Emerald, la usurpadora del trono [ya A La Venta]

ж Epílogo ж

El último día de ese año había marcado un antes y un después en la vida de los reyes y de todos los habitantes.

La época de paz que todos conocían hasta ese momento había comenzado a desmoronarse de a poco, y Navidia había sido uno de los primeros reinos en sucumbir ante el ataque. El hogar de los Ases, aquel palacio majestuoso que había sido edificado hacía ya tantas generaciones, había sido completamente destruido y la gran mayoría de los objetos en él se habían perdido.

El cuerpo de Emerald seguía cristalizado. Por más que los mejores hechiceros trataron de romper la dura corteza, nadie pudo hacerlo. Ni siquiera Agatha, quien en ese momento era la mujer más poderosa de todos los reinos.

En cuanto todos sanaron sus heridas lo suficiente, comenzó el juicio contra Rugbert Ases, Greyslan Carty, Dindarrium Gregory y Bristol Cabefort. No había pueblo en donde no se hablara sobre eso. La misma reina Agatha, luego de haber visto como escondieron de forma deliberada el cuerpo de su esposo, había solicitado un juicio para que se decidiera su destino. Aunque, desde luego, ella propuso la pena de muerte.

Sin embargo, en pleno juicio y luego de haberlos hecho pasar por una prueba de clarividencia, todos supieron que fue el mismo Cornellius quien le pidió a Rugbert y compañía que lo hicieran para proteger a su heredero, así que no les quedó otra opción más que liberarlos a todos sin cargos.

Agatha no estuvo contenta con aquella decisión, pero no había nada que pudiera hacer. Si iba en contra de las reglas con su único heredero en ese estado, podía jugar en su contra. Su meta ahora era buscar la manera de romper ese cristal y que Emerald siguiera tomando el puesto de Diamond.

Al regresar a Delia, buscó a los mejores hechiceros de cada reino y el palacio se volvió el lugar más seguro y resguardado que jamás hubiera existido. El cristal fue ubicado en una habitación vacía debajo del mismo; un círculo pintado en el suelo en el que se apoyaba le proporcionaba un domo protector. Era necesario cuidar el cuerpo a como diera lugar.

Los años pasaron, pero la esperanza de la ambiciosa reina no desaparecía, ya que se había dado cuenta de que, pese a que su hija estuviera atrapada dentro, su cuerpo iba creciendo y fortaleciéndose.

—¿No sería más fácil para usted, mi reina, que tuviera más descendencia? —preguntó Lisupo, el nuevo mago en jefe de la familia Lagnes.

—Si todo fuera tan sencillo, hace mucho que lo hubiera hecho —respondió al mismo tiempo que tocaba su vientre—. No solo me quitaron a mi familia, sino que también me sacaron la posibilidad de engendrar una nueva. —Tras una breve pausa, ella continuó—: Ese fue el pecado que Cornellius cargó consigo, es por eso que él me hizo su esposa —soltó mientras caminaba con firmeza hacia la salida de la habitación.

Quedaba tan solo un año para que Emerald volviera a despertar. Muchas cosas habían cambiado en su entorno desde que quedara encerrada. Incluso ella misma se había fortalecido. Lo que no sabía era que Diamond, su hermano, no había descansado ni un solo día desde la última vez que se vieron.

Y ahora, con el alma de Marie dentro de su cuerpo en un noventa por ciento, era hora de que el rey regresara por lo que le pertenecía por derecho.

***

Continuará en: Diamond, el príncipe corrupto.




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