Emily

CAPÍTULO 24.

Cerré la llave del agua caliente justo al momento en el que Tammy soltó un gritito ahogado desde la sala el cual, vino acompañado de una risita traviesa por parte de Miles. Solté un pequeño gruñido antes de coger la toalla del tubo y enredarla  en mi cabello lo mejor que pude, no era un secreto que por obvias razones no podía agacharme en lo más mínimo, tomé mi bata color rosa y salí del cuarto de baño con el vapor de agua tras de mí. Me sentía relajada pese a que en la mañana no había hecho la gran cosa más que prepararme una botana y ver la programación completa de TNT o al menos, ese era mi objetivo antes de que llegasen los tortolitos que se encontraban en la sala con el dominio de nuestro sofá y nuestro televisor.

Solté un suspiro, cansada.

No me molestaba el que Miles y Tammy comenzasen con una “formalización” de su extraña y recíproca relación, sin embargo, los últimos días había estado tan de mal humor que me había convertido en una anti – relaciones que con el simple hecho de ver mi mirada se me tachaba como una amargada.

Me puse uno de los vestidos más holgados que tenía y casi de mala gana me enfundé los mocasines de piso que parecían más cómodos, alisé mi cabello con mis dedos y salí de la habitación con el rostro más cansado y fatigado que había tenido nunca. No había duda: el estar embarazada era agotador.

Miles y Tammy se encontraban explayados en el sillón, haciendo una enredadera de brazos y piernas por debajo de esa frazada que se habían puesto, el televisor estaba encendido y transmitía una película de terror que de momento a otro provocó el que bajara la vista, era demasiado gallina como para atreverme a ver el filme completo y me encontraba demasiado apática como para soportar las bromitas privadas y los arrumacos de la pareja que parecía no haberse dado cuenta de mi presencia en la sala.

— ¡Puaj! Dejen de ser tan desagradables en mi presencia — bromeé justo frente al refrigerador, tenía un hambre voraz. Saqué un par de platos hondos donde se encontraban diferentes frutas desde unas cuantas fresas hasta unas rebanadas de sandía, opté por la última. Tammy rió.

— No somos desagradables — miró a Miles por sus pestañas —. Sólo estamos probando el qué saldría de todo esto.

— Pues creo que han probado demasiado hasta el punto que se están volviendo una mortaja de miel derretida — saqué la lengua, haciendo una mueca de asco fingido —. Me dan nauseas.

Miles carraspeó, justo al momento para verse como el príncipe encantador de la novela al rescate de su amada, la damisela en apuros.

— ¡Oh! Miren quién habla — inició él, con una vocecilla llena de recelo ilusorio, me estaba retozando una jugarreta ­—. La chica que lanza besos al aire por Noah.

Giré lo ojos, tratando de ocultar mi vergüenza y la ligera tonalidad rosada de mis mejillas con mi aparente bravuconería. Tammy rió ante el chiste de su compañero, sin embargo, no dijo nada en lo absoluto, sorprendiéndome realmente: había aprendido que la pelinegra sabía en qué momento molestarme, justo el preciso como para ser demasiado obvia y causarme los sonrojos más acalorados y notorios de mi vida. Si el que se lie con Miles arregla su asuntito de lengua suelta, estaré más que encantada, pensé. Sonreí ante ello.

La puerta de la entrada se cerró en un momento a otro, atrayendo la atención de todos por completo. Cinthia apareció con la más luminosa sonrisa por el umbral, mientras presumía su belleza genuina al traer ropa deportiva y el cabello engominado sin algún mechón de fuera. Ella era bonita por naturaleza, me lo decía cada una de las pecas de su rostro que indicaba el que no tenía ningún toque de maquillaje en la piel, además de su aparente traje de mujer fitness. Sonrió en mi dirección, trayendo nuevamente al complejo de chica comercial-de-dentífrico.

— ¡Puaj! Dejen de ser tan desagradables en mi presencia — se quejó, dirigiendo su mirada de picarones ojos grises, me burlé de ellos con una morisqueta tal niña pequeña —. Hola Audri.

— Hola Cinthia.

La rubia tomó asiento justo en el sillón que se encontraba al lado del nuestro, ella lucia contenta de verme pero estaba más que segura de que la única razón de su alegría era porque ya estaba en las últimas de tener a mi bebé, no era un secreto que estos postremos días había recibido más visitas que en cualquiera de los trimestres

Cinthia acercó una de sus manos a mi protuberante barriga, mi bebé se encontraba quieto como era su costumbre en estos últimos días, sin embargo, al sentir la calidez de la chica no hizo más que corresponderle con apenas una mínima señal de agradecimiento en forma de una patadita. Ambas sonreímos.



#4947 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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