Cinthia se acercó a mí cautelosamente mientras me perdía en el sabor dulce de mi gelatina, pese a que mis gustos como embarazada habían sido cumplidos — principalmente en cuanto al helado — Tammy y las chicas habían iniciado con una “rigurosa” dieta pero en realidad, yo lo veía como una forma de molestarme ante lo glotona que me había vuelto.
Los cabellos rubios de Cinthia fueron lo primero que cubrieron mi vista, seguido por sus luminosos ojos grises y su sonrisa de comercial de pasta dental, en la mano tenía atrapada una bolsa de regalo junto con una pañoleta color ciruela que parecía ser mucho de su agrado, fruncí el ceño en su dirección, pese a que Tammy me hubiese dicho el que Cinthia era prima de Noah no significaba el que quitaba el hecho de que seguía sin caerme bien del todo.
Oh dios, no, no, no… ¡No digas eso! ¡Suena como si estuvieras celosa!
Borrado.
Llevé el último pedazo de gelatina a mi boca y dejé el plato sobre la encimera, seguidamente como acto reflejo, alisé mi cabello con mis dedos, como si intentase ser tan bonita como ella. Yo nunca me había considerado fea pero tampoco me había acusado de una belleza genuina. Era bajita y con una piel delicadamente acercada a lo considerado sano, mis mejillas se tornaban rosadas comúnmente y mi cabello la mayoría de veces parecía haber sido atacado por una centrifugadora. ¿Cómo era posible que hubiese chicas como Mare? ¿Cómo Cinthia? Esas chicas que siempre lucen perfectas con su cabello aliñado y el maquillaje al toque, con la ropa en perfecta sintonía y los zapatos correctos.
— ¡Gracias por invitarme, dulzura! — con que las palabras cariñosas son cosa de familia… Cinthia volvió a irradiar al sonreírme una vez más antes de abrazarme fervientemente como si fuéramos las mejores amigas del mundo. Yo no la había invitado y siendo honesta, no había tenido ni la más mínima intención de hacer, sin embargo, no planeaba decirlo en lo absoluto —. Me siento tan contenta de que podamos llevarnos bien. ¡Creí que me odiabas!
Torcí la boca.
— No suelo odiar a nadie — ni siquiera a Ezra, pensé. Carraspeé, no había sonado realmente bien eso —. También me alegro de que seamos amigas.
Otra sonrisa, ¿Esa chica acaso no se cansaba de hacerlo? Tal vez, al final de todo si era parte de la mercadotecnia en cuanto a dentífricos. El hábito hace al monje, pensé.
— Bueno, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea ¡lo que sea! — rodeó mis hombros y como si intentase ser confidencial se acercó a mí lo suficiente para poder oler su perfume: jazmines —. Tammy me dijo que Noah y tú se entienden… sabes a lo que me refiero, ¿no?
Abrí los ojos como platos, ya hablaría con Tammy después.
La voz de Cinthia no sonaba molesta pero tampoco irradiaba alegría, era monótona, sin emoción alguna, como si tratase de tragarse cada uno de los pensamientos que rondaban en su mente y eso me alteró. Al parecer, mi obviedad no era el problema, el problema era la boquita suelta de Tammy.
Miré a Miles de reojo, él se encontraba junto a Amma quien no hacía más que blanquear los ojos con diversión ante los aparentes comentarios ridículos del chico, él era un encanto por naturaleza por lo cual, aún seguía sin creerme lo que me había confesado Noah, en cuanto a su seguridad ante las chicas, por supuesto. Tal vez no le había visto lo suficiente.
— Tammy suele exagerar a veces — dije. Sabía que era en vano, probablemente Cinthia conocía mucho mejor a la pelinegra como yo lo hacía, sin embargo, una parte de mí quiso hacerme ver un poco más segura, quiso tratar de resolver esos líos que no deseaba en lo absoluto. Los líos amorosos no eran lo mío y siendo honesta, el que Noah se hubiese convertido en un punto clave de ello me dejaba a mí en desventaja.
— Es probable que a él también le gustes — ambas dirigimos la vista al chico, él nos correspondió con un movimiento de cabeza y la más esplendorosa sonrisa. No había duda, entre Mare y Cinthia, ella era su favorita —. Y si fuera tú lo aprovecharía, Noah no es un rompecorazones ni tampoco suele fijarse muy seguido en alguna chica, si lo ha hecho contigo es porque ha visto algo especial en ti.
— ¿Qué puede de haber de especial en mí?
— Te conozco poco y puedo apostar que eres una gran persona — sus ojos grises lucían honestos y por un momento, tan sólo por un segundo, sentí deferencia por ella.
— Gracias por pensar eso de mí.
— No hay problema — miró por encima de mi hombro —, pero te aseguro que no soy la única que lo piensa.