Emily

CAPÍTULO 2.

 

Tres meses después…

 

Desperté tras oír la alarma que estaba en el buró. Oh, no… tarde otra vez. Llevé mi mano a mi frente y gemí por el sueño. No quería levantarme temprano, anoche me había desvelado lo suficiente como para dormir hasta tarde. Suspiré con fuerza y tomé asiento en la cama mientras llevaba la sábana blanca sobre mi pecho.

Ezra estaba tumbado al lado de mí mientras sonreía abiertamente ante mi apuro. Anoche la habíamos pasado de maravilla después del bar, como cada viernes después de mis clases de danza. Le sonreí de vuelta al sentir sus dedos tocando mi espalda desnuda.

— Otra vez olvidé adelantar la puta alarma — gruñó—. Maldita sea, cómo voy a disfrutarte si siempre la pones tan temprano.

— Tienes todo el viernes por la noche para hacerlo — dije y busqué mi ropa interior entre la ropa del suelo.

Después de haber salido del bar por una reunión de amigos Ezra a la cual la estuve esperando, él y yo nos dirigimos a su apartamento en donde tuvimos la mejor cena al igual que el mejor sexo de reconciliación que hubiésemos tenido, sin embargo, aún seguía molesta por su insistencia de no presentarme ante sus colegas o siquiera dejarme a mí hacerlo frente a los míos. Llevábamos ya tres meses de haber salido y el único que sabía de nuestra relación era Ray, el barman del bar de University Park.

Ezra depositó un beso en mi espalda, a la altura de mis omóplatos mientras sostenía mi cintura con fuerza y me atraía nuevamente a la cama. Me reí espontáneamente mientras le lanzaba su camiseta. Él gruñó una maldición por lo bajo.

— No va a haber nada que te convenza, ¿verdad? Ni siquiera las inmensas ganas que tengo de hacerte el amor otra vez ¿cierto? — suspiré hondo y terminé de colocar mi ropa interior en su lugar.

— Sabes que hago como mínimo una hora y media a Highland Park — deslicé mis dedos sobre su pecho —. Si fuera por mí me quedaría pero ya sabes… tengo ensayo a las nueve.

Gruñó, pero no volvió a discutir en lo absoluto.

Terminé de ponerme mis pantalones y mi remera mientras él permanecía en la cama viéndome con atención. Se veía adorable ahí, sentado, prestándome la más minuciosa atención a cada uno de mis movimientos. Y era completamente mío.

Aún no me creía el que alguien como él se hubiese fijado en mí, es decir, no soy exactamente el tipo de chica que un hombre como él quisiera, en cuanto a lo social. Yo era introvertida, con una dificultad para relacionarme con otros inmensamente grande, sin embargo, mi apariencia hacía que muchos se fijaran en mí. Era bonita y tenía buena figura gracias a mis arduas horas de práctica así que no tenía tanta desventaja ante él. Ezra era odiosamente guapo pero no en el sentido del chico roquero ni mucho menos el prototipo de universitario bueno que mis padres quisiesen para mí. En primer lugar estaba esa aura tan mítica que lo marcaba con una insignia de matón y para rematar el sin fin de tatuajes que adornaban sus brazos y su espalda hasta su cuello. Sus ojos era lo que más me gustaba, tenían un estrepitoso azul profundo que me volvía loca.

Guardé mi neceser en mi bolso y me peiné un poco. Giré sobre mis talones y lo miré. Sabía bien que siempre yo era la que me iba de su casa completamente sola ya que siempre se negaba a ir a Highland Park a dejarme, sin embargo, una parte de mí aún tenía esa esperanza de que cambiara de idea.

— ¿Seguro que no me quieres acompañar? — pregunté. Sus ojos azules me miraron.

— Sabes bien cómo es nuestro acuerdo — una mueca de decepción cubrió mi rostro. Él lo notó —. Ven aquí, Audri.

Caminé hacía él y me senté en la cama totalmente vestida y arreglada. Él tomó mi rostro entre sus manos y me miró con unos ojos que reclamaban ternura. Besó mis labios suavemente y se alejó. Bajé la mirada. Él gruñó.

— Oh, joder Audri ¿Qué quieres de mí? — su voz era ronca totalmente molesta. Sabía bien que tenía que contestarle si no quería que se enojase aún más conmigo.

— Es que… — levanté la mirada hacia él —. A veces quisiera tener más. Ya sabes… el que mis amigas te conocieran o que al menos tú me presentaras a tus camaradas y no me hicieras esperar en la barra sola con Ray.

— ¿Hay algún problema con Ray? Porque si lo hay puedo ir a hablar con él — estaba segura que su “hablar con él” no era exactamente algo verbal. Me estremecí pero traté de ocultarlo. Él no lo notó.



#4871 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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