Emily

CAPÍTULO 35.

Tomé mis viejas zapatillas de ballet del perchero, estaba entusiasmada con la idea de ir a ver a Amma a la disquera tras tomar un tiempecito para girar de allá para acá por las calles pavimentadas. Extrañaba muchísimo el ponerme en puntas y pese a que no estaba del todo segura de que mi condición física fuese la misma — digo, tuve un bebé y he estado comiendo sin mesura — pero aun así valía la pena intentarlo. Al fin y al cabo, ni Hannah Davis, ni la señorita Pete ni el señor Hall estaba aquí.

Coloqué sobre la mesa el vaso de leche que traía en una de mis manos y tomé el brazo de la sillita de Emily, ella me acompañaría a ver a Amma un rato y si era posible, estaría conmigo en mi sesión de baile improvisado por primera vez en meses.

Tammy y Miles quedaron conmigo de vernos frente a la tienda de Amma ara que no estuviera del todo sola por la calle con mi bebé en su sillita además, eso me garantizaba el que Noah no estaría por ahí, asechándome tal cazador a su presa.

Aún seguía en mi mente las palabras de Noah, sintiéndose como un picahielos en la herida que poco a poco se hundía más y más. Sabía que había sido un error el dejarle ir de esa manera pero él tenía algo que me paralizaba, no me dejaba vencer mi miedo porque todo él me daba miedo. Me daba miedo cómo me controlaba con una sola mirada, la manera que hiperventilaba al verle en el umbral de la casa con su sonrisa de ensueño que se convertía en un imán de chicas. Todo él me daba pánico porque si había una buena forma de ser herido era el concederle las armas necesarias a una persona.

El camino a la disquera provocó el que me hundiera cada vez, haciéndome pequeñita cada vez más a causa del recuerdo sombrío del día de la Venta Nocturna. Temblé como instinto al ver el paraje que tanto me fascinaba y a la vez, provocaba el que todo mi cuerpo se volviera una masa gelatinosa dispuesta a salir huyendo.

Tammy y Miles estaban sentados en la banca más cercana, rodeándose con ambos brazos mientras ella le miraba como corderito. Era demasiado extraño el mirar a mi mejor amiga de esa manera, tan ida por una sonrisa socarrona, unos mechones de cabello que resplandecían con la luz del sol y unos ojos tan cálidos como una fogata. Conocía a Tammy casi un año atrás, sabía que ella era el tipo de chica que sin pensarlo dos veces es capaz de cerrarte la puerta en la cara y reír como desquiciada, el verla tan adorable, con una sonrisa de niña pequeña en Navidad me sacaba por completo de contexto.

Miles, por otra parte, parecía relajado con su fornido brazo alrededor de ella, recordándome a un surfista con una de sus admiradoras que cumplían con las características de una groupie como si él fuera un cantante famoso de alguna banda de rock; sin embargo, estaba al tanto que para él, Tammy era especial, lo había dicho Noah y yo lo miraba en éste momento.

Me acerqué a ellos con mis zapatillas en una mano y el brazo de la canasta el otra, Emily estaba despierta, balbuceando cosas inentendibles para mí pero que parecían divertirla a ella. Tammy fue la primera que me vio y con ello, conseguí el que se alejase de Miles más rápido que un rayo — de un salto —, me dedicó su más encantadora sonrisa. A veces, creía que para Tammy, él y yo éramos sus personas favoritas de todo el mundo, ese pensamiento me halagaba un poco. Vale, tal vez un mucho.

Tammy me recibió con un acogedor abrazo antes de arrebatarme a Emily quien sólo se limitó a fulminar sus balbuceos: pese a que era sólo un bebé de casi seis meses podía notar en su linda carita que aunque adoraba ser el centro de atención, no era competencia para los mimos exagerados de mi amiga, inclusive yo me sentía agobiada de cuando en cuando al momento de ofrecerse como voluntaria a ser mi ayudante en el baño de Emily.

Miles se acercó a nosotras con una sonrisa y me saludó de beso antes de tomar la canastita y rodearme con el hombro, él era todo un dulce y gracias a ello, parecía demasiado comprensible el que le gustase Tammy. Eran como el ying yang, mientras Miles era toda ternura y galantería, Tammy, por otra parte era ruda en un caparazón adorable.

— Creí que pasarías primero a ver a Amma — comentó Tammy. Tomamos asiento, ellos a cada lado, mirando con atención como sustituía mis fieles mocasines rojos por mis viejas y confiables bailarinas.

— No, quiero bailar unos solos segundos — hice un nudo en la parte trasera de mi piernas con el listón. Advertí el estuche del violín de Miles recargado en el borde de la banquetita color blanco. Sonreí a medias —. Vamos, amigo — palmé el hombro de Miles con sutileza —. Acompáñame a hacer el ridículo.

Miles sonrió, encantado.

— Con gusto — sacó su violín lo más rápido que pudo del estuche, se puso de pie observando cómo me quitaba la sudadera que llevaba encima y cubría parte del jubón color rojo que había encontrado por la mañana, llevaba unos leotardos negros que hacían contraste y mi cabello estaba sujeto a una complica coleta —. Después de ti.



#4856 en Novela romántica

En el texto hay: ballet, drama, amor

Editado: 03.09.2020

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