Noah colocó el último trasto en el escurridor tras nuestra breve charla que terminó por sacarnos una sonrisilla traviesa. Él lucía esplendoroso mientras secaba sus manos con el trapo que se encontraba justo al lado del fregadero.
One Republic seguía sonando a través de toda la sala, llenando mis oídos con el buen ritmo y provocando el que el compás comenzase a dominar mi cuerpo. Seguía con mis insistencias de desenvolverme entre los trastos recién lavados y mi público conformado por sopas, frijoles, especias y demás tipos de despensas pero el simple hecho de pensar en que Noah vería ese pequeño lado infantil en mí simplemente provocó el que mis mejillas se ruborizaran.
Miré por la pequeña ventanilla que daba paso a la vista del comedor, todos lucían contentos entre las charlas y risas, al igual que la interpretación de la canción al sonante de Noah y Mare que no hacían más que mover los pies a ritmo. Tammy y Sharon aplaudían como verdaderas fanáticas mientras Alice y Jeremy cantaban a todo corazón desde el banquillo que había colocado Amma para hacer brillar su performance. No lucía ninguno de ellos como si nos extrañasen realmente o al menos, eso es lo que daban a denotar las caras felices de cada uno de ellos que habían hecho su fiestecita al estilo de los scouts al lado de la fogata.
Bien.
— Oh — una, dos, tres… ¡tres pataditas! Llevé mis manos a mi vientre, mi bebé estaba más inquieto de lo que deseaba y eso volvía incomprensible el que alguien no entendiese mi emoción. Mis mejillas se llenaron de vida.
— ¿Sucede algo? — Noah se acercó a donde estaba y con un rostro lleno de preocupación, acaparó el espacio suficiente para cogerme en brazos si era necesario.
— No, es sólo que mi bebé está más travieso de lo normal — bajé la mirada a mis zapatos para ocultar la vergüenza de lo que dije a continuación —. Aquí, toca.
Sin dejar ni un solo segundo de que la timidez me venciera, tomé la mano de Noah entre las mías y la dirigí al lugar del ajetreo. Percibí su ligera tensión al igual que las pequeñas corrientes que surcaron mi cuerpo al sentir el suave toque de sus dedos sobre la tela de mi vestido, como si fuese un delicado cristal, como si tratase de inmortalizar ese breve momento entre nosotros.
Él terminó por borrar nuestras distancias, abrazándome por la espalda y colocando ambas manos alrededor de mi protuberante barriga provocó el que mis músculos se tensaran, que el aire me pareciese inexistente en la sala y el que la liviana presión que había entre los huesos de mi espalda y los botones de su saco, resultase jubilosa. Admitía que me sentía tonta al sentirme extasiada por un toque que no era más que correspondido, sin embargo, me dejé llevar lo suficiente como para reducirlo a un secreto entre mi bebé y yo.
Un sonidito de alegría escapó de los labios de Noah, provocando que la más dulce sonrisa que había tenido alrededor del día invadiera mi rostro. Me gustaba esa sensación que él provocaba en mí, desde la forma tan peculiar en que provocaba una llama interior en mí hasta aquella combinación de emociones que terminaba por convertirme en una lluvia de inquietes.
— ¿Qué sucede? — pregunté, tras un breve momento sin habla, dejando como fondo la melodía que producían los violines de Mare y Miles junto a la música.
— Sólo estoy disfrutando de tu compañía — susurró en mi oído, seguidamente, dejó caer suavemente su barbilla sobre mi hombro.
Escuché su suave respiración y sentí cada uno de los movimientos de sus dedos se convirtieran en lo único que existía. Los latidos de su corazón iban acorde a los míos, golpeando de forma reconfortante su pecho y transmitiendo pequeños dejes de tranquilidad a través de mi sistema.
Las pataditas de mi bebé cesaron.
Un manso carraspeo se escuchó a lo lejos, citando nuestra atención y rompiendo por completo aquella burbuja de cristal que había formado nuestros impalpables roces de tela con tela al igual que la tranquilidad que la respiración de Noah había conformado. Levanté la cabeza en dirección a la puerta, los ojos gatunos de Pearl me escrutaron, ocultando por completo los cientos de pensamientos que habían surcado su conciencia al vernos a Noah y a mí abrazados — Atrapados, con las manos en la masa.
Noah retiró sus dedos lentamente de mi vestido.
Temblé.
— Amma va a servir el pastel — sus ojos se dirigieron al castaño quien… ¡Oh santo y buen Dios! ¡Estaba ruborizado! —. Quiere que vayas Noah.