Bien, respira hondo y deja que los nervios no te consuman.
Respira Audri, respira.
Uno, dos, tres…
Tragué saliva con fuerza antes de abrir los ojos y toparme con la luz incandescente de la lamparilla del hospital. Estaba nerviosa y rotundamente cansada, mi cuerpo parecía de trapo tendido en el camastro que había sido ajustado de la cabecera y parte de las coderas para no permitir el que me rodase y cayese al suelo. Solía ser demasiado revoltosa entre las sábanas como para saber que daba más vueltas que nada.
Resoplé, tratando de salir de esa nebulosa que tenía en mente, me sentía perdida, ¿dónde estaba? Giré la cabeza a la derecha a la izquierda y… solté un chillido, sorprendida.
Un bebé.
¡Un bebé!
Traté de sentarme, como pude sin embargo antes de que siquiera pudiesen dar resultados mis intentos furtivos, unas manos se instalaron suavemente sobre mi estómago y alrededor de mis hombros, tratando de ayudarme, miré hacia el frente, el rostro de Noah me recibió con una mueca llena de felicidad, parpadeé.
— Noah — inicié, me faltaba el aire y respiraba con dificultad, sus dedos frotaron mi espalda por encima de la bata de hospital que traía puesta —. Hay un, hay un… — el castaño chistó tres veces antes de mirar hacia el recién nacido que se encontraba protegido al lado de mí, estaba dormido y envuelto en una frazada color rosa de conejitos.
— Vas a despertarla, Audri — Noah se alejó de mí después de acomodar mi almohada, continuamente, cargó en brazos a ese pequeñín que no hacía más que dormitar entre nosotros —. Me costó mucho el dormirla.
Parpadeé, anonadada.
¡Noah estaba cargando un bebé!
Abrí los ojos como platos, llevé mis manos a mi vientre como instinto, encontrándolo así, nuevamente en su forma original a excepción de una unas pequeñas ondas que no indicaban más que había subido unos cuantos kilos demás. Miré al bebé que estaba entre los brazos del castaño. Era mi hija, mi pequeña Emily.
Suspiré.
— ¿Quieres cargarla?
— ¿Y si la rompo? — Noah sonrió.
— No vas a hacerlo, ven.
Me incliné hacía él y extendí los brazos, temblorosa. Pese a que me gustaban los niños, no me sentía del todo confiada en cargar a mi propio retoño, estaba emocionada e impaciente y a la vez, con un grave dolor de estómago por los nervios. Noah la colocó suavemente sobre mis brazos, provocando el que la tela de su chaqueta rosara con mi piel desnuda, me tensé tan sólo unos segundos pero eso fue suficiente para que él lo notara.
Atraje a Emily hacía mí, sintiéndome poderosa ante el pequeño peso que traía encima, por el calor que percibí al tenerla al lado de mi pecho, no sabía si esa infanta sensación de mariposas en mi estómago era por la emoción o el sentido maternal que había comenzado a surgir desde mi interior.
Noah bajó las coderas del camastro y se sentó al lado de mí, invadiendo el aire con la dulce colonia que se había impregnado en su ropa, no sabría describir ese aroma tan peculiar que no hacía más que tranquilizarme, sin embargo, puedo decir que me hacía sentir libre y en paz, confiada en mí misma y en que haría bien las cosas con Emily.
Ella era regordete y aún seguía un poquito rosa, su ligera capa de cabello castaño parecía algodón en su cabecita pequeña que iba acorde de sus bracitos y piernitas que parecían diminutos báculos. Le habían colocado el vestido de estambre color rosa junto con los calcetines blancos que le quedaban excesivamente grandes. Simplemente era hermosa, mi pequeña y diminuta flor.
Un mechón de cabello cayó sobre mi rostro, Noah lo retiró delicadamente, colocándolo detrás de mí oreja, seguí mirando a Emily, tratando de disimular esa enorme mímica que se había extendido por todo mi rostro.
Eres cómicamente patética.
— Amma y las chicas quieren verte — inició él con voz suave, atrayendo mi atención por completo. Le miré, pasiva, perdiéndome en sus ojitos azules que admiraban el rostro rosado de mi bebé. No pude evitarlo, la ternura me consumió por completo, parecía… parecía… ¡Oh dios! Parecía un padre orgulloso. Negué con la cabeza, no debía de pensar en ello —. Tendré que dejarte por un momento.