Emerald, la usurpadora del trono [ya A La Venta]

ж Capítulo XIX: La visión de la muerte. ж

Al oírla gritar tanto Julian como Draven se pusieron de pie de inmediato en posición de ataque. La visibilidad en la cueva era nula, ya que hacía varias horas que la pequeña fogata que habían hecho se había consumido.

Cuando no vieron enemigos cerca, permitieron que el alma les volviera al cuerpo, pero aquella sensación de alivio tan solo fue momentánea: Emerald estaba retorciéndose de dolor en el suelo mientras sujetaba su brazo. Julian, que fue el primero en sostenerla, se dio cuenta de que la pulsera que medía los niveles de magia en ella había estallado y la parte superior de la manga de su uniforme estaba llena de sangre.

—¡Esta cosa es peligrosa! —dijo Draven con desesperación al ver a su compañera—. ¡Le explotó de la nada en el brazo!

—Diamond, escucha, déjame ver, quita tu mano. —Julian trataba de mostrarse más calmado, pero al ver en ese estado a la joven poco podía hacer para disimular.

Ella temblaba. Su cuerpo estaba helado; su frente, llena de sudor, y el cabello se pegaba a su cabeza porque también estaba empapado. El dolor que sentía era tal que le parecía que le habían rebanado el brazo.

—Estoy aquí, déjame ayudarte —musitó Julian mientras colocaba las palmas sobre la herida de su muñeca—. Curae —dijo y un aura celeste comenzó a envolver todo el brazo, brindándole a Emerald cierta sensación de alivio.

—¡Julian, tu pulsera! —El aparato en lugar de cambiar de color, lo que significaba que habían sido descalificados, se mantuvo en un tono negro. Al parecer se había descompuesto.

—Alguien saboteó nuestras pulseras. Dudo mucho que se hayan descompuesto por un poco de agua.

—¿Crees que fue uno de los maestros? —Draven acababa de ponerse a su lado y observaba como él curaba a Emerald.

—Quizás fue alguien externo. Greyslan no tendría como saber si las pulseras funcionan o no y los otros docentes no estuvieron cerca de él cuando las repartió. Alguien más debió darle la bolsa.

—¿Y cómo sabían que nos tocarían esas pulseras específicamente?

—Sácatela y mira el interior —respondió él con calma en tanto que continuaba con su labor.

Draven retiró el aparato y, tal y como dijera su compañero, en la parte interna de este estaba escrito su nombre.

—Alguien nos debe haber dado las pulseras descompuestas para que usemos magia sin que sean monitoreadas. O para que en algún momento explotaran.

—No estalló por su cuenta. —Emerald habló con la voz entrecortada, sin dejar de sujetar su brazo. Draven se acercó y se puso a su altura mientras comenzaba a recoger los pedazos que quedaban.

—Dinos qué pasó. —Julian había detenido su labor al ver que se encontraba más estable.

—Estaba durmiendo, aunque no sé si era un sueño... Sentía que volaba en un extraño lugar, similar a una caverna. Oí voces... eran dos hombres que hablaban. Uno le gritaba al otro por algo que salió mal... Luego, sentí como si una fuerza me atrajera hacia otra persona que estaba con ellos. Giraba y giraba, no podía detenerme ni sujetarme a nada. —Emerald apretó su brazo al revivir aquella sensación—. Entonces, esa tercera persona gritó y salí disparada, atravesé murallas, sobrevolé el bosque y llegué hasta acá. Al despertar vi esta marca en mi brazo. —Ella retiró su mano y ambos amigos vieron la cicatriz de las suturas—. Unos orbes comenzaron a emerger de mi cuerpo, eran negros y morados. Sentía como si el alma se me estuviera escapando... Traté de agarrarlos, pero en cuanto me dispuse a hacerlo, el brazalete de mi muñeca explotó.

Tanto Julian como Draven se quedaron mudos ante el relato. A ella, por su parte, la cabeza le daba vueltas y, aunque no sabía cómo explicarlo, sentía que algo dentro de su cuerpo había sido removido. Aquella ausencia inexplicable dentro de su ser era lo que la alarmaba aún más.

—Es como la cicatriz que tenía tu hermana cuando murió —dijo Julian, y tanto Draven como Emerald lo observaron perplejos.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella.

—Llegué a ver el cuerpo... —respondió él—. Estabas en estado de shock en ese momento, así que es normal que no recuerdes quienes te rodeamos cuando los vimos a ti y a la reina salir del bosque. Pero créeme cuando te digo que tengo muy presente cómo se veía Emerald en ese momento... Fue la primera vez que vi un cadáver.

—Espera, ¿no la habían incinerado? —preguntó Draven mientras observaba con mayor atención las marcas en el brazo.

—Mi madre suturó con magia el brazo de mi hermana y la cicatriz que ven ahora en mi cuerpo está ubicada en la misma posición.
—Pero eso no puede ser posible —Draven soltó una risotada nerviosa—, Emerald murió hace ya varios meses. ¿Cómo es posible que Diamond tenga esas cicatrices?

Y tras aquel cuestionamiento, los tres guardaron silencio. Tanto Emerald como Julian tenían una vaga idea por lo que habían conversado días atrás y la respuesta a la que estaban llegando no era para nada tranquilizadora.

—Las cenizas... —respondió ella finalmente en un hilo de voz.

—Es probable que lograran traerla a la vida de nuevo...

En cuanto ambos dijeron esto, Draven sintió un vacío dentro del estómago. La mirada de sus compañeros era indescifrable, pero algo era seguro: ambos reflejaban el mismo miedo en sus ojos.

—Lo que viste emerger de ti era el alma de tu hermana... Se han llevado el alma de Emerald de tu cuerpo.

—¿Su alma? —Draven sintió que algo gélido lo envolvió al oírlos.

—¿Saben por qué los gemelos representan un peligro? —El castaño negó y Julian continuó—: Uno siempre termina absorbiendo la fuerza del otro. Al estar ambos en el mismo lugar durante nueve meses, el dominante termina robando el poder de su hermano. Si el gemelo más débil fallece, su alma se fusiona con la del dominante. Es el principio parasitario de los gemelos.

—¿Estás diciendo que cuando Emerald murió Diamond absorbió su alma?




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