Emily

CAPÍTULO 34.

Uno. Dos. Tres. Cae.

Uno. Dos. Tres. Cae.

Coloqué las tres yemas de mis dedos de una en una lentamente sobre las colchas de la cama, sintiendo la presión de esa pequeña zona de piel donde conectaba la suavidad de la tela. Solté un largo suspiro, aburrida del pésimo estacato que desde al menos, veinte minutos, venía haciendo.

Emily se encontraba a mi lado, con los ojos fijos al techo mientras tenía su chupón favorito entre los labios, no era muy devota de usarlos pero era lo único que la calmaba después del baño. Llevaba su nuevo body interior color rosa que Noah le obsequió dos semanas atrás.

Pensar en Noah no se sintió para nada bien, tenía menos de cinco horas que le había dejado completamente solo en casa con una nota de abandono a causa de mis inseguridades. Sabía que era mi culpa el sentirme así pero una parte de mi — quizá la más honda y egoísta — estaba aliviada, de vuelta en su zona de confort detrás de la línea roja de no cruce. Bajé la mirada a mi bebé quien impresionantemente estaba creciendo demasiado rápido, aún recordaba el cómo se sentía tenerla dentro de mí, las pequeñas pataditas y esos detallitos ridículos que parecían lo máximo — excluyo por completo los malos estragos —, sin embargo, el verla ahora, con esos ojos azules tan impresionantes, su cabello castaño y sus mejillas rosadas sólo me hacía caer en una ensoñación.

— Mami es una tonta —  susurré. Acaricié con delicadeza la parte alta de su cabeza, justo en la coronilla —. Una tonta, tonta —  sonreí a medias, con una tristeza profunda en el pecho —. Pero estoy aprendiendo.

Toc, toc.

Tammy se veía preocupada desde donde estaba, con el cabello amarrado en un ajustado moño y las mejillas ligeramente rojizas. Siempre la catalogué como una especie de muleca de porcelana a causa de sus rasgos asiático ­– americano y el verla ahí, tan inocente, con un vestido suelto hasta las rodillas color beige y la actitud despreocupada sólo confirmaba mis similitudes.

Soltó un suspiro, cansada — muy probablemente — de mí. Cerró la puerta detrás de ella con demasiada precaución, como si desease el que nadie supiera que estaba conmigo en mi habitación donde me había encerrado desde que había llegado esta mañana con Emily. No había sido fácil el eludir las preguntas insistentes de las chicas al ver mi rostro demacrado, la actitud sombría y mis ojos inyectados en sangre pero tras unos breves segundos de silencio, la bien aplicada ley del hielo… el mensaje quedó  más que claro. Me permitieron el bañar a Emily sin ayuda, cambiarla y mirar una película indie con Emily en brazos para al final acostarme en mi cama como si el día afuera fuese una completa tragedia.

Parpadeé.

— Me supongo que no vienes a pintarte las uñas —  quería aligerar las cosas entre nosotras, no sentirme acosada ante la imagen perfecta de Noah a mi lado. Él y yo éramos sus amigos, lo tenía bien claro, pero pese a ello, no me sentía en confianza remota al hablar un quiebre de algo que no tuvo la oportunidad de comenzar con el pie correcto siquiera. Ella negó con la cabeza con sutileza y apretó los labios.

— Hoy es martes, aún faltan cinco días —  sonrió a medias.

Tomé asiento nuevamente en la cama, palmé el lado libre justo en el borde de ésta y miré la punta de mis zapatos. Llevaba encima las mismas bailarinas de casi todos los días, negras y con la comodidad increíble de poder andar todo el día en ellas sin cansarte, no tenía muchos calzados, sólo los necesarios para recordar la tonelada que antes guardaba en la remendona en casa de mis padres.

Tammy acomodó su vestido tras tomar asiento y me miró como lo haría una niña pequeña al hablar de algo que no entendía. Emily balbuceó a mi lado, reclamando atención nuevamente, se había aburrido por completo del chupón. Extendí mis brazos hacía ella y la coloqué en mi regazo, el peso de su pequeño cuerpo me calmó lo suficiente para mirar a mi camarada. Odiaba hablar de las decisiones precipitadas que tomaba, es más, odiaba hablar particularmente de mí, me ponía demasiado nerviosa como para pensar en eludir cientos de malas respuestas y la mayoría de veces decía las cosas equivocadas.

— Parece que no te fue bien con Noah — relajé los hombros al notar que el rumbo de la conversación no tenía relación con su trabajo de casamentera oficial.

— No es muy bueno el ver a tu novio completamente ebrio — bajé la mirada a Emily al momento de decir lo último. Dolía pero no podía quejarme, era mi culpa —. No es el mejor de los escenarios.



#4856 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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