Ella comenzó a contarle todo lo que Nenium le había dicho y Julian se mantuvo en silencio mientras observaba el camino de tierra frente a ellos. Cuando Emerald terminó, él colocó un gesto indescifrable en tanto que le devolvía la mirada.
—¿Y bien? ¿Qué piensas? —le preguntó ella con impaciencia
—Imagino que lo mismo que tú, que aquí hay animal encerrado.
—¿Crees que pudieron asesinarla por parecerse a la reina Marie? —cuestionó y este emitió un sonoro suspiro.
—Creo eso, pero... Para serte franco, también creo que tu madre pudo ser capaz de asesinarla.
Tras oír tal cosa, Emerald frenó en seco y lo observó como si hubiera perdido el juicio. Julian se mantuvo quieto, esperando algún tipo de reacción de su parte, pero aquello tardó en llegar.
—Mi madre... no sería capaz de...
—¿Seguro? —le preguntó el pelinegro mientras se cruzaba de brazos—. Comprometió a su hija con el príncipe de una nación de gitanos, mandándola lejos de su vista, para dejar únicamente a su primogénito a su lado. ¿Tienes dudas pese a eso? Seré franco contigo, Diamond. La reina Agatha no tiene muy buena reputación entre los nobles, ni mucho menos entre los reyes de cada reino.
—¿A qué te refieres?
—¿Por qué crees que todos agachan la cabeza ante las órdenes que da? —Tras la pregunta, ella se mantuvo en silencio—. Agatha es considerada una de las mujeres más frías y calculadoras que alguien tuviera el placer de conocer. El único periodo de tiempo en donde ella se mostró apacible fue antes de la muerte de tu padre.
—¿Y no crees que aquel cambio se debiera a que ella perdió a quien amaba?
—¿Te parece que es excusa para justificar el trato inhumano que le da al resto?
Julian acababa de dejarla sin palabras, después de todo, ella mejor que nadie había vivido en carne propia el desdén y el repudio que su propia madre le brindaba. Ahora la mantenía a su lado solo porque le era útil. Si la verdad saliera a la luz, Emerald sería ejecutada por usurpadora del trono y su madre la acompañaría en la ejecución por omisión y encubrimiento de un aparente asesino, aunque ella no hubiera hecho nada.
—Lo que yo pienso es lo siguiente. Si bien Nenium te dijo que Agatha nunca presentó poderes mágicos hasta que tuvo nuestra edad, quizás algo pasó en ese momento en el cual estuvo a solas con su hermana y... pues... se deshizo de ella para ser la única que pudiera salir de este pueblo.
—¿Por qué sería la única en salir del pueblo? Cualquiera puede entrar en la escuela.
—No, no cualquiera. Y esto es algo que debieron haberte enseñado. —Emerald no pudo evitar encogerse un poco, había muchas cosas que desconocía de su propio mundo—. Solo los que poseen el gen dominante, en el caso de los magos o virtuosos, pueden acceder a la escuela, ya que es más sencillo poder moldearlos. Los hermanos que poseen el gen recesivo tienden a ser inestables, así que son instruidos en casa para que desarrollen otro tipo de habilidades.
—Yo... no lo sabía. Igor jamás me habló acerca de esto.
—Imagino que, por ser de la familia dominante, los Lagnes sí podrían hacer ingresar a ambos hijos a la escuela.
—Mi hermana —dijo ella con la voz temblorosa— nunca recibió entrenamiento mágico, nunca la dejaron explotar su potencial.
—¿Y pese a eso aún defiendes a tu progenitora? —cuestionó él con desdén—. Agatha es una mujer sin escrúpulos que ve solo por sus intereses. Es la peor reina que Delia tuvo. Si tu padre siguiera vivo, otra sería la historia y otro sería el destino, pero, por desgracia, las cosas no fueron así.
—Mi madre no es una asesina...
—¿No lo es? —bufó—. ¡Diamond, tu madre tiene en sus manos la sangre de mucha gente!
—¡Ya basta! —Ella se tapó los oídos mientras Julian hablaba. Quería que se detuviera, pero al mismo tiempo necesitaba escuchar todo de lo que era capaz su madre para poder dejar de quererla como aún lo hacía.
—Si deseas que pare, lo haré. Pero créeme cuando te digo lo siguiente, Diamond: la persona en la que menos debes confiar es en la mujer que te dio la vida.
Emerald asintió y comenzó a caminar en completo silencio. Draven, Eugene y Privai, quienes se habían detenido metros más allá al ver que ambos, al parecer, estaban discutiendo, decidieron esperarlos. Aunque por el rostro de Draven era notorio que quería ir a ayudar de alguna manera a su amigo, el orgullo pudo más y terminó frenándolo a mitad de camino.
Al llegar, Julian prácticamente le arrebató el mapa a Draven y caminó al frente. El muchacho castaño, incómodo como estaba, se acercó de forma lenta a Diamond, que lucía bastante acongojado.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja para evitar ser escuchado. Emerald volteó a observarlo y enarcó una ceja.
—¿Te importa cómo esté? —respondió de forma cortante, pero él, en lugar de sentirse aludido, se limitó a emitir un suspiro.
—Mira, sé que hemos tenido nuestras diferencias, pero...
—¿Tuvimos diferencias? —Una risotada escapó de sus labios—. ¡Dejaste de hablarme sin que pudiera explicarte nada!
—¡Casi me matas!
—¡Pero no fue porque quisiera hacerlo!
Antes de que ambos pudieran continuar con su discusión, un trueno retumbó a lo lejos y enseguida comenzó a llover a cántaros. Julian, quien se encontraba junto a los otros dos muchachos, les gritó se reunieran con ellos, ya que habían encontrado una cueva en donde podían resguardarse de la lluvia.
Emerald y Draven subieron a toda prisa la pequeña elevación que los separaba. Al entrar, vieron que Julian acomodaba algunas ramas en el centro. Luego de chocar un pedazo de piedra y un trozo de carbón, emergió una chispa que hizo luz.
—Parece que estaremos aquí un buen rato.
—¿Por qué demonios empezó a llover? —preguntó Draven—. ¡El cielo estaba despejado hace nada!
—¿Cómo pretendes que lo sepa? —respondió Julian—. No controlo el clima.