Emerald se quedó muda luego de escuchar a Draven; él, por su parte, se mantuvo quieto en su sitio, observando un punto inexacto del cuarto. Julian comenzó a dar vueltas en círculos mientras meditaba la conclusión a la que habían llegado. Ninguno sabía cómo continuar la conversación después de un descubrimiento tan impactante, duro y triste. Aunque ella hubiera deseado que sus amigos estuvieran equivocados, su reacción reafirmaba ese cruel hecho.
—Pero no tiene sentido lo que me están diciendo —dijo la muchacha con una sonrisa nerviosa—. Lo hemos visto comer con nosotros... Si en verdad estuviera muerto, ni siquiera podría hacer eso, ¿no?
Julian se detuvo y volvió a tomar asiento.
—Que lo veamos comer no es garantía de nada.
—Julian tiene razón. Greyslan podría vomitar todo lo que ingiere cuando nadie lo ve —habló Draven, alzando el rostro—. Es un cadáver, su cuerpo no puede digerir la comida como una persona viva. Si se quedara con los alimentos, comenzaría a oler a podrido...
—Si bien lo han traído a la vida, él no puede sentir nada: ni los olores, ni los sabores, ni la calidez de las demás personas. —Julian depositó su mano sobre el hombro de Emerald—. Lo siento...
Draven había cambiado por completo su gesto. Por lo general, siempre que hablaba de Greyslan fruncía el ceño y se expresaba con un deje de molestia, pero ahora la situación era diferente, tanto Emerald como Julian podían sentir que se encontraba mal. Él seguía callado; ambos lo estaban observando y se vio obligado a mirar a otro lado porque comenzó a llorar de golpe.
—No sé ni cuánto tiempo llevará en este estado... —dijo con la voz entrecortada luego de una larga pausa—. Posiblemente jamás regresó de la batalla en la que estuvo con mi hermana. —El castaño ocultó el rostro entre las manos—. Por los dioses, me siento terrible, he vivido odiándolo desde que Leila falleció, pero ni siquiera él logró sobrevivir.
—Un muerto no regresa a la vida si no tiene un motivo por el cual volver —dijo Julian—. Greyslan debe de haber sentido un profundo resentimiento dentro de su corazón cuando murió, es por eso que regresó a este mundo.
—¿Crees que lo haya hecho por mi hermana? —Draven habló con el rostro aún escondido—. El cuerpo de ella jamás apareció... Siempre lo culparon por los errores que se cometieron en esa misión.
—Es probable. Lo que él debe estar buscando es venganza —el pelinegro se posicionó delante de los otros dos mientras observaba a Emerald—, ¿verdad?
—Sí... Dijo algo referente a que Leila no descansaría si no continuaban.
—¿Y qué tendría que ver el director? —Draven ni siquiera los miraba, parecía como si estuviera pensando muchas cosas a la vez.
—Creo que la razón por la cual los envió a ellos con nosotros es porque sabe que la persona que mató a tu hermana es la misma que está planeando asesinarnos. —Julian estaba cruzado de brazos; al parecer, en ese breve tiempo había estado discutiendo con Diómedes dentro de su cabeza.
—¿Crees que Bristol se prestaría a todo este juego? —preguntó Emerald.
—El que le haya dado una parte de su alma me da a entender que es aliado del director, y puede que no sea el único que esté colaborando con él desde las sombras.
—¿No han pensado que quizás todo esto sea una trampa? —Draven sujetó sus manos con inquietud—. Me parece muy extraño que un maestro como Bristol, que tiene fama de ser clasista, ayude a un guerrero —dijo señalándose y emitió un sonoro suspiro—. Queramos o no aceptarlo, los que no tenemos magia en este mundo somos duramente discriminados. Acaban de comprobarlo ustedes mismos.
Los tres volvieron a mirar al suelo, sentían un nudo en el estómago por todo lo que estaban pensando. Si bien eran todavía muy jóvenes, la educación que recibieron fue muy dura desde que aprendieron a hablar y caminar, sobre todo la de Julian y Emerald por ser hijos de linaje real.
—¿Y si Bristol es en realidad el impostor? —Tras la pregunta, tanto Emerald como Julian se observaron—. Estamos en un punto en el que no sabemos quién es nuestro aliado y quién es nuestro enemigo—añadió Draven mientras miraba a los otros dos con los ojos rojos por el llanto—. Debemos cuidarnos las espaldas.
Ambos amigos asintieron. Aunque no quisieran aceptarlo, pese a que Draven era un poco más inmaduro que ellos, en momentos como ese demostraba ser una persona juiciosa. La propuesta que les estaba haciendo parecía ser sensata si es que querían seguir con vida.
—El cochero es de Navidia, lo conozco bien. Siempre le hace recados a mi padre, no permitiría que nada nos pasara —respondió Julian con seguridad.
—¿Y si se deshacen de él? —preguntó Draven—. Lo que me parece alarmante es que estamos en medio de la nada en dirección a un reino que tiene fama de sacrificar a las personas. —Julian lo miró con reproche—. No quiero ofender, pero los libros dicen eso.
—Aunque el pasado de mi pueblo haya sido escrito con sangre, el presente es muy diferente —replicó con molestia.
—¡Dejen de pelear! —Emerald alzó la voz y los otros se quedaron callados—. Necesitamos calmarnos, ellos dos no pueden ser peligrosos, ya hubieran tenido la oportunidad perfecta de atacarnos. Yo pienso que en realidad los han enviado para protegernos de alguien más.
—¿Crees que es verdad lo que dijo Dindarrium, que sintió a alguien en el bosque?
—Este último tiempo he estado sintiendo cosas raras. Prácticamente siento como si la muerte me respirara en la nuca. —Emerald frotó sus brazos con incomodidad—. Desde que salió mal la vinculación, no he dejado de sentirme de esta forma.
—De alguna manera todo está conectado —añadió Draven.
—Nada sucede por una simple casualidad —le dijo Julian—. Que estés aquí hoy por hoy es porque era tu destino.
—Julian puede tener razón. —Ella sacó los diarios de su bolsillo—. Tres es un número importante, no solo ahora, sino desde mucho antes.