Emily

CAPÍTULO 6.

Tyler me miró con desgana cuando llegué al ensayo al día siguiente, no lo culpaba, yo misma hubiese hecho lo mismo si me hubiese encontrado en la misma situación que él al enfrentarse a Ezra. Como había prometido, Tyler no había hecho nada, sin embargo, ese no había sido impedimento para que le pidiera a Hall el que Hannah Davis fuese su nueva compañera en mi lugar a lo cual, Hannah reaccionó con una brillante sonrisa.

— Me parece muy bueno el que Tyler por fin sea mi pareja, ya sabes… — alardeó Hannah mientras entraba al vestidor. Levanté la mirada hacia sus ojos pizpiretas que no hacían más que brillar —. Coordinamos súper bien.

Puse los ojos en blanco.

— Me parece una niñeada que me eches en cara el que Tyler cambió de pareja — solté un arduo suspiro y terminé de ajustar mis agujetas de los zapatos. El ensayo había sido demasiado cansado con mi ambientación a mi nueva pareja, Shine Darren, él me agradaba pero me había ambientado tanto a Tyler que el sentir las manos de Shine sobre mí me parecía extraño.

— A mí me parece excitante — sonrió —. Tyler debió de ser mi pareja desde el primer día que llegó pero Pete te lo dio a ti por razones estúpidas, soy mejor bailarina que tú.

— No te lo niego — recogí mi maleta de la butaca, la colgué sobre mi hombro y pasé a su lado mientras decía —. Lástima que la promotora de Julliard piense todo lo contrario.

Una enorme satisfacción recorrió mi cuerpo al percibir el cómo — absolutamente, sí — le había molestado mi comentario. No era una mentira y ella bien lo sabía, Pete había dado resultado y esos eran el que yo, Audri Danielle Blandler había tenido la oportunidad de presentar audición en Julliard. Eso no significaba mi pase directo a la Academia, sin embargo, estaba muy por encima de mis compañeras de clase.

Caminé hacía el vestidor cuando Hannah simplemente se tragó sus palabras y decidió irse. Admitía que ella era nada más y nada menos que un dolor de cabeza, sin embargo, sus comentarios algunas veces solían herirme. Me puse mis ropas de ensayo, usando por primera vez mi mono color purpura y mis leotardos negros, Pate tenía cierta regla estricta sobre la forma de vestirnos en cuanto a clases pero para mí beneficio, tenía cierta empatía en cuanto mis trajes.

El ensayo se pasó volando con las prácticas normales del punta talón y las rutinas que Pete nos ponía a practicar, me agradaba la forma en la que ponía canciones al azar y en una parte estratégica comenzaba a divagar con sus piernas y brazos, haciendo rutinas consistentes en pasos ágiles, piruetas y métodos que seguidamente nos enseñaba.

Caminé a casa cuando las clases acabaron, no pensaba el esperar el que Tyler me invitara a llevarme o peor aún, el ir yo a preguntárselo. Sabía bien que había perdido toda la empatía de Tyler al haber conocido a Ezra, no por la forma en la que lo había tratado — lo cual sería lo más acertado — sino porque le había dado una levísima esperanza de algo nuestro cuando, inevitablemente, ya tenía una relación.

Una muy extraña y tétrica relación.

Ezra me gustaba, me gustaba de una manera en la que sólo el sexo me parecía correcto, no es como si me agradara el hecho de que cada mañana tenía que salir de su casa sin obtener un solo deseo o la mítica pregunta de si apetecía el que me llevara a casa. Había veces en las que me sentía como si fuese una simple diversión para Ezra.

El camino a casa me ayudó a pensar sobre mi situación, no sabía exactamente si la noche pasada con Ezra había significado el que nuestros encuentros iban a seguir o el que era libre de todo pecado y que había significado un simple adiós. Me apetecía más la segunda opción, la opción de darle vuelta a la hoja y seguir adelante con mi próximo camino a Julliard. Me sentía contenta con eso, pese a que Ezra fuese insistente, estaba más que segura que no me perseguiría a Nueva York con el fin de darse un revolcón conmigo. Había más mujeres en el 7 – Eleven, mujeres bonitas y dispuestas a una noche con él sin la necesidad de soltar un solo centavo.

Al llegar a casa me encontré con mamá llena de angustia mientras iba de allá para acá por la cocina y el comedor, arreglando la mesa familiar y poniendo un montón de trastes de nuestra mejor vajilla sobre ésta. Me acerqué a ella con precaución, normalmente mamá cuando estaba angustiada una simple palabra la hacía explotar.

— ¡Audri! Ayúdame, la abuela viene y necesito tener impecable la cocina, ahí hay un trapo, friega el aparador ¡Rápido!

Corrí hacía la cocina y cogí lo que mamá me había encargado. Para mí era normal el que cuando la abuela pisaba nuestra casa, mamá se pusiera como loca y no era para menos, Andrea Blandler era una mujer dura de roer con un carácter insoportable y cierta inclinación por tener todo perfectamente refregado al punto de sacarle un toque de brillo y por supuesto, estaba el hecho de que odiaba a mamá.



#4839 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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