás había pasado.
La reina tenía un trato sumamente cortante consu hija, pese a que ambos eran gemelos. No tenía ni un recuerdo de ambascompartiendo algún tipo de actividad, como sería lo propio por ser madre e hija. Era casi como si su madre no la quisiera. Y aquello generaba que una espina se clavara en su corazón. Él quería mucho a su hermana menor. Emerald era su compañera, su mejor amiga, su compinche de travesuras. Y algo que odiaba era verla llorar por el rechazo de su progenitora.
***
Al llegar a su habitación, Emerald se aseguró de que nadie la estuviera observando y se introdujo con sumo sigilo. Aún tenía un par de horas antes de que la sirvienta tocara a su puerta para vestirla, así que aquel era el momento perfecto si quería practicar algo de magia.
En cuanto se dirigió al ropero para poder esconderse, un papel amarillento cayó del interior del libro. Ella lo recogió y, con la cabeza ligeramente ladeada, lo leyó en voz alta: