Durante las siguientes semanas, la actitud de Draven con Emerald se mantuvo igual. El muchacho buscaba la manera de evadirla a como diera lugar. Era el primero en llegar al salón para desayunar y era el primero en marcharse; cuando ella lo llamaba, hacía oídos sordos y continuaba con su camino. Inclusive mantenía ese mismo comportamiento durante las clases.
El que se hiciera de rogar estaba comenzando a cansarla. Quería disculparse y explicarle qué era lo que había pasado, pero él se había mostrado reacio a recibir algún tipo de excusa de su parte. No quería oírla y no tenía ni una sola pizca de interés en arreglar las cosas.
—¡Estoy harto!
Realizó una pequeña pataleta; a continuación, tomó una piedra y la lanzó al centro del lago. Julian, quien estaba leyendo el diario, decidió cerrarlo para prestarle atención.
—Creo que mientras más lo busques, más se alejará. —El pelinegro recostó su rostro sobre el interior de su muñeca y observó como Emerald refunfuñaba entre dientes.
—¿Quiere seguir enojado?¡Bien! —Ella alzó los brazos a modo de resignación y luego se tiró hacia atrás para mirar el cielo.
—No creo que debas rendirte tan fácil —acotó y esto provocó que ella lo observara con incredulidad.
—¿Y qué más puedo hacer? —Emerald volvió a sentarse esperando que le diera alguna idea, pero él se quedó callado mirándola fijo.
El que él la mirara de esa manera la ponía nerviosa. Demasiado nerviosa. Por momentos sentía que en realidad él podía ver a través del conjuro y lograba visualizar quien era en realidad.
—Pues el viaje de campo será en unos días. Puedo hablar con Greyslan para que nos ponga en el mismo grupo.
—¿Y eso en qué ayudaría? —preguntó con incredulidad.
—¿No sabes lo que se hace en el viaje de campo? —dijo él enarcando una ceja—. Es raro que siendo el primogénito no lo sepas. —Una sonrisa de lado se escapó de los labios de Julian.
Y allí estaba, pensó ella. Aquel doble sentido que la hacía sentir un creciente vacío en el estómago
—Mi educación se basó más en otras cosas —dijo con rapidez, casi por inercia—. Igor, mi maestro, se enfocó más en instruirme en las materias, no en las actividades extracurriculares.
—Supongo que es entendible. —Julian dejó escapar otra risa que tan solo provocó que ella se confundiera aún más—. Bueno, en este viaje nos pondrán en equipos de seis y nos darán una tarea. El uso de la magia está completamente prohibido por cuarenta y ocho horas, los maestros estarán monitoreando los rastros mágicos para saber quién hizo trampa. —Ella asintió—. La tarea no la sé porque cada año es diferente. Sin embargo, por lo que me dijo mi padre, lo que primará por ser los de primer año será la clase de Estrategia, ya que es algo que nosotros, como hijos de nobles o guerreros, debemos tener muy en cuenta.
—Entonces... ¿es como una manera de reprobar a los que no entran a la clase de Estrategia y forzarlos a que lleven lecciones adicionales?
—Exacto. —Julian extendió la mano y removió los cabellos de Emerald a modo de premio por dar una respuesta acertada.
Ella suspiró de manera pausada y contempló el horizonte. Él se recostó sobre la hierba algo crecida y cerró los ojos en tanto regulaba su respiración.
Emerald desvió la mirada y lo observó en detalle. Su cabello ya se encontraba un poco largo, lo que hacía que algunos mechones se expandieran por el césped. Tenía la piel tersa, o al menos es lo que ella podía distinguir sin tocarlo. Otra de las cosas de las que se había comenzado a dar cuenta a raíz de que ambos comenzaban a pasar más tiempo juntos era que, con cierta frecuencia, Julian cambiaba el pendiente de su oreja, pero algo que siempre estaba presente era la misma joya: una esmeralda.
—¿Puedo preguntarte algo? —El muchacho se limitó a emitir un sonido sin abrir los ojos para decirle que continúe—. ¿Quién escogió tu nombre?
—Mi madre —respondió pausado mientras emitía un suspiro.
—¿Cómo era? —Emerald sentía curiosidad por la familia de Julian, sabía poco o nada de ellos, ya que jamás hablaba de su entorno.
—No la conocí. —Él sonrió cabizbajo al mismo tiempo que colocaba sus brazos detrás de la cabeza—. Según los sirvientes, yo me parezco mucho a ella.
—¿Tu padre no te habló acerca de ella?
—Mi padre no habla mucho acerca de nada. —Un bufido que trataba de sonar gracioso escapó de sus labios—. ¿Tu madre hablaba de tu padre?
Ella no pudo evitar sentir cierto dolor dentro de su corazón al oír la pregunta. La única vez que su madre le había dicho algo referente a su padre había sido cuando se encontraban en el mausoleo familiar frente a su estatua.
—Mi madre nunca ha hablado abiertamente de él. Al menos conmigo nunca lo hizo. —Por muy doloroso que aquello pareciese, era verdad—. Lo único que sé acerca de mi padre es lo que me contó Igor o lo que he escuchado de todas las personas.
—Entonces supongo que esa es otra de las tristes cosas que tenemos en común. —Julian rio y ella no pudo evitar esbozar una sonrisa—. ¿Sabes por qué les pusieron esos nombres a ti y a tu hermana?
—A medias —confesó—. No sé qué tanto de lo me dijeron sea verdad, Igor pudo haberme mentido solo para darme una respuesta.
—Te escucho.
—En una de esas conversaciones que tuve con él cuando me estaba entrenando, le pregunté si sabía el origen de nuestros nombres. Me contó que el sueño de mi padre siempre fue tener una familia. Y que lo que deseaba más que cualquier otra cosa en el mundo era tener una niña.
»Según Igor, cuando mi padre le comentó esto a mis abuelos, ellos le dijeron que eso no sería posible, ya que desde August Lagnes los descendientes de la familia solo habían sido varones. De igual forma, él siempre pensó que le gustaría que su hija se llamara Emerald porque simbolizaba la paz y la calma.
»Luego de eso, según la versión de Igor, cuando mi padre se enteró de que mi madre nos estaba esperando, comenzó a barajar otras posibilidades y llegó a la conclusión de que sus hijos se llamarían Edric y Diamond. Edric fue elección de mi padre y significa gobernante próspero. Diamond, en cambio, fue la alternativa de mi madre y simboliza el amor eterno.