Nota mental: no vuelvas a ir con Tammy al centro comercial sola.
Solté un fuerte suspiro al lado de las bolsas que se encontraban alrededor mío, sabía que exageraba cuando contaba miles de ellas pero no era mi culpa, así de paranoica me ponía cada vez que acompañaba a alguien a ver ropa y no comprarla. Y, justamente, mi mejor amiga tenía que pertenecer a ese pequeño bando que me rompía los sesos de tan sólo diferenciar el color azul rey del añil porque, ojo, para mi querida compatriota no eran ni de cerca lo mismo.
Como si necesitase una falda añil para un día y para el otro una azul rey. ¡Son lo mismo!
Así pues, con toda mi resignación permanecí sentada en el sillón purpura con mi ejercito de prendas a mi alrededor mientras Tammy seguía admirando la blusa de brillantes en las mangas que, curiosamente, habíamos visto al llegar al recinto al menos dos horas atrás. Pestañé ante el reflejo emocionado de mi amiga, admitía que las compras le quedaban de maravilla pues parecía el mejor ejercicio de yoga para ella — en mi opinión era lo más efectivo para relajarte —, cada vez que la veía parecía que su rostro brillaba y sus ojos destellaban. Bastante mono pero mientras ella asemejaba a una estrella yo me convertía en la más oscura noche por el aburrimiento, pese a que la tienda de vestidos estaba cercana a la de deportes no me dejó moverme del sillón purpura en ningún momento.
— Admítelo, me trajiste para que cargase las bolsas — gruñí con voz gangosa. Tammy rió ante mi comentario sin mirarme, toda su atención estaba en esa blusa que comenzaba a odiar, si la compraba la quemaría en la primera oportunidad.
— Por supuesto que no — rió nuevamente —. Vale, tal vez un poco pero quiero que me ayudes a elegir algo que me haga ver despampanante.
Solté el más triste suspiro.
Tammy estaba emocionada y asustada por el cumpleaños de Miles, sabía lo que sentía pues esas mismas emociones me habían embargado cuando mi chico cumplió años, sin embargo, la diferencia entre nosotras, era que en ese entonces Noah era lo más alejado a ser mi novio y yo estaba con una protuberante barriga de embarazada entre nosotros. Le sonreí con complicidad al momento que me ponía de pie y me acercaba a ella. Atrás de mí se encontraban — sinceramente — doce bolsas llenas de prendas de diferentes tonos de azul y color hueso. Realmente necesitaba hablar con ella por su ligera obsesión no sólo ante los esmaltes de colores vintage y su compra de la ropa del mismo matiz. Sip, es definitivo.
— Creo que con lo que llevas es suficiente — en parte era verdad, pese a que todo era de la misma gama de colores eran prendas bastante bonitas; por otra parte, tenía las fervientes ganas de salir corriendo si veía más brazilets de colores luminosos frente a mí —. Además, si sigues comprando vas a tener más líos mentales de qué ponerte.
— Okay… — de mala gana giró la cabeza en dirección a las bolsas que parecían gritar a los cuatro vientos que las abriesen, era eso, o me estaba volviendo loca poco a poquito —. Pero, vas a ayudarme, ¿verdad?
— Si — asentí con la cabeza —, pero vámonos ya, me siento mal por dejar a Emily sola.
— No está sola — me miró con esos ojos que me volvían un tomate con patas, al parecer la actividad favorita de todos era hacerme ruborizar —. La dejaste con Noah en casa y déjame decirte que ella parecía más emocionada de quedarse con él que contigo.
— ¡Oye! — le reprimí —. No me recuerdes que Emily prefiere prácticamente un extraño que a su propia madre.
— Noah no es un extraño — sonrió con picaría —. Prácticamente es su padre.
Mis mejillas alcanzaron el tono de rubor más alto que pudiese existir en la escala; era muy susceptible a reaccionar ante las palabras de cualquiera y las chicas parecían conocer mi talón de Aquiles para escandalizarme por completo. Pese a que ya había aceptado el hecho de que Ezra no era más que un desgraciado que se le ocurrió engatusarme para que abriera las piernas — demasiado duro pero la realidad — aún no me acostumbraba al hecho que a ojos de todos, Noah era el papá de Emily. Y no eran imaginaciones mías, varias señoras nos habían detenido en seco para felicitarnos por la bellísima hija que teníamos; salimos al día siguiente de reconciliarnos y ya teníamos casi todos los ojos de las mamás no sólo en Emily sino en mi novio que parecía estar más que contento con mis miraditas de muerte que le lanzaba a una que otra chica que se sobrepasaba con el coqueteo constante.
Levanté la cabeza en dirección a Tammy, me correspondió con la sonrisa más socarrona que poseía, prácticamente tenía un cartel arriba de la cabeza con la frase inscrita con dramáticas letras rojas: “te atrapé”. Intenté tragar saliva, lo único que pude asimilar fue percibir esa masa pastosa en la que se había convertido mi saliva. ¡Felicidades Tammy, me has puesto más que nerviosa!