Viernes: último día de trabajo.
Tammy corrió de allá para acá junto a Miles con desesperación, quienes no hacían más que atender a los clientes que habían atiborrado la tienda ante la mezcla que había colocado el rubio como idea primordial para aumentar las ventas de Amma.
Miles se había visto como un superhéroe al llegar al mejor momento del día, aún más cuando percibió mi fatiga por culpa de mi barriga que no hacía más que crecer y se ofreció a ser partícipe del caos musical. Admitía que algunas chicas que se encontraban revoloteando en el medio era más porque querían estar cerca del mismísimo Miles Evans que por la necesidad de llenar su propia colección discográfica.
Pese a que me encontraba en la recepción, mi trabajo continuaba siendo un completo ajetreo, desde la admisión en caja hasta la paquetería que tenía que hacer manualmente. Algunas ventas eran de unos cuantos dólares pero otras excedían de mis expectativas.
La tienda de Amma tenía buena clientela gracias al sinfín de coleccionista que vivían cerca de University Park o por el simple hecho de que, pese a que la disquera se surtiera de nuevo material, había una sección — encargada por Amma, por supuesto — que consistía en la compra – venta de vinilos de colección al igual que algunos casetes que se encontraban en buenas condiciones.
— Demonios — la pelinegra soltó una queja justo al lado de mí. Empaqueté un par de CDs en una bolsita con el logo del local impreso, tomé la engrapadora y el recibo de pago —. Me siento como un Mardi Grass, pero inclusive en el carnaval al menos tengo una mísera recompensa. Mientras Amma llena tus bolsillos, yo pierdo en los míos.
Solté una carcajada.
— Vamos Tammy, mi bebé te lo va a agradecer, vas a ser la tía Tamara — dije, graciosa.
— Eso suena maravilloso, Tía Tammy Zhang como la favorita, me gusta.
— Mientras no se lo digas a las chicas, todo está más que bien.
— Será nuestro secreto, señorita Bennett.
— ¡Tammy, ayúdame! ¡Me están comiendo vivo! — gritó Miles desde los estantes, una falsa preocupación alertó su timbre de voz.
— Oh, oh — los ojos negros de Tammy me escrutaron —. Problemas a vapor, capitán. ¡Retirada!
Solté nuevamente una risotada antes de continuar con mi proceso de catadura, si había algo que me encantase de Tammy era su naturalidad de hacerme reír.
Terminamos nuestra jornada de trabajo más temprano de lo que esperaba, Amma había regresado de su “pequeño compromiso del que iba a alertarnos después” más rápido de lo que había prometido a lo cual, respondí con una enorme sonrisa. Si había algo que no soportara, inclusive al aumento de peso que tenía demás, eran los zapatos de goma que habían garantizado el que mis pies no se sintieran hinchados. ¡No volvía a hacerle caso a Jeremy y sus extraños consejos!
Miles se acercó a mí mientras se colocaba correctamente su chaqueta de mezclilla sobre su camiseta sport azul, Tammy se encontraba justo atrás de él, vistiendo de lo más encantadora con su sombrerillo magenta y su vestido de rombos que combinaba a la perfección con su apariencia de niña buena. ¿Quién podía resistirse a su forma tan encantadora y única de lucirse?
— Me agradó ayudarlas, chicas — comentó él al momento de encontrarse justo detrás del escritorio, le sonreí con dulzura.
— Gracias por venir Miles, me hubiese sentido más que alterada si hubiese estado sola — alardeé. Era cierto, algunas veces las ventas eran difíciles o por la falta de clientes o por el exceso de ellos.
— No estoy pintada Audri — refunfuñó Tammy con un enojo fingido. Giré los ojos en forma de burla.
— Sabes que también te lo agradezco.
— ¡Vámonos niñas!
La voz de Amma retumbó en la habitación poniéndome los pelos de punta ante su enorme entusiasmo, si había algo que había aprendido de Elise Hamilton era el que cada vez que un sonido chirriante, que era signo de genuina conmoción, se traía algo entre manos y en los últimos meses, eso significaba algo que tenía que ver conmigo.
Solté un arduo suspiro.
Tomé mi pequeño bolso del aparador y bajé de la sillita de ruedas antes de seguir a Amma fuera de la disquera.