Emily

CAPÍTULO 19.

Mi habilidad de ser paciente nunca fue la mejor, mucho menos cuando se trataba de Tammy echándome bronca a cada segundo por no buscar a Noah, más aún no por no admitir que le  quería aunque fuese en lo más mínimos.

Los días habían pasado, trayéndonos los finales de mayo y con ello, el cumpleaños de Tammy junto con el de Alice y Pearl que no dejaron de sorprenderme por el hecho de ser la misma semana. Las chicas y yo realizamos una pequeña fiestecilla en el dúplex en donde decidimos invitar a Amma e Imoogen, por parte de ellas, decidieron jugarme una mala jugada e invitar a los violinistas de University Park a donde sólo asistieron Cinthia y Noah quienes no hacían más que reírse entre susurros cerca de la encimera de la cocina y así, provocando el que me sintiera más que molesta y así, provocando el que no le diríjase la palabra en lo más mínimo pese a que él, intentase acercárseme con su sonrisa más que encantadora.

Era jueves, Tammy y yo estábamos jugando a las cartas mientras compartíamos escritorio, el día era tranquilo y a decir verdad, habíamos tenido menos clientela que cualquiera de otros días, es más, habíamos tenido tiempo de correr — haciendo énfasis en Tammy, claro — de ir por un helado que era, medianamente, lo que se había convertido en el mayor de mis antojos.

— Te mato con esta corrida, he ganado nuevamente — chilló Tammy eufórica. Tenía una sonrisa plasmada en el rostro, mi perfecta cara de póquer se difuminó en ese momento, si había algo en lo que era realmente buena era  imitando el papel de mi juego.

— Come polvo, Tammy — indiqué, dejando mi juego sobre el escritorio, sus ojitos negros miraron las cartas, patidifusa —. Flor de ases.

— Eso no es justo ¡Es suerte de embarazada! Prácticamente están jugando dos contra uno — se cruzó de brazos —. Es una partida poco igualitaria.

— No culpes a mi bebé, te aseguro que si hay algo que no sepa hacer es jugar a las cartas.

Ella soltó un bufido, en broma.

Recogimos las cartas, cansadas de continuar con nuestra disputa imaginaria en las cartas como en todo casino de las Vegas. Sinceramente, no era la mejor jugadora de póquer pero sabía lo suficiente como para restregárselo a Tammy en las narices. Casi quise reírme por mi pensamiento.

— Tengo tantas ganas de cerrar — ella soltó un suspiro que levantó ligeramente su flequillo —. Mientras Amma, ni sus luces.

— Te recuerdo que tú decidiste acompañarme — le digo, jocosa. Gira los ojos, divertida —. Aquí éramos dos.

— Perdóname por preocuparme por ustedes — miró mi protuberante barriga que se encontraba cubierta por una de las blusas que me había obsequiado Noah y Amma.

— Tonta.

Miré de forma inconsciente mi ropa, llevaba una blusa que se dividía en tres colores: rosa, blanco y azul la cual, había combinado con unos pantalones negros de cierres laterales el cual, curiosamente había amoldado perfectamente en mi cuerpo, como si exactamente Amma y Noah supiesen el tamaño de mi cuerpo. Solté un pesado suspiro.

El sonido de la campanilla me trajo nuevamente a la realidad. Miré hacía el frente topándome con los ojos grises más tercos que había visto en mi vida. Su mirada era arrogante y a la vez, tenía una dosis de dulzura en ellos que por un momento, me hizo olvidarme de los pacíficos zafiros que no hacían más que escrutarme.

Noah entró junto a un chico que no hacía más que mirar el local como si hubiese sido la primera vez que había pisado una disquera. Su cabello rubio brillaba ante el reflejo del sol, creando un halo de bronce que no hacía más que asemejar la imagen de la aureola de un ángel. Vestía unos pantalones vaqueros gastados junto a una camiseta de cuadros azul que se encontraba abierta de par en par, mostrando la cubierta blanca que cubría su pecho. Él era hermoso, un claro ejemplo de un hombre que no hacía más que derretir hielos con sus simple sonrisa encantadora que no hacía más que relucir frente a mis ojos.

Pero él no era Noah.

El pelinegro venía al lado de él y a diferencia del rubio, que no hacía más que juguetear con las correas de su violín, él simplemente estaba ahí, viéndome con los ojos más serios y a la vez afables que le había visto. No entendía como Noah tenía ese poder de volverme loca y a la vez, sacar la peor parte de mí, si había algo de lo que estaba segura era de que jamás me había sentido un tanto molesta de ver a un chico con otra chica y más si él no era nada de mí. Ezra por completo se quedaba fuera del margen, él había jugado conmigo y había sacado esa fierecilla salvaje de mí por culpa de los sentidos que me hacían defender tanto mi dignidad como mi corazón roto.



#4928 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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